Ni siquiera la policía se bancaba esa medida tan estricta de no informar, ese extremado celo por guardar data imprescindible y para nada obstaculizadora de procedimientos. El pasado viernes, cuando se conoció la aparición de la existencia de un cuerpo sin vida en las afueras de Concordia y durante muchas horas, la prensa fue víctima de teléfonos apagados o silencios incomprensibles.
El secreto de sumario determinado por el fiscal sobre el hecho, fue absolutamente comprensible, la necesidad de resguardar prueba y datos relacionados a al causa es de manual, sin embargo, esa situación no tiene nada que ver por ejemplo con conocer la identidad de la víctima o el parentesco que lo unía al sub jefe de policía de la provincia, o la hora y el lugar en el que encontraron el cuerpo. O sea, en qué puede afectar a la investigación y al secreto de sumario que, las audiencias de diarios, radios y tv se enteren de que alguien fue asesinado y/o el nombre de la víctima, el lugar de los hechos, en fin, información irrelevante a los efectos de no entorpecer la investigación y determinante para evitar el chisme burdo y la proliferación de conjeturas del calibre más disparatado.
A quien puede beneficiar y/o perjudicar que esa información sea ocultada.
Lo mismo ocurrió luego de que Lafourcade decidiera el allanamiento de la vivienda del imputado. En que puede afectar a la investigación que se informe que fue allanada la casa de una persona sospechada, es decir, que se ofrezcan datos elementales sobre el hecho de modo que la sociedad esté sabiendo lo que ocurre en relación al episodio. Es decir que por ejemplo se diga que ese allanamiento derivó en resultados positivos, etc. etc.
El tema no es menor, cuando DIARIOJUNIO le preguntó a Lafourcade sobre el hecho, respondió que era “especialísimo”, “de características muy especiales”, “atípico”. Epítetos todos que podrían ser ciertos, sin embargo cuando le preguntamos porque calificaba de ese modo el hecho, no respondió. Ese silencio, obviamente, alienta las sospecha, la conjetura periodística. La mía fue que fue “especialísimo”, no por otra cosa que porque se trataba de una persona ligada al poder, en este caso, policial, la víctima era primo del subjefe de policía de Entre Ríos.
También que no es lo mismo allanar la vivienda de una persona con “cara de expediente”, de esas que ocurren casi todos los días pero que se relacionan a personas que carecen de red social, que son absolutos desconocidos por “la sociedad”, allanar la casa de un habitante de los suburbios, a llegar con la policía y rodear la casa de un ganadero o comerciante renombrado que esta nada menos que sospechado de un crimen.
Coincidirá conmigo el lector que no es difícil pensar en la estigmatización. Más aún, suena hasta lógico eso de no importunar a ese sector social que cree “normal” esa diferenciación.
Para sorpresa y lamento, no es la primera vez que observamos ese tipo de comportamientos en Lafourcade.
ESPECTACULARIDAD Vs INFORMACION
A medida que el hecho y los personajes en danza comenzaron a ser la comidilla pública ; luego que la calle (que se sabe es propensa a estigmatizar y a hacer correr comentarios muchas veces exagerados), comenzó a juzgar y a dejar claro que el principal sospechoso no generaba los mejores comentarios sociales, la cuestión parece haber recrudecido el espíritu estigmatizante.
Como explicaría Lafourcade que en vez de detenerlo en los tribunales, una vez que el sospechoso se presentó espontáneamente junto a su abogado, lo dejó que se fuera y mandó inmediatamente a la policía a atravesarle un auto en pleno centro de la ciudad. Cómo explica ese cambio de opinión en apenas segundos ya que Marsicano estuvo en tribunales desde las 11,30 hs hasta pasada la hora 13, que, cansado de esperar, fue el momento en que abandonó el edificio junto a su abogado Ivan Drí, según el relato minucioso que este hizo ayer a este diario y a otros medios.
VOLVER A LAS PEORES Y VIEJAS PRACTICAS DE OCULTAMIENTO
Decir que la idea que sobre la justicia tiene la sociedad es que se trata, a secas, de una casta, una familia de privilegiados y amigos, un poder desacostumbrado de las prácticas democráticas, no sería una novedad, sin embargo y en honor a la verdad, debe decirse que, comparada con lo que esta misma justicia era algunos años atrás, existen diferencias notables.
A fuerza de un trabajo periodístico tenaz y paciente, en la provincia y especialmente en Concordia y a la renovación de cuadros en ese poder, se ha ido logrando que ese poder se vaya poniendo a tono con los nuevos tiempos. Un poco, no mucho, pero algo se logró. Entre los logros destaco especialmente el haber instalado socialmente que una cosa es el secreto de sumario y otra muy distinta el ocultamiento informativo, la idea de manejar lo que sucede dentro de ese recinto como si se tratara de algo privado. Como si quienes deambulan diariamente por sus pasillos fueran señores feudales, patrones de estancia que no deben dar cuentas a nadie de lo que hacen.
Se me vienen a la memoria casos emblemáticos como la causa Yedro cuyos expedientes tardaron 4 años en ventilarse oficialmente, mientras abusaron de las “medidas previas”. Uno de aquellos personajes de la justicia que participó de esas prácticas, el entonces fiscal Jorge Suñer, es ahora maestro de Lafourcade.
Lo paradójico es que, cuando aquello ocurría, Lafourcade criticaba con dureza ese comportamiento. No era para menos, Anibal es hijo de Adolfo “Piliche”, un destacado y valiente dirigente político radical que siempre se manifestó en contra del ocultamiento de datos que debieran ser públicos.
Aunque no existe relación entre los casos en que su padre denunciaba, vinculado a hechos de corrupción y estos, que tienen otro carácter, sí tienen relación con la práctica judicial del ocultamiento a la sociedad de hechos que no tendrían porqué ocultarse.
Ojala todo esto sirva no para estigmatizarnos a quienes nos animamos a escribir estas cosas, sino para reflexionar acerca de los cambios profundos que hemos ido produciendo entre todos a esta sociedad que moldeamos cada uno un poquito y día a día.