¿Qué es un hecho noticioso? ¿Qué es noticia? ¿Qué cosas merecen ser puestas en la agenda pública, en el
debate ciudadano? ¿Qué cosas merecen ser dichas? ¿Y qué cosas no merecen un ápice de atención?
Podemos estar en presencia de un hito en la historia del periodismo local. Lo que está aconteciendo en
tribunales puede marcar un antes y un después en la historia de estas nuevas formas y modos de expresión a
través de las redes sociales.
La libertad de expresión y la democratización de la palabra que parecían encontrar su panacea en las redes
sociales se han ido desvirtuando por el mal uso y abuso. La cloaca virtual se alimenta de páginas, foros y
trollscenter en la que ignotos resentidos, odiadores, ignorantes y brutales han tomado las riendas de la palabra
y están convirtiendo esta maravilla de la comunicación en vehículos para la agresión y las mentiras infundadas,
para el escarnio público y el linchamiento mediático. En plataformas para la afirmación y confirmación de los
prejuicios antes que la búsqueda de verdad, para la mentira sistemática, la palabra bastardeada, los intereses
inconfesados.
Nadie haciendo nada por impedirlo y como esperando que toda esa mierda algún día decante sola por el
propio peso de su inmundicia.
Sin embargo cuando todo parecía camino a naturalizarse, a la aceptación de que así son las cosas, de que todos
estamos expuestos a que cualquiera diga lo que se le antoje de lo que quiera o quien quiera, gratis y con total
impunidad, el periodista, director de este diario digital y de la radio pública municipal, Claudio Gastaldi, no la
dejó pasar y llevó a juicio al principal referente de una de las “páginas cloacas” con más seguidores de la red
Facebook por sus acusaciones sin prueba alguna, sin argumentos, escupidos bajo el paraguas de un clima de
época neoliberal anti político.
El director de la radio pública le pone el cascabel al gato y expone en tribunales a un jetón importante de las
redes sociales que niega ante el juez -más veces que Pedro a Jesús- no haber escrito nada de lo que escribió:
Tan patético, tan cobarde, tan cínico, casi como un psicópata.
Pero lo más desvergonzado no resultó ser este individuo impresentable y desprovisto de todo respeto
intelectual, lo peor son los “colegas periodistas” que permiten que este hecho transcurra indiferente al interés
público y social como si se tratara sólo de una disputa judicial más entre privados. Como si no estuviera en
juego el devenir del debate público, de las responsabilidades ciudadanas, del respeto por la palabra y la verdad,
la cruzada contra las mentiras, la impunidad y el desparpajo desbocado e infame.
– Señor director, ¿no le parece que tenemos que hacer alguna mención sobre esto?
– No. Deje que el hombre se las arregle solo.
Casi nadie dijo nada. Casi nadie se hizo eco del hecho: Regalar flores en el día de San Valentín tuvo más peso
noticioso que el juicio de un periodista reconocido, de importante trayectoria -y un funcionario público
también-, contra el difamador serial concordiense más seguido en las redes sociales.
Faltos de empatía y solidaridad. Tan impávidos y apáticos como esos que ven a una persona que están
pateando en el suelo sin atinar a nada para impedirlo. Escondidos en sus madrigueras de seudo periodismo y
amables “publinotas” como si fueran lejanos al riesgo de ser víctimas de la mentira y el escarnio público, como
si fueran ajenos a la defensa por la palabra verdadera y el oficio periodístico… Y tal vez lo son… La indiferencia y
el silencio que practican tiene tufo a censura y los devela como imbéciles o cómplices.
Y sepan siempre que no son buenos periodistas… y tal vez tampoco buenas personas.