LA EPOPEYA DEL AYUÍ -I-
El movimiento emancipador que se inicia en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810, con la instalación de la Primera Junta, no encuentra eco inmediato en los pueblos del interior. .
No porque fueran más «realistas» que Buenos Aires -cuya Junta gobernaba en nombre del rey Fernando VII- sino porque, al estar ausente el común acatamiento a la Corona de España, comenzaban a aparecer las rivalidades y diferencias de las diversas regiones: Montevideo y el Paraguay desconfiaban del predominio porteño Mariano Moreno el activo y fogoso secretario de la Junta presentó un plan, tendiente a extender la Revolución. Y, en el caso de la Banda Oriental, señalaba como los jefes más indicados a un hijo de franceses capitán de Dragones llamado José Rondeau y un capitán de Blandengues, perteneciente a una arraigada familia de terratenientes, don José Gervasio Artigas.
Sin embargo ninguno de ellos adhiere inicialmente al movimiento.
Extrañamente, solo lo harán principios de 1811, cuando se ha producido la crisis en la Junta de Mayo, que culmina con la renuncia y alejamiento de Mariano Moreno, y la incorporación de los diputados del interior en la llamada «Junta Grande».
Uno de los grandes equívocos de la Historia: el movimiento que separa a los principales mentores revolucionarios de Mayo, y encumbra al sector más conservador, parece ser visualizado por Artigas como el triunfo de los pueblos del interior sobre la hegemonía porteña.
Sea como fuere, es el momento que los dos prestigiosos jefes orientales-José Rondeau y José Gervasio Artigas- abandonan a las autoridades españolas y se colocan a las órdenes de la Junta.
José Gervasio Artigas hará valer pronto su ascendiente en las zonas rurales de la Banda Oriental: se mueve activamente, despacha cartas y mensajes a una y otra parte del territorio. Gente de prestigio y renombre en la sociedad, además de comandantes militares, van sumándose: Larrañaga, Lavalleja, Oribe, Otorgués, Rivera, Zufriategui.
Surgen de todas partes jefes improvisados, que soliviantan al gauchaje: Venancio Benavídez, Pedro José Viera, conocido como «Perico el Bailarín».
Las distintas partidas, cada vez más numerosas se van reuniendo a orillas del arroyo Asencio, donde pronuncian el histórico «Grito» de rebelión.
El Virrey español Elío, representante del Consejo de Regencia de España, manda desde Montevideo fuerzas militares bien pertrechadas y municionadas a sofocar este movimiento: nada pueden contra el coraje y el empuje del improvisado ejército popular, a cuyos seguidores se conoce como «Tupamaros», nombre derivado, seguramente del legendario jefe rebelde Tupac Amaru.
Van cayendo los bastiones realistas en épicos combates: San José el 24 de abril; Las Piedras el 18 de mayo de 1811. En este combate pierde la vida Manuel Artigas, hermano de José Gervasio. Poco después cae la Colonia del Sacramento.
El cerco se cierra sobre Montevideo «las mismas murallas del tirano en la Banda Oriental» al decir de la inmortal poesía revolucionaria de Vicente López y Planes.(1)
Por su parte , la Junta de Buenos Aires encomienda a José Rondeau el mando de las fuerzas sitiadoras de la última guarida del Virrey Elío.
El sitio de Montevideo comienza.
Pero el movimiento revolucionario en Buenos Aires ha perdido su ardor inicial: la «Junta Grande» nombre que asume el órgano de gobierno cuando se agregan los diputados del interior, se convierte pronto en un organismo pesado y burocrático. Totalmente inoperante.
Para colmo dominado, como lo previó Moreno, por el sector más tibio y conservador de la dirigencia porteña.
El 5 y 6 de abril de 1811 acaudillado por el Alcalde de las Quintas, don Tomás Grigera, se produce una especie de pueblada: grupos de pobres y marginales de las orillas de Buenos Aires marchan sobre el Cabildo exigiendo a gritos «Cabildo Abierto».
No siempre la presencia de los más pobres es garantía: el carácter retrógrado del movimiento se patentiza en un documento, presuntamente emanado del jefe, el Dr. Joaquín Campana.
Entregan los manifestantes un petitorio donde exigen entre otras cosas «la destitución y confinamiento de la minoría opositora, integrada por Rodríguez Peña, Vieytes, Larrea, Azcuénaga». Es decir, los revolucionarios más radicales, los restos del grupo «morenista». Que se destituya a Manuel Belgrano y se lo procese por el fracaso de la expedición al Paraguay. Que se restituya a Cornelio Saavedra en la Comandancia y se le otorgue el pleno mando de las tropas, que se cree un «Comité de Salud Pública» para reprimir supuestas actitudes «contrarrevolucionarias»
El 20 de junio de 1811, se produce la catastrófica derrota del Ejército del Norte en el Alto Perú, en la batalla que se conoce como «desastre de Huaqui».
