La pobreza es una “cuestión estructural que viene sucediendo desde la década del 80”. Comenzó con el aumento de la tasa de desempleo, no sólo generada por el cierre de industrias y las consecuentes pérdidas de fuentes laborales, sino también debido al crecimiento vegetativo de la población que supera la tasa de creación de empleos.
El fenómeno se agravó en los 90 y con la devaluación “se duplicó” porque se calcula a partir de la canasta básica. “No solamente que llevó al 70 % el nivel de pobreza en Concordia con la devaluación y la indigencia llegó a superar el 50 %”, precisó.
El crecimiento constante de la pobreza e indigencia comenzó a revertirse en 2005, 2006 con el aumento de los salarios. “Todo 2002, 2003, 2004 no hubo aumentos de salarios y los precios siguieron creciendo. Por más que se generó empleo en esos años, de todas maneras la pobreza no bajaba sustancialmente porque no había aumento de ingresos”, explicó Reta.
Si bien los índices de pobreza e indigencia bajaron bastante, “todavía siguen siendo altos”. Las investigadoras no pueden acceder a datos en la actualidad porque en 2006 se dejaron de publicar las bases de usuarios del Indec. “Ahora el Indec te da un dato pero no te dice como lo calcula. Se sabe que muchas veces no son cifras creíbles”, manifestó.
El perfil de las capas de población sumidas en la indigencia fue cambiando con los planes. “Cuando se implementó el primer plan grande que fue el Jefas y Jefes de Hogar, había que tener hijos menores de 18 a cargo. Ahí aumentaron los indigentes entre las personas de más edad que no tenían hijos menores”, indicó la docente. Antes del plan Jefes de Hogar, el perfil de los indigentes era más bien de personas jóvenes y menores. El plan los sacó de la indigencia pero dejó en esa situación a las personas mayores de 50 años.
En cuanto al nivel educativo, señaló que la mayoría de las capas más pauperizadas de la población, estimó que el 80 % tiene sólo primaria incompleta, primaria o secundaria incompleta.
¿Cómo se puede rescatar a las personas ancladas dentro del núcleo duro de la pobreza e indigencia? “Creo que no hay interés de cambiar la situación porque a veces lo que vemos es que se gestiona la pobreza. La pobreza a veces sirve para otros intereses. Entonces tampoco hay una voluntad explícita de hacer una política activa, de erradicarla”, manifestó Reta.
En su lugar, se toman medidas paliativas como el Plan Familias que, dicho sea de paso, no se distribuyó en forma uniforme. “Había gente que podía acceder y otra que no”, sostuvo. Para la investigadora, no hay programas universales. ¿Y la Asignación Universal por hijo? “Tampoco llega a las localidades donde hay sedes del Anses. La gente de Concordia puede acceder pero gente marginal de las localidades más pequeñas como La Criolla, Los Charrúas, Colonia Ayuí todavía no han podido acceder a esos planes. Tendrían derecho pero no acceden”, señaló.
Para revertir la pobreza en serio, Reta dijo que deberían dejarse de lado las políticas focalizadas que sólo auxilian a determinados estratos de la población y apuntar a generar políticas universales basada en tres pilares fundamentales: educación, salud y viviendas. “Después asistencia en los ingresos que podrían venir de la Asignación por Hijo o de lo que fuera pero eso sólo no se si alcanza”, indicó.
La prioridad debe ser la escuela que “les de las posibilidades a los chicos a insertarse en el mercado laboral”. “Una población enferma, sin agua potable, sin cloacas, sin asistencia sanitaria adecuada. En esos asentamientos precarios la esperanza de vida es mucho menor”, finalizó Reta.