La persecución recorre el trágico camino desde un departamento en Puerto Madero a las oscuras y lúgubres celdas de la cárcel de Ezeiza. El ataque contra Cristóbal López y Fabián De Sousa fue ejecutado por Mauricio Macri y su gobierno, planeado desde antes de llegar al poder. Una reunión entre el empresario y el futuro presidente de la Nación, en la cual Cristóbal López se niega a un pedido ilegal, da pie al inicio del más salvaje cerco.
¿Por qué tanto ensañamiento? Múltiples intereses se ponen en juego: vengarse de las críticas al candidato Macri durante la compaña de 2015; destruir a un multimedios de discurso adverso al gobierno de Cambiemos; y apropiarse de un próspero emporio empresario. Hizo fala el respaldo de la prensa cómplice, que estigmatizó a López como supuesto testaferro del expresidente Néstor Kirchner, presentando la operación cómo símbolo de la lucha contra la impunidad. También, de la Justicia, que dio curso a las causas sin elementos probatorios. Desde un infame artículo de “periodista estrella” y una campaña inédita de la AFIP en contra de un contribuyente, hasta el fallo de un juez federal que dictó injustificadamente una prisión preventiva: todo contribuyó al acoso. Como saldo quedan importantes empresas destruidas (Oil Combustibles, Banco Finansur, etc.) y decenas de historias desgraciadas.
Luego de dos años encarcelados, Cristóbal López y Fabián De Sousa están siendo juzgados en un proceso en el que se demuestra su inocencia y la inmoral utilización de recursos del Estado para llevar adelante el ataque político y empresarial.
La Persecución. La vendetta de Mauricio Macri contra Cristóbal López conmueve hasta lo indecible y muestra, con inusitado rigor, los alcances de tan mentado lawfare.