En ese sentido, explicó que desde el día viernes «nos encontrábamos en la zona de la Escuela Técnica 208 ayudando a los vecinos a sacar sus muebles, limpiar y cargando los camiones de basura; por eso nuestro gran pecado fue ayudar a los vecinos».
Incluso, Pereyra recordó que «los responsables de la organización nos habían pedido no entrar en discusiones políticas, que nos fuéramos si alguien no necesitaba ayuda, porque de hecho entendíamos que la situación era complicada para los vecinos».
En cuanto al hecho, indicó que «durante la tercera acción del día en la que íbamos a limpiar, `armados hasta los dientes´ con escobas, cepillos y guantes, bajaron repentinamente de cinco autos y motos unos tipos que, sin mediar palabra, empezaron a pegar trompadas y patadas, nos amenazaban y querían arrancar los chalecos y las remeras».
Gabriela contó que «pegaron con mucha saña, en su mayoría eran hombres, unos 25, y cuando tiraban a alguien al piso entre diez te pegaban».
«Soy mujer y no me salvé. Tenían un objetivo claro, pegarnos porque éramos militantes. En lo personal, me pegaron patadas en el piso, pero Guido, un compañero del barrio Rivadavia, se tiró encima mío y les pidió que no me peguen; y él sufrió una golpiza y terminó internado».
Al destacar la actitud de su compañero, aseguró que el joven «no pensó en él; pensó en el otro, y eso somos nosotros, pensar en el otro, en el prójimo, y seguiremos dando todo por la gente».
A la vez, sostuvo que «no fue una cuestión de la UOCRA contra La Cámpora, sino un ataque contra la militancia», aunque destacó que «nuestro único enemigo es la pobreza; por eso hacemos política y lo seguiremos haciendo con mucho amor, convicciones y fe».
El hecho fue denunciado por los militantes de La Cámpora ante la fiscalía de turno a cargo de Juan Cruz Condomí Alcorta, en la que también se señala que todo se desarrolló ante la mirada de efectivos de la policía bonaerense que estaban en el lugar, y que no intervinieron en ningún momento.