Aunque todos disimularon un poquito, la gente soltaba la broca apenas se la indagaba. No era para menos, no son muchos ni habituales los espectáculos de nivel y gratuitos que tienen lugar en esta ciudad. En este caso además, había un plus, el elemento emocional, la acción solidaria sumada al hecho que fuera protagonizada por un artista como Coti. Concordiense él, cuya música suena tanto en este país como en el extranjero y que venía al pueblo de su infancia y adolescencia a ofrecerse y reencontrase.
Todos quienes quisieron y lo conocen se dieron cuenta que el popular cantante se dispuso a ofrecer un espectáculo con todas las de la ley. Se lo veía contento y emocionado, se notaba su deseo de enfrentarse a una multitud que no era la multitud de cualquier pueblo o ciudad, sino de la suya. Es decir, la carga emocional era importante, para él y para quienes solían escucharlo en Tava Roga a comienzos de los años 80 y con una democracia que iniciaba su florecimiento.
Fue así que Coti se disponía a lograr esa complicidad con el público. Aparecían los recuerdos que se mezclaban con temas queridos y tantas veces tarareados, como esa mezcla de rumba y tango que se llama “bailemos” y, entonces, la magia amagaba a aparecer. Difícil mantenerla con tanta agua y el peligro que representaba para los músicos seguir arriba del escenario a pesar de todo.
Para colmo de males, Coti había anunciado que debajo del escenario estaba el artista plástico Tucho Salarí pintando esa escena, pobre papel, pobre lienzo y pobre tucho que, al igual que quienes aprecian su obra, se quedarán con las ganas de ver ese cuadro, ese recuerdo de una noche de artistas solidarios que se prestan a acompañar el dolor de la inundación con alegría, esperanza y música.