La voracidad de Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis

En nuestro escenario social, político y económico, un jinete vendría a ser la burguesía apátrida y empresarial, que solo piensa en una progresiva acumulación  de capital para luego fugar al exterior y así evadir impuestos. Otro jinete sería un Poder Judicial corrupto y usurpador de poderes constitucionales. También tenemos una corporación política de extrema derecha neoliberal cuasi fascista dispuesta a todo cuando «huelen sangre» electoral, y también cuando son oposición. Y no dejemos afuera al sector del periodismo servil, diseñador de fake news a toda hora, sin el más mínimo escrúpulo a la hora de la estigmatización  más inhumana, como sucedió con la hija de la Vicepresidenta.

Porque es evidente y notorio que, en los últimos años, hemos asistido a una avanzada descomunal por parte de grupos corporativos que han logrado articular, con mucha eficiencia, los flujos del capital concentrado, la intervención de mafias judiciales, y el bombardeo persistente de la corporación mediática. Esta verdadera «asociación ilícita» desató una verdadera guerra contra un enemigo no solo desarmado, sino también vulnerado. 

La paradoja de Argentina actual es que el Estado de «excepción» (que algunos llaman Estado paralelo mafioso) no ha sido por el gobierno de turno, sino por el acuerdo espurio de los poderes fácticos,

Los integrantes de esta mafia impune, protegida por un sector del Poder Judicial corrupto, organizan sus innumerables operaciones de la siguiente forma: espían, persiguen, hostigan, difaman, arman mesas judiciales, animan una Gestapo nativa, persiguen a los sindicalistas rebeldes, proscriben, encarcelan, instalan el law fare por doquier, practican el terrorismo financiero desestabilizador, se sientan sobre las silobolsas, extorsionan, evaden, exhiben con obscenidad su pertenencia de «clase», adoran los gestos cortesanos, bloquean cualquier intento de regulación democrática, remarcan precios a diestra y siniestra, visitan la «Embajada» en busca de ofrendar sumisión, se enriquecen con las miseria de los demás, desprecian a las mayorías populares, estigmatizan las figuras de los líderes populares, aborrecen las expresiones plebeyas y aborrecen los lazos solidarios tendidos entre las muchedumbres urbanas. Pero lo más grave y preocupante de este despropósito es que por primera vez en toda la historia democrática de nuestro país estos antipatrias han logrado una representación parlamentaria decidida a defender los intereses concentrados a cualquier costo, oponiéndose a toda medida progresista en favor de los que menos tienen: una coalición integrada por liberales, radicales híbridos, conservadores, neofascistas que nos hacen recordar a la «Unión Democrática», todos ellos dispuestos al silencio, a la complicidad, al servilismo, a la humillación, a la justificación de la violencia represora, a los intentos de magnicidios y a el saqueo, a través del contrabando y de lo que se ponga delante de sus olfatos depredadores.

Será posible que los argentinos nobles, que los hay a millones, no sepan comprender los dispositivos de este nuevo fascismo ultraliberal donde se han empeñado en producir subjetividades capaces de producir resignación, complicidad, culpabilidad, autoexigencia, rendimiento limitado pasión por la ignorancia, espíritu sacrificial, desprecio por las construcciones colectivas. Pero por sobre todas las cosas, dichas usinas se dedicaron a reproducir un sentido punitivista, a motorizar el deseo de aniquilación, y a excitar las pulsiones destructivas. Eso favorece proyectar en el «otro» la absoluta responsabilidad por la impotencia, de los fracasos y de los obstáculos que nos permiten acceder a los frutos del rendimiento, la exigencia y el sacrificio: solo resta poner» fuera de juego» al agente del «mal». Los más osados militantes mediáticos no han cesado de blandir la exigencia de un país, sin kirchneristas, sin sindicatos, sin conflictos sociales, sin pasiones alegres. Y para ello, en una democracia de baja o nula intensidad como la que estamos transitando todas las violencias, todas físicas y simbólicas, como las bolsas mortuorias en la Rosada, son para «ellos» válidas, incluso las del «gatillo fácil», como la del  intento de magnicidio.

