LEER POR LEER

Tal vez podamos descubrir que hay mucho más en ese acto constitutivo de la subjetividad, de la identidad, personal y social. Pero es indudable la dimensión del disfrute. Leer nos introduce en un mundo. En otro mundo.  Un territorio lúdico no exento de verdad. En un universo de ficción donde suspendemos la incredulidad.

Una poesía, un cuento, nos conmocionan. Nos encontramos en sus historias, en sus personajes. Nos identificamos, proyectamos en ellos nuestras emociones. Creamos, recreamos, imaginamos. Nos transformamos. Nunca salimos igual de la lectura de un libro. Esta experiencia personal se redobla cuando es compartida.

“Leer por leer” es una convocatoria. Una incitación a la reunión. Para leer, junto a otros, cuentos, poesías, conversar sobre novelas, ¿escuchar música?  

La sugerencia es componer, fundar, producir, inventar, con los concurrentes el espacio mismo entre todos. En la imperfecta intersección de los deseos, de las expectativas, de las historias de cada uno con la lectura, iremos edificando esa construcción. Proponiendo lecturas  propias y de otros autores, iremos consensuando.

El comienzo es el martes 18 de enero, a las 19 horas en la biblioteca “Julio Serebrinsky”, organizador del proyecto junto con “Lazos en red”.

LA LECTURA: HISTORIA PERSONAL Y SOCIAL

Recuerdo ese festival de gestos, mohines, rictus, inflexiones de la voz, movimientos ampulosos, dramas, representaciones, teatro. El modo pletórico de alegría, pleno de ternura con que mi madre nos componía en imágenes y palabras los clásicos infantiles. Nos introducía un universo simbólico, nos invitaba a habitar mundos fantásticos, heroicos, terroríficos, en el que íbamos separando de a poco la realidad, la fantasía, la imaginación, la pulsión y el lenguaje. Introduciendo el “como sí” de la ficción.

Son experiencias inolvidables: Papá, llegando de noche, cansado. Sentándose en el borde de alguna de nuestras camas, convirtiéndose en un narrador de historias sensibles, estragado por diez horas de trabajo. Hilda Balher, mi genial maestra de primero, vestida de india, bailando un ignoto ritual en el que se jugaba la delicada tarea de aprender la “i”. Hoy, como lo mencionaré más adelante, ya no se comparten con los niños esas fabulosas experiencias.

Más tarde leer será memorizar, repetir, es decir obedecer. El escozor y la perplejidad de libros enterrados. La pesadilla de la censura.

La feliz recuperación de la democracia coincidió con mi comienzo de la facultad. La lectura apasionada de Freud y el psicoanálisis. Creo que casi todos podemos contar nuestra historia personal  en la particular relación con los libros. Y también nuestro devenir colectivo. La relación con los libros denuncia nuestra historia de luchas, ideales, revoluciones y represiones. Belgrano promoverá la educación, la cultura popular y la lectura como un acto de justicia para el pueblo, como una verdadera estrategia revolucionaria. Moreno, además de incitar la lectura a través de la Gazeta, fundó nuestra primera biblioteca pública con libros donados por él mismo, Manuel Belgrano y su primo Juan José Castelli. “Toda casa de libros atrae a los literatos con una fuerza irresistible, la curiosidad incita a los que no han nacido con positiva resistencia a las letras, y la concurrencia de los sabios con los que desean serlo produce una manifestación recíproca de luces y conocimientos que se aumentan con la discusión y se afirman con el registro de los libros que están a mano para dirimir las disputas”, decía en la inauguración.

San Martín fundará las bibliotecas de Mendoza, Santiago y Lima. Esta última en el edificio que ocupaba la Santa inquisición. Donde se torturaba, asesinaba y se quemaban libros, el libertador instaló la lectura y la libertad de pensamiento. El día de la apertura dijo: “los días de inauguración de bibliotecas son tan tristes para los tiranos como felices para los amantes de la libertad. Ellos establecen en el mundo literario las épocas de los progresos del espíritu a los que se debe en la mayor parte la conservación de los derechos de los pueblos (…) la biblioteca es, destinada a la ilustración universal, más poderosa que nuestros ejércitos, para sostener la independencia” (Felipe Pigna “Caras y Caretas” Nº 2363 “Una historia de la lectura”).

