La profundidad del meme

Por Fosforito

Todos los días alguien envía uno de esos habituales memes que hacen que las tostadas puedan caer pesadas. Por lo general, lo tira amparado en la multitud de un grupo de WhatsApp. A veces son personas que no suelen emitir sus opiniones airadamente; a bien porque no las tienen muy elaboradas, les genera pudor o por cierto temor a la confrontación. Lo tiran como quien se tira un pedo mientras va caminando, con la expectativa que se quede atrás, que casi no parezca cosa de uno.

Así como las flatulencias en la pareja matan el encanto, los memes han sido parturientas de enemistades.

Se han disuelto grupos en redes sociales y presuntas amistades virtuales: Ocultar, omitir, silenciar, bloquear, denunciar son acciones corrientes.

A modo de explicativo breve:

“El meme es un contenido que se propaga mediante las redes sociales, que consta de la asociación deliberada de elementos (por ejemplo, una imagen y un texto) en una misma unidad significante, de lo que resulta la representación de una idea, concepto, opinión o situación. Suelen ser llamados específicamente memes de Internet. Los memes han ganado gran valor como manifestación cultural, ya que no solo ocupan un papel en la sociedad digital como forma de entretenimiento, sino que comunican valores y matrices de opinión. Permiten, por lo tanto, registrar o captar las ideas-fuerza que se mueven en el imaginario colectivo.”

Engañosos e imprecisos como el horóscopo de las revistas, los memes son las expresiones del otro, del otro, del otro… Y el otro me está diciendo con esta manera versátil, impersonal e indirecta, lo que al parecer piensa sobre determinadas cuestiones, pero sin hacerse demasiado cargo. Total, es solo un meme, te dice. Y lo tira como al revoleo a los ocho de la mañana o a las once de la noche, y uno puede andar susceptible y le levanta la apuesta con otro meme como si fuera una carta ganadora y cantando retruco…

O te quedás regulando rabia con ganas de mandarlo a la mierda, y te preguntás para qué…

Nuestra oratoria moderna se está reduciendo a memes prefabricados vaya a saber uno en qué usinas del pensamiento o de los negocios. Tiramos con uno, responden con otro, se cruzan algunas carajeadas y cada quien termina creyendo en lo ya cree.

Construimos la realidad desde nuestro metro cuadrado, con las experiencias personales y la información que se retiene al sobrevolar títulos y volantas de cientos de noticias que no leemos.

Y los memes son los nuevos editorialistas de nuestro pensar, de nuestro ánimo y sentido común: Siempre hay un meme que nos representa. Que nos hace reír y expresa lo que pensamos. Que dice por nosotros eso que queríamos decir, a veces, sin decir. No importa si el meme es un chascarrillo, usa la ironía, está hecho con pura acidez estomacal o proviene de las entrañas de la hijaputez humana.

En el nuevo oscurantismo de la sobreinformación, nuestro comportamiento natural es buscar a tientas a qué aferrarnos, sentir el piso firme bajo los pies, abrazarnos al “pecado original” de aquellas cosas que aprendimos desde temprana edad y damos por ciertas casi sin cuestionar.

Hay quienes no tienen más argumentos que los memes que publican a diario en sus redes sociales.  

Los memes son el novedoso medio que usamos para replicar las ideas germinadas hace tiempo en esta era donde la tendencia no parece ser la búsqueda de la verdad, ni siquiera de la duda, sino la confirmación de lo que “ya sabemos” o de nuestros prejuicios.

Somos los memes que compartimos.

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