Los medios hegemónicos en el conflicto de la Resolución 125 hablaban de “campo”, denominación geográfica intencionalmente bucólica para ocultar la real, potente y certera de “patronales agrarias”. Todo problema de tránsito se reduce a la expresión “caos” con la que pierde significación la dimensión real del problema. El “equilibrio fiscal” se redujo a la denominación “caja”. La “crispación” fue un latiguillo que periodísticamente intentaba descalificar el discurso presidencial, ocultando que los más crispados eran los que adjetivaban de esa forma. “Matrimonio presidencial” fue durante mucho tiempo la forma que los presuntos republicanos descalificaban a Cristina Fernández, desconociendo que el Poder Ejecutivo no se comparte porque es unipersonal. Incluso algún periodista inflamado de “crispación” calificó a Néstor Kirchner del “jefe de la jefa de estado”. Muerto el ex presidente, la presidenta pasó rápidamente, a ser un personaje desbordantemente “hegemónico” con decisiones inconsultas.
Los neoliberales usan la expresión “populismo” como una descalificación y “libre mercado” como un paraíso a alcanzar.
El domingo 26 de febrero la penetración colonial atravesó el lenguaje del ensayista Ernesto Laclau y del periodista Horacio Verbitsky. El primero afirmó en el diario Tiempo Argentino: “Como la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha dicho, la invasión a Malvinas, el intento de recuperación de 1982, fue un manotazo de ahogado de un régimen militar que se estaba desintegrado, con motivaciones non sanctas. El fervor popular es otra cosa, porque las Malvinas son una reivindicación histórica en la Argentina, y la gente respondió en este sentido, pero ambos aspectos deben ser diferenciados.” A su vez, en su columna dominguera, el autor de “Robo para la corona” escribió: “Salvo error u omisión, las corrientes leninistas, trotskistas y maoístas apoyaron la invasión con entusiasmo.”
Ambos escritores deberían saber que nadie invade lo que le pertenece, sino que lo que hace es recuperar aquello de lo que ha sido despojado. A Ernesto Laclau, con varias décadas residiendo en Londres y a Horacio Verbitsky, de un teclado vitriólico, hay que recordarles aquella antigua caracterización del escritor Franz Fanon, nacido en Martinica, que “el opresor deja sin lenguaje al oprimido y cuando éste asume el lenguaje de aquél, el ciclo de la esclavitud se ha completado.”

