El 31 de mayo es el “Día Mundial sin Tabaco”. Nos da motivo para estas reflexiones. Para realizar actividades preventivas y para interrogarnos sobre esta severa adicción legal que es sostenida social y económicamente por muchos países, cuyas contradicciones son inexplicables (?).
Los fundamentos científicos se acumulan para confirmar los efectos letales de ésta adicción extendida en el mundo y a la vez la más tolerada.
Argentina es uno de los pocos países que si bien adhirió al tratado suscripto en la Organización Mundial de la Salud para disminuir el consumo de tabaco, su producción y promover ambientes cien por ciento libres de humo de tabaco, el Congreso aún no logro consenso para apoyar este Acuerdo Internacional.
Entre Ríos en el año 2008 promulgó una ley para cuidar especialmente a los no fumadores. Muy recientemente el Ministerio de Salud avanzó y sancionó la reglamentación pertinente. Sin embargo hoy, el humo de tabaco aún circula libre en los ambientes públicos cerrados.
Más allá de la presencia del Estado para proteger la salud de sus ciudadanos, los dueños de bares, confiterías, restaurantes, y discotecas miran para otro lado. Esperan que el Estado les imponga la ley. No alcanza con la constatación científica. Tampoco alcanza que a Concordia lleguen cada día más turistas de provincias con prácticas de cuidar a los no fumadores como Santa Fe, Buenos Aires. Córdoba o países como Uruguay. Son turistas que se sorprenden de desayunar en ambientes tóxicos.
No hablemos de los efectos en la salud de los mozos, de los empleados de casinos y otros trabajadores que fuman sin ser fumadores.
Concordia se merece ambientes cerrados cien por ciento libre de humo de tabaco. Esto significa que no se debe fumar en estos lugares. Tampoco es válido tener espacios para fumadores y no fumadores. Fue una victoria tabacalera imponer este “supuesto consenso”. El fumador tiene derecho a fumar, pero al aire libre. De igual manera el trabador adicto al tabaco en sus jornadas laborales.
Estos parámetros hoy están invertidos: se cuida al fumador, para que siga fumando.
Es hora de enhebrar un consenso de salud, no de castigos. Más allá de la reglamentación estatal, al igual que las reuniones en casa, los amigos fumadores se van afuera a fumar. La amistad no se rompe. La salud gana lugar.