Es la típica escena donde el traidor le dice al héroe “¡Vamos, es por acá! y lo dirige a la emboscada. Pero podría ser la clásica escena en la que el sospechoso de siempre, el personaje torvo, demuestra sus buenas intenciones y conduce a nuestro personaje principal hacia su salvación.
Escenas que pueden traer a colación una decena de películas, con desenlaces para uno y otro lado. Se me ocurre Corazón Valiente, por ejemplo.
La cuestión es que dicen que el camino es este: ¡Es por acá!
Nadie te explica muy bien de qué se trata y adónde llevaría ese camino. Tampoco si vamos a llegar todos. Es como una maratón sin trazar, como una carrera de autos en la niebla, como un vuelo nocturno sin brújulas ni sensores, ni luna, ni estrellas.
Ellos dicen que están haciendo lo que había que hacer y uno se pregunta cuál será el sentido metafísico detrás de los tarifazos, la mega devaluación, el desempleo, la deuda y la recesión con inflación.
- ¿Hacia dónde nos llevan?
- No sé, pero es por acá.
No hay argumentos convincentes. No hay datos duros en sus discursos sólo cosas dichas medio al boleo como las que solemos decir las personas de a pie. Que mezclamos leyendas, prejuicios, alguna información y otras desinformaciones cuando hablamos. Ellos te piden un voto de confianza ciega, un salto de fe, hablando como pastores y no como gobernantes o estadistas.
Hoy la realidad se percibe y los hechos ya no hablan por sí solos. Están los hechos y sus interpretaciones… y en este tiempo de genios de la psicología de masas y de la publicidad, en la era de los monopolios informativos a escala planetaria en los que se impone por afano el discurso de los dueños de todo valen más las interpretaciones y sus repeticiones que los hechos en sí: Un accidente de autos en cualquier esquina de Caracas podría ser culpa del “dictador” Maduro.
Así que nuestros pastores gobernantes repiten el “Sí, se puede” y “Este es el único camino, es por acá” como un mantra. Como una letanía que a pesar de no tener el más simple hacedero todavía es el discurso más convincente y entendible para una gran parte del electorado… como la señora de los almuerzos televisivos quien siempre se quejaba de no poder entender a la ex presidenta cuando hablaba. Hablaba difícil, decía… Con el tiempo entendí que no hay que subestimar a la señora de los almuerzos.
Hace una semana escribía que era la realidad de la economía lo que seguramente iba definir el futuro político del país. Después me acordé de los muchos que exaltados y enojados vaya a saber uno por qué dicen que preferirían morirse de hambre antes de que vuelvan los que se fueron. Los muchos que están dispuestos a inmolarse, a volver a pegarse un tiro en el estómago. Los muchos que odian con un odio irracional para un lado y son fervientes creyentes de lo irracional para el otro lado.
Los líderes de esta plutocracia hacen “retiros espirituales” que en realidad son jornadas de entrenamiento (“coaching”) para unificar y simplificar líneas discursivas. Ellos aprenden a hablar como pastores o vendedores de Herbalife y venden la misma fórmula que tiene más de 2000 años de éxito probado: ellos proponen el sacrificio como camino para alcanzar la gloria, pero no son ellos quienes se inmolan o marchan hacia la cruz con una corona de espinas sobre la cabeza.
No son sus enfermos ni discapacitados los que sufrirán quedarse sin pensiones, no son ellos los trabajadores que no podrán jubilarse porque trabajaron negreados casi toda la vida, no son ellos los que toman el tren y el colectivo todos los días para ir a un trabajo mal pago, no son ellos los que mandan sus pibes a las escuelas públicas donde se caen los cielorrasos, se electrocutan paredes y explotan cocinas, no son ellos los que se atienden en los hospitales a los que dejan sin insumos y sin energía.
“Es la economía, estúpido” o “Este es el camino, no hay otro, es por acá.”, esa es la cuestión.