Las claves del Plan de Desarrollo Industrial para los próximos 10 años

La presidenta aludió a la necesidad de incorporar valor a la economía para que la Argentina no sólo fuera conocida en el mundo por su producción de alimentos, sino también como una Nación de fuerte vocación industrial.
Esta intención a largo plazo se sustenta en los auspiciosos indicadores actuales del sector, que arrancó el año con un crecimiento del 10,5% en comparación con enero de 2010, según los últimos datos del Indec. La Encuesta de Expectativas Industriales (EMI), a su vez, indica que nueve de los 12 bloques industriales registraron subas interanuales en enero, al tiempo que el crecimiento de la industria, de 9,7% durante 2010, fue incluso superior al del conjunto de la economía, que osciló el 9% durante el último año.
En los próximos meses, el objetivo del plan es discutir en foros compuestos por industriales, trabajadores y especialistas, cómo mejorar la productividad en sectores puntuales seleccionados en base a la cantidad de empleo generado, la capacidad de innovación, la potencialidad exportadora y el impacto en las economías regionales. Con asesoramiento de la CEPAL, el propósito es asegurar un crecimiento anual del PBI del 5% que permita seguir mejorando los indicadores socioeconómicos, duplicando exportaciones, mejorando la balanza comercial y reduciendo los niveles de pobreza y de desempleo, estimado para el 2020 en un 5%.
Es cierto que plantear una continuidad en este sentido confiere previsibilidad al modelo y ratifica el intento por consolidar una política industrial en un país que, pese a las mejoras recientes, aún evidencia altos niveles de primarización en su economía. Resulta evidente, además, que garantizar una reconversión en la estructura productiva del país será un proceso sin dudas complejo y gradual, que supone dar una batalla económica pero también política e ideológica frente a grandes grupos económicos que se resistirán a perder beneficios de un modelo de acumulación del que históricamente se han beneficiado. Sin embargo, del análisis de los bloques industriales a impulsar dentro del plan parece privilegiar aquellos que muestran un crecimiento vertiginoso, antes que fomentar el desarrollo de otros sectores de menor despliegue durante el último tiempo. El criterio de planificación sólo alude a sectores preexistentes, y a la vez no contempla los problemas de capacidad instalada en la industria para evitar “cuellos de botella” en la producción, uno de los interrogantes a resolver para garantizar la continuidad de la política industrial.

SECTORES INDUSTRIALES ELEGIDOS. Las grupos seleccionados fueron Alimentos; Calzado, Textiles y Confecciones; Madera, Papel y Muebles; Material de Construcción; Bienes de Capital; Maquinaria agrícola; Autos y autopartes, Medicamentos; Software y Productos químicos y petroquímicos. En conjunto, explican el 60% del empleo industrial y el 80% del PBI industrial. El de mayor expansión ha sido el Automotor. La propia presidenta se ocupó de destacar el crecimiento de ese sector, de un 386% desde 2003, batiendo récords de patentamiento de autos y motos cada mes. Según datos del Ministerio de Industria, el complejo automotriz detenta 80 mil empleos directos, más del doble que en 2002. Aunque la integración de piezas locales en la producción aún continúe en baja proporción, y sea el motivo por el cual el año pasado el sector haya terminado con un déficit comercial de aproximadamente U$S 5000 millones, se han logrado estándares de producción superiores a otros años, con una sensible disminución en ese déficit, en parte por el volumen de inversiones previsto por empresas automotrices y por el Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, que ya lleva aprobados proyectos por unos 41 millones de pesos y tiene en estudio otros por $ 170 millones, con la idea de fomentar un progresivo proceso sustitutivo de autopartes provenientes en mayor medida de Brasil.
El Software es otro sector a impulsar dentro del Plan. De acuerdo con el último informe sectorial elaborado por el Centro de Estudios para la Producción (CEP), la Argentina representa el 0,22% del mercado mundial, en una región donde el desarrollo de este tipo de tecnología es aún incipiente. El sector de Software y Servicios Informáticos cuenta en el país con alrededor de 1000 empresas, de las cuales, un 80% son pymes. Pese a ello, las grandes compañías concentran el 90% de la facturación y más del 70% de las exportaciones.
Por otro lado, Maquinaria agrícola registró un crecimiento internanual del 20,5%, según datos de CAME. La presidenta pidió especial atención para evitar las importaciones de tractores y cosechadoras. La industria textil, por su parte, se expandió desde 2003 a la fecha un 143% y alcanzó, según la Fundación Pro-Tejer, el máximo histórico en su índice de producción durante 2010. Además, sumó exportaciones por más de U$S 550 millones e inversiones por $ 840 millones.
La Construcción fue el sector que más trabajadores incorporó en el último año, inclusive recuperando la totalidad de los que se habían perdido durante la peor parte de la crisis. Actualmente emplea a más de 400 mil trabajadores formales, según datos del Indec, y es uno de los sectores que más emplea en el país. De los 200 mil trabajadores que concentraba en 2004, se pasó a casi el doble en 2010. En ese contexto, el año pasado se produjeron 2,6 millones de toneladas de cal y otras 10,5 de cemento, cifras records para este insumo básico del sector. La comparación interanual, además, indica que la Construcción creció un 11,7% con respecto a enero de 2010.
La industria del calzado, por su parte, explica alrededor del 0,8% del Valor Bruto de Producción (VBP) industrial y representa el 35% del VBP de la cadena del cuero. Está integrada por alrededor de 800 empresas, mayormente pymes, que emplean a más de 30 mil personas en forma directa (registradas y no registradas), y genera más de 15 mil puestos de trabajo indirectos.

