Por ahora, la menor sigue internada en el Hospital Pirovano reponiéndose de las heridas, aunque “está bloqueada y no puede hablar”. Hasta aquí la información pertenece a “diariohoy.net”.
LA OTRA HISTORIA
Otra historia tan truculenta y triste como esta, es la de la mujer del asesino y depravado. En rigor una chica de 29 años, María Celeste Hazan, hija de desaparecidos.
La historia narrada hoy en Clarín por los periodistas Rolando Barbano y Martín Sassone, lo dice así :
Llegó a la puerta de su casa de Núñez cerca del mediodía, luego de pasar unos días en Rosario. Lo primero que la sorprendió fue el tumulto de gente en el frente, los gritos, el patrullero estacionado a unos metros. Pero fue la causa de tanta agitación lo que terminó por desencajarla: su marido acababa de ser detenido, acusado de asesinar a su vecina y violar a la hija, de 13 años. Fuera de sí, no pudo más que ponerse a gritar ella también. «Mátenlo», «mátenlo», repitió una, varias veces.
María Celeste Hazan había tenido demasiado. La presunta participación del padre de su único hijo en el crimen y la violación de sus vecinas fue el último capítulo de una vida difícil desde el principio: era una nena cuando la secuestraron junto a sus padres durante la dictadura. Estuvo en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y una parte de su familia desapareció para siempre.
La joven tiene 29 años y la última vez que se la vio fue el sábado, cuando arrestaron a Claudio Alvarez, su marido. Con él tiene un hijo de siete años, al que habrían concebido durante una visita íntima en un penal. La casa donde lo criaron es la misma que ella habría comprado con la indemnización que le dio el Estado por la desaparición de sus padres. El mismo PH del horror.
Celeste es hija de José Luis «Pepe» Hazan y Josefina Villaflor (prima de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo). A los tres los secuestró un «grupo de tareas» de la dictadura militar, el 3 de agosto de 1979 en su casa de Dante Alighieri al 500, en Villa Domínico. Los llevaron a la ESMA, donde al día siguiente se encontraron con sus tíos, Raimundo Villaflor y Elsa Martínez Garreiro.
La joven sólo tenía entonces tres años. Estuvo un día secuestrada y luego la entregaron a una abuela, a cuya casa llegó con las uñas pintadas y una tira de muñecos de papel en la mano. Los represores les permitieron a sus padres verla dos veces más. En una de las visitas quien habría actuado como custodio fue el ex marino —hoy detenido en España— Ricardo Cavallo.
«La imagen que tengo de ese día es que yo estaba tan contenta de ver a mi papá que corría y usaba un sillón como tobogán», contó Celeste hace meses, entrevistada por Victoria Ginzberg, del diario Página 12. «Me acuerdo de Cavallo que estaba mudo», dijo.
Los padres de Celeste fueron trasladados a una isla del Tigre y, a principios de 1980, desaparecieron en forma definitiva. Mientras, su tío Raimundo murió en una sesión de torturas. El caso de la familia, conocida como «el grupo Villaflor», fue documentado en profundidad durante el juicio a las Juntas Militares.
Celeste creció con sus abuelos. Con uno de ellos Clarín se comunicó ayer por teléfono. «No quiero hablar ahora», dijo Raquel de Hazan, aunque confirmó la historia de su nieta. «Ella está mal de la cabeza», agregó. Y cortó.
En la adolescencia, Celeste empezó a militar en distintas organizaciones de Derechos Humanos. A partir de una de ellas fue que empezó a escribirles cartas de apoyo a los presos de distintas cárceles, casi al azar. El destino quiso que uno de sus mensajes llegara a manos de un hombre que estaba detenido por robo y violación. Alguien de quien se enamoraría: Claudio Alvarez.
El hombre había caído preso por robo en 1995, según fuentes judiciales. Estuvo en los penales de Caseros y Marcos Paz hasta que, en julio de 1996, le dictaron condena a cuatro años de prisión. En 1997 le agregaron otra pena, a 12 años y 9 meses por tentativa de robo y violación y lo trasladaron, primero al Chaco y después a Formosa y La Pampa. Al tiempo le unificaron la pena en 14 años de reclusión.
Pero entre 1998 y 2001 entró en un régimen de visitas extraordinarias, por el cual lo trasladaban unos días a Caseros o Devoto. Allí habría conocido en persona a Celeste, con quien habría concebido a su hijo en una visita.
Sola, la chica se mantenía como podía. Tuvo que gestionar un plan «jefas y jefes de hogar» y, como contraprestación a los 150 pesos que le daban, entre mayo de 2003 y mayo de 2004 trabajó en el área sociocultural del CGP 13 (el Centro de Gestión que el Gobierno de la Ciudad tiene en Núñez).
Alvarez fue liberado en marzo pasado, en una medida judicial que hoy está en medio de una polémica. Salió desde el penal de Rawson —el último de sus destinos carcelarios— y se fue a vivir al PH de 11 de setiembre al 3500 que había comprado Celeste.
En ese lugar criaron a su hijo, que iba al mismo colegio al que asistía una chica de Núñez asesinada en 2003 por resistirse a ser violada: Lucila Yaconis.
En abril de este año, en el PH empezaron a quejarse de Alvarez. «Yo lo denuncié porque lo vi ingresar con un arma en la cintura y se escuchaban los gritos de su hijo», denunció ayer el padre de la chica violada el sábado.
Nadie hizo nada. En la madrugada del sábado, Alvarez habría aprovechado que su mujer y su hijo estaban en Rosario para entrar en la casa contigua del PH, matar a su vecina, Elsa, y violar a la hija. Horas después, Celeste no pudo evitar ponerse a gritar.