Luego la escolarización común, gratuita y obligatoria, establecida por la ley 1420, que tuvo entre sus objetivos homogeneizar culturas, lenguas y razas que componían el mosaico de diversidades de la Argentina de entre siglos. Más allá de sus intenciones, el acceso a la alfabetización.

Vino después la persecución a libros, revistas y periódicos de anarquistas y comunistas que trajeron ideas revolucionarias de ultramar, que motivaron las reacciones sanguinarias de los” dueños de la nación”. La torpe censura en la década del 30 y 40, cayó de un modo singular y significativo entre otros, en aquel lenguaje que expresaba más profundamente  al pueblo, las letras de tango y sobre todo el lunfardo. La siniestra estupidez de los censores convirtió de un modo patético, por ejemplo,  al tango “Yira, Yira” en “Camina,  camina”.

La “revolución” fusiladora del 55 trajo, además de una feroz represión del pensamiento, persecución y quema de libros, la novedad de la prohibición de nombrar palabras y símbolos.

En la década del 60 y parte del 70 los libros se tiñeron de compromiso revolucionario, como un elemento esencial en el sueño de construcción de la patria grande en Latinoamérica.

EL FUTURO LLEGO HACE RATO: MEMORIAS DEL FUEGO

Fahrenheit 451 es una novela distópica escrita por Ray Bradbury, publicada en 1953. Presenta una sociedad estadounidense del futuro en la que los libros están prohibidos y existen “bomberos” que queman cualquiera que encuentren. El protagonista del relato es un bombero llamado Montag que acaba por cansarse de su rol como censurador de conocimiento y decide renunciar a su trabajo y unirse a un grupo de resistencia que se dedica a memorizar y compartir las mejores obras literarias del mundo. Ese futuro llegó temprano. Durante la Dictadura Cívico Militar, los genocidas quemaron libros, los censuraron, los desaparecieron. Tal vez el episodio más representativo fue la orden de quemar un millón y medio de libros del Centro Editor de América Latina en un terreno baldío de la localidad de Sarandí. Fue el atentado más grande registrado contra la cultura nacional y la culminación de un ataque sistemático a una de las editoriales más prestigiosas de nuestro continente. El juez Gustavo de la Serna calificó de “material subversivo y peligroso” a esos libros. Tres meses después de su grotesco dictamen, el 26 de junio de 1980, 24 toneladas de libros fueron trasladadas a un baldío de la calle Ferré. Un oficial dio la orden y la obra del CEAL ardió tristemente en lo que la historia registra como una de las quemas más grandes jamás ejecutadas. El mismo Juez ordenó fotografiar el hecho. Y obligaron a Boris Spivacow, dueño de la editorial a presenciarlo. Achicaron y trastornaron la producción de libros en la Universidad. Eudeba durante la dictadura invirtió siniestramente su slogan de los 60 “menos libros para menos gente”. La editorial fue testigo del secuestro y desaparición de 90.000 volúmenes en 1977. Evidentemente, la historia de la lectura y de la cultura es incomprensible sin la historia de la censura, la autocensura, la prohibición y destrucción de libros.

“La censura y la represión cultural fueron parte de un proceso racional y planificado, una estrategia nacional centralizada de control cultural, puesta en práctica entre intelectuales y militares aliados en el común objetivo de someter a la sociedad argentina a las necesidades del bloque de poder de entonces. Política que tuvo un lugar central en la estrategia dictatorial. A la militancia masacrada y al cierre de fábricas, se corresponde la persecución sistemática de símbolos discursos, imágenes, tradiciones, modas películas, textos, canciones, autores etc.” (Caras y Caretas Nº2363).

Es evidente que leer es un acto de libertad. De creación, de pensamiento, de imaginación. De rebeldía, de cuestionamiento. Por lo tanto, un acto peligroso. “Es más peligroso un pibe que piensa que un pibe que roba”, dice ya, aun en nuestros tiempos, César González, un “pibe chorro” que se transformó en poeta en la cárcel, a partir del acceso y el estímulo de la lectura (interesantísima historia para otra columna).

