Muchos van a coincidir que no hubo 25 de mayo más laborable que el del reciente sábado o Paro Nacional más silenciosamente trabajado que el del miércoles pasado. Podrán decir, con razón, que no hubo actividad pública, que muchos pibes no tuvieron clases, que andaba poca gente, pero el mundo de los autónomos y monotributistas, las actividades profesionales, los que hacen un oficio y los comerciantes se las arreglaron para trabajar igual.
La situación económica se ha vuelto tan apremiante que un día puede cambiar la ecuación de supervivencia tanto para el independiente, que necesita vender y cobrar, como para el asalariado que no quiere perder presentismo, la paga diaria o directamente el trabajo.
El 25 de mayo cayó un día sábado que suele ser el día que mejor trabaja buena parte del sector privado, porque es el día que muchos aprovechan para hacer lo que no pueden hacer de lunes a viernes. En tanto que al paro lo acatan quienes tienen un gremio fuerte que puede respaldarlos ante cualquier tipo de sanción. Para el resto es agachar la cabeza y meterle para adelante aunque el magro ingreso cada vez alcance para menos. Peor es nada, siempre.
El día del paro las redes sociales y los “guasap” se inundaron con consignas estilo “Yo no paro” y “Al país se lo saca trabajando.” Los funcionarios del gobierno neoliberal salieron a contarnos cuánto le cuesta una huelga al país. -Saqué algunos números y equivale -más o menos- a un tercio de lo que se viene perdiendo mes a mes desde hace tres años por la fuga de divisas y el pago de intereses de la deuda externa.
Pero no fue ese zonzo sentido común lo que diluyó el feriado de la Revolución de Mayo y edulcoró el sexto Paro Nacional al gobierno neoliberal: Fue la disciplina que impone el desempleo, la recesión económica, el hambre, el agobio a los contribuyentes y usuarios de servicios, el miedo a perder el trabajo… Al igual que a fines de los 90 y principios de este milenio hay, por lo menos, veinte personas detrás de uno esperando ocupar el lugar y dispuesta a trabajar más por menos.
Si bien el gobierno neoliberal no contó con el “beneficio” de arrancar desde tierra arrasada como la que dejaron los finales catastróficos del 1989 y 2001, supo construir -casi por exclusivo mérito propio, pero apuntalado y sostenido desde los medios masivos con el cuento de “la pesada herencia” y “se robaron todo”- el efecto disciplinador para una sociedad que se le hace más fácil patalear con la panza llena que vacía.
Una disciplina que – también a fuerza de palos, balas y vallas- será utilizada para ir por más “conquistas patronales y neoliberales”: Confiscación de ahorros, canje compulsivo de plazos fijos por títulos públicos, privatizaciones, estatizaciones de la deuda privada y cambios regresivos en las leyes laborales y jubilatorias…
Ahora, cuando parece que la CGT tomó nota de la situación tremebunda, el gobierno de la rancia mortadela neoliberal no necesita de ellos para contener y manipular a la clase trabajadora: Cuando la pobreza y la desocupación llegan a cifras bochornosas ya es demasiado tarde. El desempleo, la falta de dinero en las calles, las novelas de corrupción ficcionada y la utilización de la grieta sirven para el control social, para desperdigar y desmovilizar a los trabajadores y desocupados, enfrentarlos entre sí, enfermarlos… y sálvese quien pueda.
- Si el trabajo dignifica, el desempleo disciplina.
Las últimas dos grandes crisis tuvieron algunos rasgos similares a la situación actual: especulación financiera desbocada, deuda insostenible, fuga de capitales y, sobre todo, inestabilidad y devaluación del trabajo genuino.
Entre la espada y la pared sólo parece haber dos caminos: la explosión social o el golpe de timón en las políticas económicas. Lo segundo no parece una opción para el gobierno de la mano dura y el gatillo fácil. Lo primero sería una tragedia para todos.