Así como no se puede aprender con la panza vacía, tampoco se puede aprender temblando de frío o agobiado por el calor. Para poder incorporar un conocimiento es necesario contar con una condición física favorable. Porque el sujeto se apodera del saber en una situación de bienestar.
Hay un dispositivo del aprendizaje, la habituación, que consiste en inhibir los estímulos no pertinentes y posibilitar la focalización de la atención en el objeto a aprehender.
La habituación, de la mano de la motivación, forma la diada inicial que dispondrán al sujeto, en el contexto pedagógico, para apoderarse del saber.
Es de imaginar que, a nivel de los ministerios deben haber tenido, en cuenta, en primer lugar al estudiante. Y haber considerado que la habituación se pierde cuando un estímulo no pertinente, interfiere, desviando la atención hacia otro punto y el aprendizaje ya no se concreta.
Estar pendiente de mi panza vacía, refregar las manos para que se me pase el frío, o secarme el sudor por el calor; como también la vivencia de un trauma, actúan como elementos distractores de la situación de aprendizaje. Porque se pierde el confort y se aleja el estado de bienestar.
La permanencia de la atención en un tiempo continuo posibilita la concatenación en la percepción de las consignas y refuerza la comprensión. Pero si esta continuidad es interrumpida por malestares. La percepción de las consignas, la comprensión de los enunciados se ve severamente afectada.
Permanecer con las ventanas abiertas para que circule el aire y se disminuya la posibilidad de contagio, es una muy buena idea cuando la temperatura está por encima de los 25° pero cuando empiezan a descender por debajo de 19°, la situación es totalmente diferente. Sin hacer mención al riesgo de contraer enfermedades de vías respiratorias propias de la época invernal.
Me pregunto, ¿de todos los funcionarios que diseñaron este protocolo, a alguno se le ocurrió pensar que la temperatura podría descender? ¿Dónde colocaron al estudiante como sujeto de aprendizaje?
¿Los padres que pugnan por clases presenciales se han detenido a pensar que sus hijos deben estar 4 horas a baja temperatura? ¿Dónde queda la función materna/paterna? Ante la posibilidad de un sufrimiento para los hijos, ¿qué corresponde como padres/madres la exposición o la evitación?
Cuándo se diseñan políticas, estas deben ser de aplicación universal, sin afectar ningún derecho. Pero fundamentalmente no olvidar que el blanco de las políticas terminan siendo las personas. Estas no son entes inertes sino susceptibles a las variabilidades del entorno.
Las dificultades siempre se solucionan, pero de raíz.
De nada sirve repartir mantas cuando cala el frío en los huesos. Porque la manta se enfría y, al rato, el cuerpo también. El frío se combate calentando el ambiente con calefacción. En una vivienda digna construida con material aislante.
Pero sale más barato repartir una manta que apuntar a políticas de construcción de vivienda.
Lo mismo sucede con la educación.
Hoy vivimos en un contexto de circulación viral comunitaria donde nos rondan dos cepas altamente peligrosas para las edades más jóvenes.
Lo ideal no es abrir las ventanas para ventilar, sino proveer de tecnología para poder educar a distancia, protegiendo al sujeto de un contagio.
Se debe apuntar a la construcción de una plataforma digital con contenidos prioritarios disponibles para cada nivel. Donde el estudiante pueda hacer una interfaz entre el contenido prioritario y su docente. Así este aprendizaje puede ser acompañado y evaluado.
Pero es más fácil repartir mantas o abrir las ventanas.
Cuando olvidamos la subjetividad para cumplir con la norma, bajo cualquier condición, caemos en la cosificación. Un sujeto cosificado es carne de cañón para políticas esclavizantes. Donde la subjetividad es pulverizada para someterlo al sistema opresor.
Hoy el estudiante es un sujeto que ha devenido en objeto o una cosa. Porque se lo ha despojado de sus sentires. Un sujeto pensado como que ya no siente frío ante la ventana abierta y expuesto a una temperatura menor a 10 grados. Retrocedimos a la época medieval donde se azotaban los estudiantes que eran burros y la crueldad reinaba como pedagogía.
Hoy no es el azote, sino la ventana abierta. Porque la letra, aunque sea con frío, entra.
(*) Licenciada en Fonoaudiología MP 290. Docente. Militante. Ex candidata a vice intendenta.