Eso es lo que tenemos por doquier: militantes de tristeza colectiva que agitan insistentemente  la reiterada cantinela de «un país de mierda». Que no han dudado en vallar el obelisco, luego del mundial para transformar los fervores plebeyos en impotente desesperación por acceder los abrazos reparadores, como operar con la Policía de la Ciudad para imposibilitar que los jugadores campeones pudiesen llegar a la Casa de Gobierno, como si esta fuese una Iglesia de adoctrinamiento. Todo esto tiene una larguísima relación de la derecha con el fracaso, la culpa y la inferioridad; fracasamos como Nación por no intentar parecernos como colonizadores ante quienes los vernáculos se sienten inferiores, como el arrepentimiento de Macri ante el Rey de España pidiendo perdón por habernos independizado. Y por ende endilgarnos la «culpa» como pueblo, del dolor «por no haber sido».

¿Es que acaso a los argentinos nos cuesta tanto como pueblo racional, darnos cuenta de que estos «jinetes» que les mencionaba al principio, han iniciado un galope desenfrenado para una desestabilización total a través de la economía donde se cartelizan de una manera infame para elevar los precios artificialmente que no responden a los verdaderos costos de producción?

Estos señores son el nutriente natural de los gobiernos antipopulares. La reunión de los «señores» empresarios en el lujoso Hotel Llao.Llao de Bariloche, era para calibrar hasta donde un candidato de la derecha podría quebrar el músculo de la resistencia de cualquier gobierno popular. Ellos fueron y son la causa misma de la «grieta» sazonada con mucho odio visceral y causa fundamental de la base histórica del estancamiento de la Argentina, y cuando no pudieron dirigieron sus corceles a los cuarteles donde uniformados en una misma «casta» le garantizaban la impunidad del saqueo. Son los herederos altaneros de una raza de salteadores del poder disfrazados con «noblezas» adquiridas a sangre y fuego. Son los «nuevos empresarios» industriales con las viejas mañas de los terratenientes de las vacas, el trigo, y la soja, con envenenamiento con millones de litros de agrotóxicos, corrompiendo a legisladores para que aprueben las leyes transgénicas que modificaron la agricultura de tal manera que la explotación en campos talados de árboles productores de oxígeno y captadores de Co2 que alteraron el clima de la región y determinaron la expulsión de los pueblos rurales, para aumentar sus ganancias que después fugarían con la complicidad de los banqueros inescrupulosos a los paraísos fiscales denunciados con nombre y apellidos en esta misma columna recientemente. 

En suma, son el trazo grueso de una Nación que nunca terminó de nacer. Son los que en tiempos electorales son falsos vendedores de ilusiones y de felicidad que solo será de ellos. Son los arrogantes pisoteadores de Jueces y proveedores de las sucesivas dictaduras.

Este gobierno ha tenido muchas fallas sobre todo a la hora de toma de decisiones y la oposición olió como los tiburones, que estaban frente a una presa fácil. Sólo había que esperar el momento oportuno para actuar a cara descubierta. Y ahora lo están haciendo a través de la economía cuya anemia de dólares, entre fugados y escondidos, no puede funcionar a pesar del enorme crecimiento en distintas áreas que por una mala política de comunicación pareciera que nunca hubiesen ocurrido.

Lamentablemente la escandalosa deuda externa y el sometimiento al FMI, la Pandemia, la Guerra en Ucrania con el aumento de los commodities y la sequía configuraron un escenario patético para que los cuatro jinetes del Apocalipsis emprendieran una desenfrenada embestida para quedarse con los jirones de nuestra Patria. 

¡Despertad argentinos! ¡A los tibios los vomitan las urnas!

 

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