Rosencof es una de las figuras centrales del Uruguay posdictadura. Y es una figura doblemente reconocida, como poeta popularizado por Jaime Ross y como parte de aquellos diez miembros de la conducción de los Tupamaros -hoy integrados al gobernante Frente Amplio- que los militares mantuvieron como rehenes mudándolos por años, constantemente, de cárcel (que a veces no eran más que pozos a campo abierto y con un trato que tenía el declarado fin de enloquecerlos).
Una joven se acerca y le entrega unos originales para que los lea, y mientras los acepta, saluda. Casi sin advertirlo, lo tuteo, se lo hago notar y responde “somos contemporáneos”, una frase que toma de una carta de su hija y a la que volverá después.
Todo sucede en el Centro Cultural Haroldo Conti, en la Ex ESMA. Mira eso que fue un centro del horror clandestino, que se emparenta con aquella Sala 8 montevideana en que transcurre su última novela y afirma: “Estamos reconquistando un territorio que nos corresponde. Aquí estamos todos”.
Cuando repasa el libro que acaba de presentar, “Sala 8”, que describe el sitio al que eran llevados los presos de la dictadura uruguaya en el Hospital Militar de Montevideo y por donde pasó, junto al actual presidente uruguayo José Pepe Mujica y al ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, ironiza diciendo que “eso sí que es algo que nunca se me hubiera ocurrido escribir, porque a la ciencia ficción todavía no me dediqué.
– ¿Latinoamérica vive un momento de ciencia ficción, dice usted?
– América del Sur es un continente que toda la vida está buscando su destino, desde el alzamiento de José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru, -de quien nosotros (por el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros) tomamos el nombre-, hasta estos días, y toda esa tradición, esa reacción frente al mundo se sigue viviendo y diría que lo que no existe es la quietud, lo que existe es el movimiento.
– ¿Este momento de Latinoamérica tiene que ver con formas comunes de afrontar las violaciones a los derechos humanos por parte de las dictaduras?
– Nunca se me plantea sobre esto una disociación. Los luchadores son comunes, los desaparecidos son comunes. En nuestras filas militaron argentinos, los movimientos argentinos tuvieron luchadores uruguayos. Desde las raíces de nuestra historia hemos sido una sola Nación.
– Y el plan represivo fue común.
– El Plan Cóndor, sí. Y hasta de antes hubo un entendimiento entre las dictaduras argentinas y uruguayas. Todavía no sabemos si los uruguayos que estaban desaparecidos en la Argentina están enterrados en el Uruguay y lo mismo con muchísimos argentinos. Y además en cualquier momento puede suceder esa cosa tan inmoral como el tráfico de niños. Puede haber alguien como Macarena (Gelman), alguno de los cientos de niños que rastreamos por todas partes.
Pero hay algo que no resiste el tiempo, y es la memoria. Es la gran barricada que se ha levantado para llegar en algún momento al Nunca Más, y en esa materia, las viejas (por las Madres y las Abuelas) han dado el ejemplo y se han juntado, allá y acá, y nos están marcando el camino. Ellas han sido capaces de juntar todos los temores y los dolores para una única rebeldía y ése es el camino.
– ¿Cómo toma que haya tantos jóvenes que siguieron a esas “viejas”?
– Tengo algo que es demostrativo de esto. La primera correspondencia que yo recibo era una cartita de mi hija que iniciaba la escuela, eran tres líneas y habían tachado dos. Y abajo firmaba ella y entre paréntesis ponía “contemporánea”. De alguna manera es lo que están haciendo hoy, los que estamos en esto, lo que te dije en broma cuando nos sentamos, es lo que siento: todos somos contemporáneos.
Por lo tanto, no son ajenos a esta búsqueda los jóvenes, las nuevas generaciones. Ellos tendrán su metodología, un instrumento con el que en aquella época no soñábamos como Internet, un lenguaje que a nosotros nos resulta críptico; pero están ahí y viven en todas estas luchas porque esto forma parte de nuestra historia, que se construye como una gran barricada, en Buenos Aires, en Montevideo, en toda América. Ellos de alguna manera sienten que son hijos de esa gran argamasa.