Se conoce la noticia en Buenos Aires, más o menos un mes después.
Eso significó, entre otras consecuencias no menos dramáticas, la pérdida de los grandes yacimientos de plata del Potosí, donde se fabricaba la moneda metálica que servía como instrumento de cambio en el Virreinato.
A este contraste se agrega que fuerzas militares del Brasil, dependientes de la Corona de Portugal, aliada a la de España, invadieran por el Norte a la Banda Oriental, colocando al ejército sitiador de Montevideo entre dos fuegos.
A la escasez de metálico, por un lado, se agrega el bloqueo del puerto, por la flota realista española, lo que agrava la situación político militar.
La perspectiva era entonces, tener que pelear, en inferioridad de condiciones, en dos frentes simultáneos: por el norte contra las fuerzas realistas que continuaban avanzando y por el Este con las fuerzas combinadas de España y Portugal.
Los dirigentes de la Junta Porteña, desplazado Mariano Moreno, y dominados entonces por el sector más conservador, temerosos ante tan negras perspectivas, buscan , a través de la mediación del ministro inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford un acuerdo con el gobierno de Montevideo, en manos de la Corona española: a cambio de una vaga promesa de que las fuerzas de Portugal se retiren de la Banda Oriental, los criollos levantarían el sitio de Montevideo y se reconocería a esta gobernación como parte de la Corona de España.
Lo peor de todo es que, bajo la jurisdicción de Montevideo -es decir del gobernante español- queda, no solo el territorio de la Banda Oriental, sino tambien lo que hoy es Entre Ríos, Corrientes, y las Misiones.
El acuerdo parece un triunfo completo del virrey Elío.
Pero no cuentan con el pueblo oriental.
LA EPOPEYA DEL AYUÍ -II-
El acuerdo que inicia la Junta Grande porteña y rubrica el Triunvirato en octubre de 1811, significa reconocer al representante del Consejo de Regencia de España en Montevideo, Francisco Javier de Elío, su autoridad sobre el territorio de la Banda Oriental y tambien, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones.
El retroceso de la revolución parece tremendo. Según los actores y protagonistas se lo tratará de explicar, o bien como una imperdonable claudicación o, en el mejor de los casos, como una táctica para ganar tiempo.
Sea como fuere, para el pueblo oriental, y sobre todo para esa milicia popular que ha ido librando y ganando épicas batallas,-San José, Las Piedras, Colonia- que han de inmortalizarse en nuestro Himno Nacional, resulta un duro golpe para sus esperanzas de libertad.
Tumultuosas y entusiastas asambleas se llevan a cabo en alrededores de Montevideo: en la llamada Panadería de Vidal en la Quinta de la Paraguaya, los orientales debaten, discuten, hacen oir sus opiniones. Algunos, los más moderados, piden se siga negociando y se mejoren los términos del Acuerdo. Para la mayoría se impone el rechazo total del mismo. Que es lo que se aprueba.
El 20 de octubre -1811- en cumplimiento de lo pactado la Junta porteña ordena a José Rondeau que se retire con sus tropas del sitio de Montevideo. Al frente de aproximadamente dos mil hombres, este jefe retorna a Buenos Aires.
Pero José Artigas decide otra cosa: reúne en San José a los oficiales y soldados que le son leales e inicia una larga marcha en dirección al Norte.
Se produce entonces un hecho extraordinario, no sólo en el Río de la Plata sino incluso en los anales de la historia del mundo: como un solo hombre, las distintas poblaciones van abandonando sus hogares, sus chacras sus campos y pertenencias, y encolumnándose en gigantesca caravana, siguiendo al jefe. Es un espectáculo formidable, quizá solo comparable al inmenso éxodo del pueblo hebreo detrás de Moises. Familias enteras, hombres, mujeres, niños. Solamente los muy viejos o los enfermos que no pueden andar quedan en las casas. Son cerca de 18.000 personas entre combatientes y civiles, cifra impresionante para la época. Hay cerca de 800 carruajes, aproximadamente 7000 mulas, cerca de 5.000 caballos, más de 2.000 bueyes.
Verdaderamente, impresiona imaginar esta gigantesca caravana, desplazándose lentamente por la llanura oriental, cruzando las serranías, atravesando arroyos, sufriendo los rigores del frío o el calor, el hambre y las necesidades, hostigado permanentemente por las partidas portuguesas que asolaban la tierra provocando todo tipo de depredaciones, soportando todo con estoicismo antes que caer bajo la bota de los déspotas.
