Alaniz dijo que trazar paralelos en la historia es complicado. “Pasaron 100 años y 100 años en el Siglo XX son más importantes que los 5.000 años anteriores en la historia de la humanidad. Las transformaciones y los cambios han sido muy grandes”, dijo. En 1918 había 10.000 estudiantes universitarios en todo el país mientras que en la actualidad son dos millones. En 1918 casi no había mujeres mientras que ahora tomaron un protagonismo notorio en la vida pública. En 1918 en Córdoba había 150.000 habitantes y 2.000 estudiantes; el 2018 vive más de un millón y medio de personas y cientos de miles de estudiantes. “Incluso el concepto de Juventud en 1918 no es el mismo que el de Juventud hoy”, dijo.
Las comparaciones siguieron. Ese año, la Revolución Rusa sólo hacía pocos meses que se había realizado y estaba en plena ebullición y expansión mientras que ahora lo único que se puede hacer es mirar al pasado para recordar el derrumbe acontecido en 1990. “La idea de la revolución no es la misma que existía en 1918 que la de ahora”, dijo.
No obstante, dijo que hay, al menos, dos preocupaciones que se mantienen inalterables tanto ayer como hoy. Por un lado, la calidad de la enseñanza. En 1918 estaban seriamente preocupados por luchar contra el oscurantismo clerical y religioso y por contar con los mejores profesores. “Querían profesores que les hablaran de Einstein, de Freud, de Marx y de Nietzsche. Y no que redujeran el campo del conocimiento exclusivamente a unos dogmas de la Edad Media”, dijo. Lo mismo sucede en la actualidad. “La preocupación por una enseñanza de alta calidad sigue estando vigente”, dijo.
La otra preocupación es la inclusión social y que la enseñanza universitaria sea un derecho de las clases populares argentinas. “En Argentina no tenemos un balance demasiado ruinoso. En Argentina hay alrededor de 2.000.000 de estudiantes universitarios. En la cual podemos agregar un millón más en carreras terciarias. Podría ser mucho mejor, pero, como lo demuestran otros países latinoamericanos, podría ser mucho peor”, indicó. Alaniz rescató la existencia de una matrícula alta de estudiantes. Pero dijo que es una tarea pendiente ampliar esa cantidad.
Al respecto, DIARIOJUNIO lo consultó sobrte las expresiones de la gobernadora de Buenos Aires, María Eugencia Vidal, sobre el surgimiento durante años en la provincia de Buenos Aires de universidades públicas y al asegurar que en el país "nadie que nace en la pobreza" llega a la educación superior. “Creo que no fueron felices sus declaraciones”, dijo Alaniz.
No obstante, el profesor dijo que es una “realidad” que las clases más humildes no llegan a la universidad. “Incluso en algunos casos no llegan a los colegios secundarios o llegan con muy pocas posibilidades de poder seguir desarrollándose. “Cualquier agrupación de izquierda o militante progresista lo sabe”, indicó.
No obstante, aclaró que ese es un diagnóstico. “Que este bien o mal es otra cosa. No creo que nadie va a decir que está bien. El tema es pensar la educación en el sistema educativo en su conjunto, en todos los eslabones: primaria, secundaria, terciaria, universidad, posgrado. Es bastante complejo el tema”, dijo.
Más adelante, indicó que conocía universidades de la provincia de Buenos Aires y del conurbano que son deplorables. “La que lo expresó fue la señora Cristina de Kirchner cuando en EEUU dijo ‘acá es una universidad seria, esto no es la Matanza’”. En realidad, la ex presidenta hizo esa declaración, desafortunada de cualquier modo, en 2012 cuando escuchaba abucheos de parte del público. "Chicos, estamos en Harvard. Eso (los abucheos) es para La Matanza".
“Convengamos que es importante que se creen universidades. En 1918 había tres y hoy hay casi 100 entre públicas y privadas. Esto objetivamente es bueno que haya más universidades. Lo que hay que trata es de que tengan más calidad, mejor nivel de docentes, que no sean pretextos para abrir comités o unidades básicas ahí adentro. Que tengan alumnos es importante y lo digo porque hay algunas que no tienen. Que las carreras tengan su jerarquía y su calidad, que hay diferentes escalonamientos”, dijo.
Al mismo tiempo, el profesor dijo que faltan recursos dado que el país está muy por debajo de Brasil. Pero también resalto que los egresados se destacan y son solicitados por sus condiciones y capacidad. Por ello, dijo que un objetivo a plantearse es lograr que universidades que hoy se ubican en el puesto 700 u 800 estén “entre las mejores del mundo”. “Esa es una batalla difícil, que reclama inteligencia y perseverancia; mirada histórica al futuro”, señaló.
Alaniz dijo que eso no debía ser un escollo parta el acceso porque entiende que la universidad debe ser un ámbito de alta reflexión teórica e intelectual. “La gente que paga impuestos, porque no hay universidades gratuitas, hay aranceladas que no es lo mismo porque el Estado pone bastante plata para que funcionen. Y esa plata que ponen sale de los impuestos de la gente. Para darte un ejemplo particular, si tu padre te envía a estudiar a Buenos Aires o Córdoba y hace un esfuerzo para que estudies, van a reclamar cono contrapartida que estudies. Y en ese plano, la sociedad argentina que pone los mangos por el sistema impositivo desde los obreros a la clase media, alta, lo que les reclama a sus estudiantes, ya que tienen la posibilidad de estudiar, es que estudien. Y a los docentes, que tengan los mejores niveles de clasificación y que tengan niveles de exigencia altos para que las universidades sean buenas”, dijo.
Como ejemplo, recordó que la generación de los reformistas de 1918 tenía exponentes de fuste como un médico neurólogo, Enrique Barros (1893-1961), que llego a ser propuesto para el premio Nobel, Gregorio Bermann (1894-1972) fue uno de los médicos más importantes del país, Julio V. González (1899-1955), hijo de Joaquín V-. González, abogado, escritor y político socialista fue “una de las mentes más preclara”, de Deodoro Roca (1890 – 1942) abogado, dirigente universitario reformista, periodista y activista por los derechos humanos, Ortega y Gasset dijo que era una de las mentes más lucidas que había dado la Argentina en el siglo XX. “Estos eran los reformistas del 18. Unían a la rebeldía, la vocación y la voracidad por la transformación una exigencia intelectual muy, muy alta”, sostuvo.