Hoy DIARIOJUNIO, en su versión digital cumple 17 años. El diario se lanzó al ciberespacio un día 7 de Junio de 2003, pero JUNIO había nacido un tiempo antes como una revista semanal de política, cultura e interés general. Hizo su aparición soberbia y atrevida para meter ruido en un unísono cantar monopolizado por la AM y el diario vespertino, con la excepción de algunos pocos y dispersos programas aislados en contadas FM que les daban lugar.
La revista estaba hecha a los ponchazos y con escueto presupuesto, con la tecnología y los medios de la época, con empuje y pasión amateur. Con modos y condiciones de trabajo más similares a un emprendimiento familiar que a una empresa de la información.
La aventura en papel duró apenas poco más de un año, quince meses, con una ruptura de sociedad y un cambio de nombre en el medio: El 7 junio de 2001– el viernes 8 de junio para ser rigurosos- dejó de llamarse SETIEMBRE, “como lo dice la gente” para empezar a llamarse JUNIO, “el mes del periodismo” (Por lo general, nunca nos destacamos por rompernos mucho la cabeza en eso del marketing y encontrar nombres grandilocuentes).
En diciembre de 2001, apenas 6 meses después del cambio de nombre y el relanzamiento, Revista JUNIO, se derrumbó junto con el país y la economía. Nos desaparecimos tan abruptamente y soberbios como irrumpimos, con una edición de 100 páginas, tapa a todo color y anunciando los vientos de cambio.
Los caminos de quienes estábamos ahí se bifurcaron. Algunos siguieron trabajando en alguna radio, o empezaron a estudiar carreras alternativas para no morir de hambre o se “reconvirtieron” –una concepto inexistente por aquellos años- e iniciaron un largo periplo por el exilio, a veces demasiado alejados y otras rondando cerca, picoteando trabajos, aportando colaboraciones, pero nada regular.
En 2003 parte de aquel equipo se volvió a reunir para darle una segunda vida a JUNIO, esta vez en formato digital: DIARIOJUNIO, el primer diario digital de la región de Salto Grande y el segundo de la provincia; nacido en un mundo apenas conocido, un mundo digital difícil de abordar para personas que venían del mundo análogo. Había que cerrar los ojos por entonces e intentar ver el mundillo del periodismo sin olor a papeles, revistas viejas apiladas juntando humedad, lapiceras reventadas en el bolsillo, prescindiendo de las bibliotecas por buscadores como Yahoo o Google. Había que tener una gran capacidad de abstracción para entender y descifrar la virtualidad, el ciberespacio, la “nube” y todo lo que significaría para esta profesión, este oficio, esta actividad tan singular en la que sabemos poco de todo y hablamos de todo un poco.
La primera quijoteada, la primera loca aventura, fue insistir con una revista de papel en el año del incendio.
La segunda… La segunda está por verse, porque todavía se sigue escribiendo…