Por Fosforito
Hace tiempo que me despierto todas las mañanas con la idea de que cada día es el primer día del resto de mi vida. No por eso intento vivirlo de una manera intensa, dionisíaca,por el contrario, los voy viviendo como parte de un minucioso plan para delinear la manera en que viviré la segunda mitad de mi vida.
Pero yo tengo poco más de 40 años y tal vez es normal que la vida me haya puesto en crisis existencial, que los años me pidan balance y arqueo de caja, pero mi hijo tiene casi 17 años y para él, en este momento, no hay nada más importante que su Último Primer Día (UPD) de su paso por la escuela secundaria.
Así que estábamos los dos solos en el patio hace unas noches atrás. Cada uno con su agitación interna, cada uno con sus tribulaciones existenciales: yo soñando con una vida distinta y él soñando con lo que pasará este mismo domingo nomás.
– Qué bueno. No falta nada para el Último Primer Día.- Me dijo. El pibe no se notaba tan entusiasmadopor empezar la escuela, su último año de secundaria, – pero, ¿quién lo estuvo alguna vez?- como ilusionado y ansioso por participar de un festejo que se ha hecho tradición este último tiempo en casi todo el país: El Último Primer Día (UPD) consiste en que los compañeros de curso del último año se reúnen la noche anterior al inicio de clases, en una casa, en un club o una quinta, para celebrar con música, baile, alcohol y demás para hacer la vigilia -la previa- hasta la mañana del otro día al momento de ingresara la escuela.
Yo ya había deslizado mi oposición al respecto, pero él estaba confiado que -como casi siempre- podríamos llegar a un acuerdo… Sin embargo las características y el contexto del rito me caen pésimo. Así que me puse algo inflexible. Diciéndole que me parecía una verdadera estupidez hacer algo sólo para llegar borrachos y amanecidos a la escuela en el primer día de clases. Que podían hacerlo el sábado anterior. Que quién era el padre que prestaba la casa quinta a sabiendas de las particularidades del festejo. Que si acaso ese padre no fue a la reunión convocada el año pasado por los directivos en la que -con mucha vergüenza- tuve que escuchar cómo nos cagaban a pedos a los “adultos responsables”. Si no pensaba que todo era una gran falta de respeto para los profesores, directivos, el resto del personal educativo y alumnos que tendrían que fumarse el desplante.Que seguramente su último año de secundario tendría muchos momentos únicos y memorables, pero que ese festejo escapaba a todaracionalidad. Que no entendía el sentido de esa celebración que no me dejaba de parecer toda una novedad idiota. Le pregunte si nadie, si ningún compañero, se cuestionaba ese tipo de rito… Pero no… para ciertas cosas los pibes actúan empujados por sus hormonas y por el deseo de vivir experiencias iniciáticas a la vida adulta – aunque a veces sea una mal entendida vida adulta.
No hubo argumentos en oposición. No había excusas valederas. No hay motivos ciertos: La onda es sumarse a la ola. Llegar amanecido, de fiesta y en pedo a la escuela el último primer día de clases. Pura rebeldía, provocación y coqueteo con el reviente de una juventud que siempre confía en su inteligencia, en su vitalidad, en su buena estrella y atropella todos los obstáculos.
…
La noche terminó de muy mala manera. El pibe desbocado, diciéndome cosas horribles, obstinado y trabado por la ira, y yo contando hasta 100 para no matarlo…
El día después ambos pasamos de la rabia a la reflexión… Él con cola de paja sabiendo que había actuado mal y buscando el momento para hablar de nuevo, ofrecerme una disculpa, pero sin resignarse a su deseo. Yo con el corazón oprimido de dolor, esperándolo y buscando una salida airosa al atolladero.
-Papi, perdóname por todo lo que te dije. Entiendo lo que me decís, pero yo quiero ir. No me lo quiero perder.
En fin: Quedamos en que si llegaba a ponerse ebrio volvía para casa.
Entre semana, con buen tino, el director del establecimiento convocó a dos alumnos por curso para tratar el asunto. El hombre, de vasta experiencia en estas cuestiones, no se opuso al festejo, pero les pidió a los chicos que todos y cada uno sean responsables y solidarios con sus compañeros y que transmitan el mensaje al resto sobre la postura del colegio: Serían recibidos por el personal educativo con un desayuno, no se pondrían faltas, no darían contenidos, pero nadie entraría a la escuela en condiciones no aptas. Quedaba en ellos ponerse el primer límite, el primer freno. En cuidarse entre sí.
Con los hijos uno hace lo que puede. Intento ser un padre piola. Abierto a los nuevos tiempos y siempre tratando de ser comprensivo, dialoguista y persuasivo. Intento pasar tiempo con ellos, compartir cosas, escucharlos, meterme un poco en sus mundos, tratar de entenderlos. Hablar con sinceridad. Ser lo más transparente posible. Uno se ilusiona con ser padre y ser amigo. No sé si estoy en lo correcto, no sé si me sale, si lo hago bien, pero lo cierto es que no siempre funciona…Porque por más que uno lo intente la juventud siempre irá un pasito más allá. Nos volverán a dejar en “orsai”. Nos pondrán en contradicción, contrariedad y conflicto.
Ellos siempre serán la nueva ola cuando uno ya es parte del mar.