Los paisanos denominan esta grandiosa marcha como «la redota» ¿es una deformación del vocablo «derrota», como sienten ellos la aflojada de la Junta porteña?¿indica más bien algo así como «derrotero», esto es, el rumbo a seguir, buscando la libertad? Los historiadores no se han puesto de acuerdo. Lo que interesa es el hecho en sí, como una de las gestas más extraordinarias protagonizada por pueblo alguno.
Bartolomé Mitre llega a decir que Artigas «…ordenó a todo el vecindario que lo siguiera bajo la pena de ser degollados los que se resistieran» (1)
Muy por el contrario, historiadores más actuales, han hecho conocer cartas de Artigas, según las cuales «Hice uso de cuantos medios estaban a mi alcance para evitar la emigración asombrosa de los vecinos y familiares que me seguían considerando los embarazos que presentarían para la actividad de mis marchas»(2)
No obstante su resistencia, no deja de complacerle y admirarle la determinación de sus compatriotas: «Yo llegaré muy lejos con este pueblo de héroes», no puede menos que exclamar.
La inmensa caravana cruza el 30 de octubre el arroyo Grande (actual límite entre los departamentos de Soriano y Flores). El dos de noviembre el arroyo Perdido, y el 3 el arroyo Cololó, ambos en el departamento Soriano. Del 11 al 13 de noviembre vadean el río Negro en el Paso del Yapeyú. El 14 de noviembre: llegan al cuartel general en arroyo Negro (actual límite entre los departamentos de Río Negro y Paysandú). El 24 de noviembre ya estan en Paysandú y acampan el 1 de diciembre a orillas del arroyo Quebracho (departamento de Paysandú). 3 de diciembre atraviesan el arroyo Chapicuy (departamento de Paysandú) y el 7 de diciembre: cruzan el río Daymán (límite entre los departamentos de Salto y Paysandú). El 10 de diciembre, aprovechando la baja del caudal, por el paso de Salto chico, las familias inician el cruce del río Uruguay (Salto).
En la costa occidental, en el Salto Chico, al noroeste de la actual Concordia instala don José Gervasio su campamento, donde serán imaginables todas las penurias, carencias y privaciones.
El ejemplo del coraje épico de este pueblo, su terca determinación de seguir la lucha cueste lo que costare, y la felonía del enemigo que, pese a sus promesas, intentará en 1812 un golpe artero contra la Junta porteña, moveran a los dirigentes de Buenos Aires a volver momentaneamente sobre sus pasos, y otorgar ayuda a Artigas y sus seguidores. No obstante, a través del triunviro Sarratea y sus intrigas, buscaran de todas las maneras posibles minar el poder y el prestigio del gran caudillo popular, mermar sus esfuerzos, relativizar sus logros. Españoles y portugueses, mediante oferta de sobornos varios, trataran, inutilmente, de ganarlo para su causa. En esa sorda y artera puja de intereses y mezquindades,seguramente comprenderá Artigas en las soledades de las noches del Campamento del Ayuí que la parte más dura de la lucha contra varios poderes imperiales juntos, y, más que eso, para remover siglos de atraso y oscurantismo , recien empieza.
Seguramente ha de pensar en esa inmensa masa humana, carente de todo , pero dispuesta a seguirlo hasta el sacrificio de sus vidas, si es necesario.Hay gente de todas clases sociales, pero los indios que se le han sumado, los antiguos esclavos negros, los paisanos más pobres parecen ser los más leales y confiables.»La patria será de todos» «los más pobres deben ser los más privilegiados», seran alguna de sus banderas.
Lo demás, ya es otra Historia.
(1) El Himno Nacional Argentino menciona en sus estrofas: «San José; San Lorenzo, Suipacha/ambas Piedras, Salta y Tucumán/la Colonia y las mismas murallas/del tirano en la Banda Oriental» como batallas en que «el brazo argentino triunfó» San José, Las Piedras, la Colonia y «las murallas» del sitio de Montevideo, son batallas libradas en territorio oriental, acciones protagonizadas por las fuerzas de José Artigas. Resulta extraño que el historiador Vicente Fidel López trate de «bellaco» al jefe oriental, siendo que el autor de la canción patria es precisamente su padre don Vicente López y Planes. No es errado hablar de triunfos del «brazo argentino», porque quienes pelearon esas batallas eran, como Artigas se sintió siempre, «argentinos de la Banda Oriental»