El principio de que toda acción conlleva una reacción parece cumplirse a rajatabla en el devenir de los procesos políticos, sociales culturales de la argentina. Y La antinomia parece ser el ingrediente sine quo non en ese fenómeno de acción–reacción: River vs Boca; Los Redondos vs Soda; Unitarios vs Federales; Peronistas Vs. Anti peronistas; K vs Anti K; Aborto Legal Seguro y Gratuito vs Salvemos las Dos Vidas; Veganos vs Anti veganos; Cerveza artesanal vs Cerveza industrial; Yo te creo vs Yo no te creo; Feministas vs Machistas…
Me siento como un recién llegado en una fiesta donde no conozco a nadie respecto del movimiento feminista, pero mi convulsionado corazoncito “zurdo anarco peronista” siempre me pone del lado de aquellos que pelean por sus derechos y por las causas populares. Además, cómo se podría estar en contra del anhelo de madres, hijas, hermanas, amigas que decimos amar y respetar.
Supongo que lo que se busca en definitiva es una sociedad justa, mejor para todos y por eso fue necesario que las mujeres hagan notar a los hombres la posición de privilegio que tienen y sobre cómo hemos construido una subjetividad masculina que es injusta para las mujeres. Hemos construido el mundo, el modelo de organización social, política y económica tomando como referencia al sujeto masculino. Somos la parte privilegiada del contrato social.
Soy un novato, y seguramente un machista necio y con poca autocrítica, pero creo que logré entender que no se trata de culpabilizar al hombre, se trata de censurar el patriarcado que básicamente es un sistema en el que los varones dominan a las mujeres ejerciendo una opresión –violenta o no- para apropiarse de la fuerza productiva y reproductiva del género femenino. Se trata de terminar con la masculinidad tal y como la entendemos porque está en la base de muchas injusticias y violencias que sufren mayoritariamente las mujeres, pero también otro tipo de masculinidades disidentes como las masculinidades gais, lésbicas y trans.
Pero como si se tratara de una sátira pedorra de “El Planeta de los Simios” la especie en apariencia amenazada, el macho, está levantado en armas como si esto se tratara de una sublevación de hordas salvajes que pone en peligro el futuro del mundo tal como lo conocemos -o tal vez sí, y para mejor.
Se manifiestan preocupados y se muestran amenazados, acongojados, temerosos e incluso enojados con el asunto del feminismo. Es comprensible que nadie quiera perder los privilegios. Pero este no parece ser el asunto… al menos el que percibo en la superficie.
Casi a la par del despertar y ascenso del colectivo feminista se fue armando “la contra”. De repente empezaron a llegar -vía redes sociales- cadenas cuestionando la moral, el fanatismo, el desparpajo y la presunta lascivia de célebres y no tan célebres activistas y referentes del colectivo feminista: Historias de mujeres despechadas dispuestas a todo. Historias de histerias capaces de pasar de la seducción a la denuncia en fiscalía en lo que dura un piropo. Exageraciones delirantes e hilarantes del tipo “ahora hay que firmar un acuerdo ante escribano para tener sexo seguro”.
A las feministas más apasionadas las empezaron a llamar “feminazis”. Un remisero contaba que ya no le abría la puerta del auto a su pasaje femenino (muchos de los que estábamos escuchando dudamos que alguna vez lo hubiera hecho, pero…): “Andá a saber con lo que te puede salir una loca de estas”. Otro comensal era dentista y explicaba que en su consultorio pedía a las pacientes que cruzaran ambos brazos a la altura de los pechos… “Mirá si la rozo con la p… sin querer. ¡El quilombo que me puedo comer!”.
Así que a toda acción corresponde una reacción: Como este miedo, infundado tal vez, pero que se percibe muy real: El miedo a que todo lo que puedas hacer o decir podrá ser usado en tu contra.