Hace 80 años, el dramaturgo alemán, Bertolt Brecht escribió en su obra “Escritos Políticos”: “Las palabras y los conceptos en general, ya no tienen prácticamente conexión alguna con las cosas, los hechos y las situaciones que se designan, de modo que resulta posible modificar las últimas sin tener que alterar las primeras”.
Diariamente en nuestra actualidad política, económica y social, se puede observar con claridad en las expresiones de muchos dirigentes políticos, economistas y de grupos económicos con medios de comunicación, como se hace realidad las contradicciones que denunciaba Brecht. Entender esas expresiones implica develar estructuras ocultas, y el ocultamiento es una de los componentes constitutivos del poder.
El poder, hoy más que nunca, es el poder económico hegemónicamente comunicado. Nunca expresa su idea, lo que hace es vaciar primero las otras y las incomunica luego. Los grupos económicos concentrados y la derecha argentina, buscan debilitar la política, de despolitizar, en el sentido de des-publicar el origen y finalidad de sus determinaciones. Siempre utilizaron los mismos argumentos. Proliferan con un lenguaje perverso, soez, la intranquilidad y la desesperanza.
Con una frecuente y sistemática práctica degradadora a la figura presidencial y de funcionarios, intentan construir una opinión pública y transformarlo en un movimiento social legítimo para combatir todo lo que tiene que ver con la presencia del Estado en la economía y la distribución equitativa de la riqueza. Los vemos a diario por los medios como TN, Clarín, Nación, a través de sus periodistas estrellas y economistas que representan los intereses de los poderosos.
Es muy interesante observar algunas de las expresiones lingüísticas que predominan en el discurso político opositor: honestidad, nueva política, equipos, gestión, transparencia, república, privatización, corrupción, competitividad, libertades reales, fraude, populismo, dictadura, mercado, bueno, malo etc. Muchas de estas expresiones quedan expuestas de manera grotesca cuando se busca el anclaje en la realidad de quienes las expresan.
El caso de Mauricio Macri, que en los últimos tiempos ha tenido un decálogo de contradicciones. Discursos cargados de palabras y metáforas con las que, a veces de manera subliminal y otras de manera evidente, intenta manipular la realidad con una visión distorsionada de la misma.
El repetido recurso utilizado por su gestión de honestismo y transparencia en el manejo de los recursos públicos quedo reducido a una gran falacia. Cuando la realidad logra perforar, al menos parcialmente la gestión de la ciudad que gobierna, revela que la corrupción en su gestión es una práctica sistemática.
Refresquemos algunas de las cosas que piensa.
Macri dijo: “terminare con el curro de los DDHH. Macri llama curro a los nietos recuperados, a los 570 genocidas condenados por el delito de lesa humanidad. Minimizó el reclamo de las Islas Malvinas, fiel a su estilo de reducir gastos, dijo: “Malvinas sería un déficit adicional para el país”. También sugirió “cumplir el fallo judicial del juez Thomas Griessa, aunque no nos guste. O pagamos al cien por cien, o no sirve de nada haber pagado el 92% a los tenedores de bonos que ingresaron al canje”. Le parece una antigüedad que el servicio ferroviario esté en manos del Estado. También dijo: “el Estado lo primero que debe garantizar es la salud, educación y seguridad”. Y recortó más de 500 millones de pesos del presupuesto del Hospital Garrahan. Advirtió que privatizaría todo lo estatizado en la gestión Kirchner y luego cambió de opinión.
Su principal bandera, la eficiencia y transparencia en la administración pública, queda expuesta de manera grotesca cuando se analiza el endeudamiento de la Ciudad, en el período de mayor crecimiento económico, de recaudación y de la presión fiscal. Además, ha sido denunciado por legisladores porteños, por falta de transparencia. 7 de cada 10 contrataciones fueron de manera directa. O sea, el que denuncia corrupción, es corrupto y continúa acumulando denuncias penales diariamente.
Por si fuera poco, el candidato del PRO en Entre Ríos, Alfredo De Angelis (aquel que se abrazó al glifosato del modelo sojero. Que califico al gobierno de tiranía y se cansó de cortar rutas), cuando abrió la boca, solicitó que se deje trabajar a los menores en las cosechas. También propuso el senador PRO que el Estado no se haga cargo de los desocupados.
Roberto Niez, candidato a intendente en Concordia por la misma fuerza, en todas sus intervenciones expresa: “No tenemos datos precisos” para delinear las políticas a llevar a cabo si es intendente. El intenta con las palabras, mostrar un ideal de sociedad alternativa y por supuesto tiene una enorme dificultad a la hora de diseñar otro modelo de sociedad, porque se debe abandonar la lógica de mercado e ir al modelo colectivo, volviendo visible lo invisible, que no haya opresión económica, cuestión que no es el ideal del PRO.
De Angelis y Niez evidencian un serio problema, no puede trasladar lo que piensan a las palabras porque no lo votarían nadie.
Hace más de 350 años, Thomas Hobbes, autor de Leviatán afirmaba “el uso del lenguaje consiste en transferir nuestro discurso mental al discurso verbal, es una secuencia de nuestros pensamientos a una secuencia ordenada de palabras”. Que verdad. Lo cierto es que, por más justificaciones que desarrollen Macri y sus asesores, lo que todo el mundo percibe es que el discurso neo-estatista ha sido tomado más por necesidad de votos que por idea, y no sin cierta cuota de hipocresía. Macri tiene una enorme plasticidad para provocar giros, pero este intento no le ha ido muy bien que digamos. De hecho los medios que le son afines, o que directamente le construye los discursos, no encuentra como seducir a la población.