A eso aspiramos con este espacio. Constituye un especial interés de Mónica González, Directora de la Biblioteca “Julio Serebrinsky”. No solo disfrutar de la lectura compartida, sino incitar la accesibilidad, el interés, la curiosidad de quienes no se han acercado aun a la maravillosa experiencia de leer. Es un acto democrático, de participación, de libertad y de placer.

¿LOS ARGENTINOS LEEMOS MENOS?

Según el informe de Gustavo Sarmiento “Qué lees cuando lees” (“Caras y caretas 2363) “los especialistas coinciden en que no se lee menos, pero la lógica lineal y física cedió en favor de fragmentaciones, hipervínculos constantes y otros fenómenos digitales”. Es decir, no decayó la lectura pero cambiaron sus soportes (celulares, computadoras tablets) y por ende sus modalidades. “De acuerdo con los datos del Instituto Verificador de Circulaciones, la mayoría de los diarios venden la mitad que hace diez años…las redes y la tv llegan primero con las noticias. Hoy casi un 30 por ciento lee las noticias solo por internet. Una de cada cuatro personas leía algún libro en papel hace cinco años y hoy ya no lo hace. El consumo de libros leídos per cápita paso en ese tiempo de 3 a 1,5”. Daniel Link, en la misma nota dice:” hay que segmentar quién lee, qué lee y cómo lee”.

“Los chicos de hoy leen todo el tiempo, el tema es que no leen las cosas que quisiéramos que leyeran. Para leer en papel se necesita tiempo y también hay un tema de costos. En la facultad cada vez más estudiantes recurren a la digitalización de los libros, pero hasta hace poco apelaban a las fotocopias”, dice la profesora Ana Broitman. Menciona además la “pestañización de la vida”. La lectura web, sobre todo la que surge en las redes, nos lleva de un texto a otro. El hipervínculo constante. No terminas de leer algo que ya te fuiste a otro lado”.

“En los últimos cinco años (informe de 2020) las editoriales en Argentina vendieron un 35% menos de ejemplares. A la tendencia digital y la competencia de internet y plataformas de Streaming, se sumó la crisis socio-económica”. El informe citado refiere algo aún más preocupante: “los nuevos hábitos de lectura, mas apegados a las pantallas que a la lectura formal en papel, también conllevan problemas de salud, desde dolor de espalda y rigidez de cuello hasta miopía a más temprana edad y mayores casos de ansiedad en jóvenes y niños”. Otro dato preocupante en este informe lo aporta Silvina Espósito, médica del servicio de pediatría del hospital público Tornú, cuando alerta que “es cada vez más frecuente que lleguen chicos de dos o tres años que aún no hablan, que no tienen lenguaje verbal. De los estudios resultan una alta cantidad de horas en pantalla de los pequeños, en un fenómeno multicausal, donde los padres se desligan o usan más el celular que los chicos. Estamos haciendo intervenciones para recuperar la oralidad, los cuentos, las canciones y la transmisión de la propia cultura”.  Es decir, estamos en un momento histórico en el que aquel maravilloso encuentro entre padres e hijos para compartir una lectura o narración de cuentos, en los que se estimulaba la imaginación, la inteligencia, la creatividad, el desarrollo del lenguaje, la interacción, etc., está siendo reemplazado por la cada vez más familiar escena del aislamiento de cada uno con su móvil. Incluso de niños de dos o tres años. Que no aprenden a hablar. Es que nadie les habla y no lo necesitan…

Para finalizar, volvemos a invitar a toda la comunidad a participar del espacio “Leer por leer”, a partir del 18 de enero en la Biblioteca “Julio Serebrinsky” Urquiza 721 de Concordia, con entrada libre y gratuita. Porque persigue el estímulo y el acceso a la lectura de todos. Al placer de  la lectura compartida, al diálogo, a la conversación y al  encuentro a partir de la actividad lectora. Al encuentro interhumano, superador del aislamiento y la soledad de celulares, ruidos y pandemias.

 

(*) Psicólogo. MP243

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