LA PATRIA ESCONDIDA

La historia que mi generación “estudió”, aquella juventud  que hizo parte de la secundaria en la época de la Dictadura cívico-militar, se resumía a una serie de hechos, fechas y acontecimientos inconexos, incoherentes que debíamos memorizar y repetir con rigurosidad. Era una historia vacía y vaciada, repleta de próceres y glorias de una nación que se desarrollaba sin conflictos. Era la historia boba, escrita, como dice la canción, por los que ganan. Eso  quiere decir que hay otra historia. La verdadera.

La que nos conminaban a reproducir sin pensar, era una historia sin memoria, sin intereses en pugna, sin lucha. La historia oficial. Claro que, en ese contexto, era imposible saber -por ejemplo- el modo sangriento en que se construyó nuestra Patagonia. Era imposible acceder al conocimiento de  la historia como ejercicio de la memoria y como reconocimiento de nuestra identidad y nuestro destino. Esa verdad era  enterrada, oculta, escondida, silenciada. La verdadera siguió el camino de los que lucharon por otra Patria, Grande, justa e igualitaria. Es decir, la persecución y la censura.

Aquellos que pusieron el cuerpo y la vida para descubrir y des-ocultar los hechos de la realidad, pagaron con su vida o tuvieron que exiliarse. Le sucedió a Osvaldo Bayer.

Deseo recordarlo hoy, ya que nació un 18 de febrero de 1927. Osvaldo, escritor, historiador, periodista, filósofo, tuvo que irse a Alemania, amenazado, por la Triple A primero, perseguido por la Dictadura luego. Su obra fue prohibida, censurada, quemada, desaparecida en ese momento. Sobre todo, su monumental investigación sobre la matanza, el fusilamiento de los obreros de Santa Cruz, desarrollados en su libro “los vengadores de la Patagonia trágica”, “La Patagonia rebelde” (1). En efecto, la proyección de la película fue autorizada por Perón y prohibida luego de su muerte. Los libros (los primeros tres tomos) fueron desaparecidos en  la hoguera de los genocidas.

Esa historia verdadera que el Poder oligárquico pretendía ocultar y Bayer exhumó, es la de la represión y el asesinato de 1500 obreros rurales de la Patagonia. Fue en el año 1921. Su delito fue aspirar a condiciones laborales de dignidad. Mínima, ínfima. Era así porque no solo  sufrían condiciones de explotación, sino más bien  de esclavitud, de  servidumbre.

Esas circunstancias se agravaron por la crisis en el precio de la lana, posterior a la primera gran guerra. Los latifundistas que se apropiaron de aquellas tierras del sur, exterminando a los habitantes originarios, onas y tehuelches (2), endurecieron en su voracidad por el dinero, las situaciones miserables de vida de trabajadores y peones. Alentados estos por los nuevos vientos revolucionarios que soplaban en el mundo, iniciaron una lucha por sus reivindicaciones contra el Poder económico real, representados por los intereses ingleses, los estancieros apoyados en la represión policial y parapolicial (la liga patriótica).

El gobierno de Irigoyen intentó, en un principio, conciliar las partes. Con ese fin de mediación y negociación, envió al Teniente Héctor Benigno Varela. El acuerdo conseguido, que significó un triunfo para los huelguistas, fue rápidamente traicionado por los patrones, que volvieron a perseguir y reprimir a los trabajadores y los principales referentes de la Sociedad obrera de Río Gallegos. El conflicto retornó y escaló. Volvió el Ejército, volvió  Varela pero ya con otras órdenes. De ese modo se desata la tragedia.

Engañados con un nuevo acuerdo, Varela y sus soldados fusilan a 1500 obreros. Eran obligados a cavar sus propias fosas y a desnudarse antes de recibir las ráfagas de la muerte. Osvaldo Bayer comprometió su vida para desenterrar estos hechos. Uno de los acontecimientos más tristes, penosos, espantosos, pero también siniestros y vergonzosos de nuestra historia. Y, además, anticipadores de un drama que, inevitablemente, ha vuelto a repetirse, como todos aquellos que se ocultan, se niegan, se esconden. De esta desgracia, colmada de ruindades y vilezas, destinada al olvido,  Bayer describe un episodio del que se cumplió, el 17 de febrero,  cien años. Es un capítulo conmovedor  muy bellamente descripto en “La Patagonia Rebelde”, bajo el título “La inesperada derrota de los vencedores”. Es un pasaje que destaca el coraje, la dignidad, el orgullo, la solidaridad, en el lugar tal vez menos esperado por los asesinos: Los soldados son llevados al prostíbulo “La Catalana” de San Julián, seguramente, como premio y para descargar las angustias de tanta abyección, de tanto horror, de tanta muerte brutal. Sin embargo, las pupilas se niegan. Con escobas y palos enfrentan a los soldados de la Patria. Al grito de “asesinos, porquerías”, con “asesinos no nos acostamos, cabrones, malparidos”, reparten palos que hacen retroceder a los hombres del Ejército. La verdad, salida de las bocas de esas “mujerzuelas” los aturde. Repuestos ya de la ofensa, las pupilas pagan con cárcel su dignidad. Su conciencia de clase, su valentía.

Dice Bayer “Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados, solo piedra, mata negra y el eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo “La Catalana”, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados”.

Hoy, que nuestra Patagonia sigue siendo víctima del robo y extranjerización de sus tierras y riquezas, de lagos escondidos por sus ricos  apropiadores, de demonización y persecución de sus habitantes originarios, de represión y muerte de los que luchan por sus reivindicaciones, hoy más que nunca debemos comprometernos con el coraje por la búsqueda de la  verdad que tuvo Osvaldo Bayer y la dignidad de las mujeres de “La Catalana”, simplemente para que la historia no se siga repitiendo.

 

(1)”La Patagonia Rebelde” Osvaldo Bayer. Tomo 1

(2) “La Patagonia trágica” José María Borrero.

(*) Psicólogo. MP243

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