Las Crónicas de Oxímoron : Brindis por el desencanto

Pablo insistió en jugar por un champagne que MM llegaba al balotaje y después ganaba. Me pareció una tontería. No la apuesta en sí: Él  tiene derecho a seguir creyendo lo que quiera, a tener sus esperanzas. Me pareció una tontería eso de apostar un champagne, pero parece que es una bebida distintiva de cosa lujosa ydigna de apostar.

Pablo me dijo qué variedad debía ser, pero no recuerdo. Sé que tenía que ser Chandon… bue. Acepté la apuesta pensando que después le voy a decir que deje nomas, que no lo quiero, que mejor lo venda y se agarre la plata. Acepté la apuesta para despreciarlo luego. A él – no me olvido- que paró en mi casa a tocar bocina el día que ganó el neoliberalismo. La misma persona que ahora paga la luz cuando le llegan los avisos de corte y no atiende el teléfono o se esconde en su casa, detrás del negocio, cuando le quieren cobrar las deudas que no puede pagar.

El negocio de ramos generales que “heredó” de su suegro sobre la ruta 14 supo ser una potencia: ferretería, caza y pesca, camping, ropa de trabajo, carnicería, locutorio, almacén y bar. La construcción de la autovía y la buena ventura de que un retorno de la misma se emplazara casi justo a la altura del local debía resultar maná del cielo para los años venideros.

Sin embargo –como ya sabemos- todo fue en declive. Y ahí estaba yo, después de mucho tiempo sin ir, escuchando que la luz te la regalaban, que vivíamos una ilusión populista e íbamos camino a ser Venezuela, que se robaron todo, que no podía ser viable el país aquel. Pablo luchaba por mantener encendido un celular de batería casi muerta para poner un video que demostraría cómo habían hecho los kirchneristas para robar…
¡5 millones de votos!

Pablo insistía y yo, en modo “stand by”, miraba sus estanterías peladas, la mitad de las heladeras vacías y apagadas, la exhibidora de carne con tres tiritas de asado de color rojo viejo, media docena de bifes y nada más. El negocio totalmente vacío de gente a la hora del mediodía y su empleada de siempre haciendo muecas de fastidio. Se está fundiendo y encima la realidad se empeña en desengañarlo de todo eso que repite y defiende día a día. Su propia realidad lo abofetea: los vecinos y los trabajadores golondrinas ya no van por sus copitas ni sus picaditas para despedir la jornada, los camioneros casi no paran a pernoctar, los vencimientos se vuelven una calesita vertiginosa e imparable. Son pocos los vendedores que lo siguen visitando y muchos los acreedores que lo acobardan queriendo cobrar.

Preso de una ilusión envenenada que se lo lleva puesto con su negocio de 50 años de trayectoria. Que se lo carga upa junto con el legado de tres generaciones.

Lo que defiende con tanta ira se está tragando el full time de vida abocado en salvar las papas y, sobre todo, su orgullo.

Como en ninguna crisis antes.

Mi goce fue escucharlo en silencio, casi sin interrumpirlo, sin contrariarlo. Con poco disimulo le echaba un ojo al decaído lugar al mismo tiempo que celebraba en secreto su monólogo desesperado. Celebré en secreto dejarlo que se escuchara a sí mismo, repitiendo lo mismo, pero cuatro años después y con el agua a la altura de la nariz.

Acepté con sorna su cursi y absurda pedantería de apostar un champagne sobre la cubierta del Titanic. 

Uno sabe que nunca se le desea el mal a nadie, pero tengo que confesar que me hubiera parecido injusto que Pablo saliera ileso de esta bomba de destrucción masiva que resultó ser el gobierno de la oligarquía parasitaria.

Seco, fundiéndose y macrista… sería una risa si no fuera para llorar.

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