– ¿Cómo evalúa las dificultades que hubo en Argentina y también en Uruguay, que parecía que no llegaría nunca el juzgamiento de los crímenes?
– Ahí están esas proas formidables que son las viejas, que han mantenido desde los días más duros su demanda de verdad y justicia, ellas han mantenido una llama encendida y ahora la pradera está agarrando fuego.
Hay un ingrediente que no manejamos y corre independientemente de nuestra voluntad, y en algún momento se produce un cambio cualitativo aquí y allá porque no hay manera de pararla. Es la fuerza de la memoria, de esas mujeres que fueron capaces en medio de las convulsiones más violentas de mantener sus pañuelitos blancos flameando y de alguna manera son la página más aguerrida de toda esta historia.
– ¿Cómo fue el transito de aquella Sala 8 a que uno de esos presos esté hoy en la Presidencia?
– Cuando salimos, el “Bebe” Raúl Sendic dijo claramente ‘ahora nos integramos a la vida institucional sin cartas en la manga’. Yo recuerdo que un general nos dijo “ya que no pudimos matarlos cuando cayeron, los vamos a volver locos”. Y dos enloquecieron, uno murió en el calabozo. Pero no sé si los enloquecidos no son los que están hoy en el
gobierno ejerciendo la Presidencia y el ministerio de Defensa. Yo tampoco me considero entre los recuperados y diría que estamos todos inmersos en una maravillosa locura por un mundo mejor.
– ¿A qué atribuye la vitalidad del movimiento de derechos humanos en el Río de la Plata?
– Yo creo que acá se aplica aquello de “cada maestro con su librito”. La transición en España fue muy especial, alguien que quiso recuperar entre 100 y 130 mil cuerpos, que se sabe que están enterrados, y le costó la carrera al juez (Baltasar) Garzón, que fue el juez que retuvo a (Augusto) Pinochet en Londres.
Sé de los esfuerzos que se hacen acá, de los que se hacen en Uruguay.
Brasil tiene sus tiempos. Nadie puede manejar los tiempos de otro. Hay algo que tarde o temprano va a germinar en todas partes y es que vamos a terminar sabiendo cuál fue el destino de todos. Y por otra parte, esto no es algo que podamos llamar una búsqueda a término.
– ¿Esta búsqueda ocupa un lugar entre las grandes causas del humanismo?
– Esta es una de las grandes causas del humanismo universal, es parte de esa búsqueda formidable, heroica, que iniciaron las Abuelas y las Madres, y todo lo que se ha generado en torno a ellas. No hay forma de no compararla con otras búsquedas que siguen vigentes. Esto, para la historia argentina, para la uruguaya, es para siempre. Acá hubo un desgarro, una ruptura de los parámetros elementales de la humanidad, aún en estado de guerra. Una propiedad puede ser botín de guerra, pero los restos de un desaparecido, o un niño que es arrancado de sus padres que luego desaparecen, eso no cabe en ninguna ética. Por eso esto que está ocurriendo ahora es para siempre.
Además se expresa en la historia, en la búsqueda, en la política, en el canto popular, en la tradición oral, en los cursos escolares iniciales. Forma parte de la historia, es un período aberrante que de alguna manera tiene que ser saneado con la búsqueda de la verdad y la justicia para construir esa barricada que sea infranqueable y que, de alguna manera, nos conduzca al Nunca Más.
– En ese sentido, los pueblos rioplatenses se han influido mutuamente.
– Es que es un mismo pueblo, En esta búsqueda, en estas resistencias. Yo recuerdo ahora los nombres de compañeros argentinos que estuvieron presos con nosotros allá, y de compañeros uruguayos que estuvieron acá. Tenemos el mismo lenguaje, la misma historia, el mismo sentimiento y cantamos los mismos tangos de Gardel.