A fines de marzo del 2020 y con la primer oleada del virus en la región, los gobiernos de Argentina y Uruguay vallaron dos de los tres pasos fronterizos que unen ambos países: El Puente General Artigas, que conecta Colón con Paysandú, y el Salto Grande, que une Concordia con Salto. Por unos cuantos meses sólo quedó disponible el tránsito terrestre por Gualeguaychú hasta Fray Bentos – a través del Puente Libertador General San Martín – pero luego este también cerró.
Con el transcurso del tiempo y a consideración de su equipo de vigilancia epidemiológica, el gobierno charrúa flexibilizó la medida y permitió el ingreso de extranjeros a su país con un PCR negativo y una declaración jurada, pero en Argentina, el decreto presidencial que prohibe el tránsito vehicular en esas vías continúa vigente hasta hoy y el verdadero conflicto surge entonces a la hora de pegar la vuelta.
En ese contexto se crea el grupo Puente «Salto – Concordia», integrado por mas de 50 personas que viven en ambas orillas del Río Uruguay y tienen lazos familiares, laborales y de estudios que están interrumpidos desde hace más de 18 meses. Todos ellos luchan por una flexibilización de la medida que les permita retomar esos vínculos y traspasar de una vez por todas la pantalla del celular. «Nuestro interés no es económico, turístico ni comercial, sino afectivo. No es posible que la mayoría de las actividades ya estén permitidas y nosotros, que estamos vacunados, sigamos teniendo con nuestra gente sólo un contacto virtual».
Salto – Concordia: Un largo y costoso viaje de 30 kilómetros
Entre las decenas de testimonios e historias contadas, DIARIOJUNIO seleccionó el de Sonia Rigo. Una salteña que reside en Concordia desde hace más de 20 años y pone énfasis en aclarar que sus hijos «son bien argentinos». En el relato, ella cuenta que su papá falleció hace poco mas de 3 meses y su mamá de 87 años padece Alzheimer, por lo que transita su vejez casi completamente ajena a la realidad. No obstante, su cabeza sí entiende que hace mucho no ve a su hija. Y la llora, la extraña, la reclama. “No sabe que vivo en Concordia ni que mi papá falleció. Le dice llorando a mi hermano que quiere verme antes de morirse ella y es algo que te parte el alma todos los días. Tengo que vivir diariamente con eso y es una situación muy dolorosa, sabiendo sobretodo que está a 40 minutos de mi casa. Pero entiendo que si voy a Salto tengo mas de 15 horas de viaje para volver y una suma de dinero que hoy no tengo».
Es que cruzar el charco implica últimamente un trayecto de más de 1000 kilómetros, un gasto superior al salario mínimo, vital y móvil y largas jornadas de viaje. Algo impensable hasta hace poco para los costeros uruguayos y argentinos que pasaban de una orilla a otra con total normalidad. «Cuando fui a ver a mi papá crucé el Puente como siempre en menos de una hora y sólo con un PCR negativo. Me quedé allá 35 días con mi mamá, con todo lo que económicamente eso representa teniendo en cuenta la diferencia cambiaria, y no imaginé la odisea que me esparaba a la vuelta», recordó.
«Fueron 6 horas en micro de Salto a Montevideo y 3 mil pesos de pasaje, después tres horas más en BuqueBus para cruzar de Montevideo a Buenos Aires y 20 mil pesos de boleto. Por último, otras 6 horas en colectivo de Retiro a Concordia y 3 mil pesos mas». A todo eso hay que sumarle el gasto de comida y traslado de una terminal a otra, por lo que volver de Salto a Concordia le significó a Sonia mas de 30 mil pesos, 15 horas de viaje y una enorme exposición al contagio. «Tengo 62 años, soy una trabajadora de clase media y la realidad es que me cuesta mucho viajar», subrayó.
«¿Cuántas personas de clase media pueden pagar eso? porque para mi es imposible”, afirmó la mujer. “Y claramente para mucha gente también porque en el barco me encontré con personas de todos lados que están en mi misma situación: Familias enteras disgregadas, con necesidades económicas y de salud, que no ven a su gente desde hace más de un año y medio y nadie sabe realmente si podrán volver», asumió.
«Lo único que pedimos es que el gobierno que haga los trámites necesarios para dejarnos pasar y tome en cuenta al menos estos casos que no son de turismo. No sé qué sucede, no lo entiendo y ya no sabemos como pedirlo», enfatizó. «La intención de todos los del grupo Puente no es que abran la frontera sin protocolos ni medidas de prevención, entendemos perfectamente la situación de cierre por la pandemia pero pedimos al menos algún tipo de flexibilización para casos particulares, porque vemos constantemente como se hacen reuniones, festejos, votaciones y asambleas y nosotros seguimos aca: parados en el puerte desde marzo»
“Sólo pedimos que consideren estos casos y flexibilicen la medida»
Cada integrante del grupo Puente tiene su propia historia personal que cuentan resumidas en decenas de carteles y banderas. Todos ellos son testimonios de familias separadas, afectos que fallecieron y no lograron despedir, de trabajos y estudios perdidos. «Entendemos que a mucha gente le pasó lo mismo que a nosotros con el tema de la Pandemia, pero acá los contagios bajaron, las actividades están más permitidas y nosotros vacunados'»
«Por eso pedimos por favor que flexibilicen los pasos fronterizos. Casi nadie tienen hoy 30 mil pesos de más para viajar ni las condiciones de salud necesarias para hacer 15 horas de ruta entre colectivos y el barco. La situación es desesperante», sostienen. «Y lo peor de todo es que cada vez que alguien cruza el puente, no sabe si quiera cómo y cuándo podrá regresar”