Ya está.
Hagamos como que no importa. Como que ya nos olvidamos, como que también nos perdonamos.
Haremos un paso bien largo o pegaremos un saltito para no pisar la grieta. Hablaremos de otras cosas. Hay tantas otras cosas de qué poder hablar. Después de todo, al fin y al cabo, somos familia, ex compañeros de la escuela, jugamos a la pelota en el mismo equipo, vecinos de toda la vida, socios… cualquier cosa, excepto unos extraños.
Cesaran las acusaciones y los reproches. Yo no te digo nada y vos tampoco. Yo no te chicaneo y vos te aflojas de toda esa actitud defensiva. Total sabemos qué es lo que hay que hacer en el cuarto oscuro por más que a vos te siga dando asquito
Los dos sabemos que esto así no va. Que nos fundimos trabajando. Que en este país rico el frío y el hambre son inmorales, más inmoral que cualquier fiesta populista. Más inmoral que votar a un peronista si querés.
– Nooooo, no están arrepentidos.
– ¿Vos decís?
– Están locos de los piojos. No te confundas.
Ya noté que te empezaste a hacer el distraído con ciertos temas y comprendí que, si evito torearte, te haces tan pero tan el boludo que pareces otro tipo… Y yo, para no ser tan boludo, tampoco te recuerdo lo boludo que fuiste.
Cuando pretendías parecer piola y no un patético gorilón me dijiste que lo único que querías era tener otra perspectiva porque, en tu vida adulta, sólo habías vivido en el kirchnerismo. Que querías tener la oportunidad de vivir otra cosa -tu propia experiencia neoliberal, supuse. Recordé que en la anterior vivías con tus padres… Igual que ahora, justito. Mirá que loco.
Yo te dije que si querías tener otra perspectiva podías leer de historia y economía. Que uno tenía que ser más responsable. Sobre todo alguien como vos que si no sabe es porque no quiere, por pereza intelectual. Que me parecía muy a la ligera probar a ver qué onda con los destinos de un país… Vos me mandaste a la mierda entonces.
Pero ahora está fea la cosa. Ya no salís para no gastar y casi que te sentís un negro de mierda más… Mirá qué loco de nuevo, ja. Antes era porque te encontrabas a esos tapes por todas partes y ahora porque te da para salir a tomar mates nomas.
Ya está.
Descansemos de todo eso. Pongamos a dormir nuestras diferencias en un reencuentro fraternal. Abracémonos como dos boxeadores después de la pelea (por suerte ahora no ponés más ese canal de noticias y miramos la supervivencia de los pingüinos en el Atlántico Sur por el NatGeo Wild).
Estoy feliz, hermanito. Siempre supe que no eras un ruin para bancar las hijaputeces de la rancia mortadela neoliberal por 4 años más. Pudiste ver que existía algo peor que la vieja sargenta que te cortaba la novela:
El neoliberalismo conservador. Todo un oxímoron, una combinación explosiva, que en la práctica nos peló a todos (bueno, a casi todos).
Pero te juro que voy a tratar de olvidar… o, por lo menos, no te lo voy a recordar. Es mi parte del trato. Y nunca jamás te diré que estas líneas afiebradas las escribí por vos después de una noche de tragos en las que saboreé varias veces la sangre de mi propia lengua.