EVITAR LOS CUELLOS DE BOTELLA. A pesar de los alentadores números en cuanto a generación de trabajo y niveles de producción en la mayoría de los sectores comprendidos en el plan, el principal limitante estructural que se le plantea a la industria este año tiene que ver con la utilización a elevados niveles de la capacidad instalada. Este es un indicador clave para estimar las posibilidades a futuro. Para su cálculo se tiene en cuenta cuál es efectivamente la producción máxima que cada sector puede obtener con la capacidad instalada actual. Se consideran criterios técnicos, como el aprovechamiento potencial de las plantas productivas, empleando el máximo de turnos posibles y las paradas necesarias para el mantenimiento apropiado de dicha capacidad.
Los últimos datos revelan que la mayor parte de los 12 grandes bloques industriales finalizaron 2010 muy cerca del límite. El promedio de utilización de acuerdo a datos del Indec muestra un saldo de casi 83% en diciembre y aproximadamente un 78% para todo el año, lo cual refleja la intensidad de la actividad industrial, pero también anticipa la necesidad a futuro de destinar inversiones a estos sectores, en especial hacia aquellos que generan mayor encadenamiento de valor y fuentes de trabajo registrado. Hay que tener en cuenta que el promedio de utilización de capacidad instalada entre los años 2000 y 2001 apenas superaba el 50%, con lo cual el elevado índice actual también refleja el constante aliento a la producción para satisfacer la demanda, al tiempo que plantea la necesidad de garantizar un volumen de inversiones que fortifique estructuralmente al sector y no se limite solamente a criterios cuantitativos de producción.

CONCLUSIONES. Frente al peligro de los cuellos de botella, se advierten, entre sectores del establishment, permanentes llamados a enfriar la economía, de manera de desalentar el consumo y contener los precios de los productos que, por falta de abastecimiento o exceso de demanda, conducirían a una suba de precios o a la merma de exportaciones en el caso de las firmas que destinan su producción al mercado externo. Sin embargo, tal como manifestó la presidenta, la rentabilidad no está dada por el aumento de precio, sino por la innovación tecnológica, que exige mayor demanda y mayor consumo. Al mismo tiempo, una política sostenida de impulso a la inversión, que no limite el destino de los recursos a criterios de tipo incremental, como la compra de maquinarias para satisfacer mejoras puntuales de productividad, sino que prevea la instalación de nuevas plantas que aumente la capacidad instalada de los sectores más comprometidos, parecen ser las medidas más conducentes para continuar con la actual política de expansión industrial, sin desatender el consumo interno, clave en la recuperación del país desde 2003.
De todas maneras, ¿alcanza la ejecución de un plan de estas características para pensar una orientación del país en términos estratégicos, que le permita a la Argentina crecer, pero también ser competitiva a nivel global? La selección de los sectores incluidos en el plan parece responder más a un intento por mejorar los indicadores de exportación, generación de empleo y sustitución de importaciones de cada uno de ellos, antes que una definición de perfil productivo que promueva una inserción internacional similar a la que tuvo Corea con la industria pesada y la electrónica, por citar un país de rápido desarrollo industrial. Pese al indudable auge e importancia de los sectores elegidos para beneficiar con el plan, el recorte aún es muy amplio, y será necesario que la Argentina avance a futuro en una especialización intrasectorial que le permita orientar esfuerzos en rubros industriales donde sea referencia mundial por producción y calidad. Un objetivo que, sin dudas, no será fácil alcanzar sin un consenso político que definitivamente deje en el pasado el peso simbólico y autorreferencial de “granero del mundo” o el estigma de asegurar que “cultivar el suelo es servir a la patria”.

Fuente: Tiempo Argentino

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