Las deudas externas de los Estados ya habían comenzado a exhibir su eficacia estratégica como método de dominio indirecto, tras las guerras Napoleónicas.La primera contingencia de esta nueva política fue separar a España de sus Colonias, sin enfrentarse con ella ni con sus colonias, antes las cuales Inglaterra había fracasado militarmente en 1806 y 1807 (las invasiones inglesas). Fue entonces que el Secretario del Foreing Office, George Canning, trató de fomentar la Independencia española del Imperio Francés. Así le nació a Francia la «úlcera europea» que le permitió a Inglaterra hacer pie nuevamente en Europa a través de la península Ibérica (redireccionando tropas que estaban a punto de embarcarse en una nueva invasión a Buenos Aires) y desde allí empujar a Napoleón hacia la tumba de su carrera militar en las heladas estepas rusas, en 1812, las mismas que sucumbieron en el siglo siguiente las tropas de Hitler en 1941 y que pueden repetir la OTAN en la guerra de Ucrania-Rusia.
Yendo -ahora sí- a los orígenes de nuestra Argentina, podemos decir que nació fraudulentamente endeudada con una maniobra de este tipo, en ocasión del célebre ya «Empréstito Inglés» contraído por Bernardino Rivadavia en 1824 con la Banca Baring Brothers y ejecutada con el Banco de Descuentos de Buenos Aires, que a su vez estaba controlado por comerciantes ingleses.
En 1825 el Banco estaba en dificultades por las bancarrotas de las compañías inglesas. El empréstito con la firma Baring Brothers fue de un millón de Libras Esterlinas. El nacimiento de esa financiera coincide con la gran política económica del imperio británico. El préstamo se contrataba con el objetivo de: Crear pueblos en la frontera con el indio, fundar un Banco; construir una red de agua y un puerto.
Los gestores del préstamo fueron: Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Saenz Valiente y los hermanos Parish Robertson, y que en su conjunto, porque nada es gratis en esta vida, parece que se otorgaron 120.000 Libras del total del crédito en carácter de comisión (muy patriotas los muchachos). Descontadas las comisiones, los gastos de emisión y varias cuotas adelantadas llegaron a Buenos Aires solo… !!$570.000 libras!! y la mayoría en Letras de Cambio sobre casas comerciales británicas propiedad de los gestores del crédito. Pero eso sí: la deuda se asumía por el total, o sea un millón de libras.
El dinero por distintas circunstancias no se destinó a la construcción de obras públicas como estaba previsto. Para colmo, en 1904, cuando se terminó de pagar el crédito la Argentina, o sea nuestros bisabuelos, abonaron la suma total de $ 23.734.766 pesos fuertes. Ese crédito equivalía a ocho toneladas de oro. Como garantía se ofrecieron las tierras públicas hipotecándolas y dando derecho a Inglaterra a su administración. También en la fijación de los aranceles aduaneros que eran la mayor fuente de ingreso de la Nación. Ese fue el origen de los famosos latifundios, al obligar a entregar mediante la Ley de Enfiteusis, el alquiler de las tierras hipotecadas.
El endeudamiento fraudulento y sus consiguientes crisis bancarias y económicas, llegaron a su clímax entre 1880 y 1892, bajo las presidencias del general Julio Roca y de su concuñado Miguel Juarez Celman. Este renunció en 1890 tras la insurrección del Parque, y fue reemplazado por el vicepresidente Carlos Pellegrini. En este período que va de la primera a la segunda presidencia de Roca, entre 1880 y 1904 Carlos Pellegrini «brilló» y dejó su impronta moviéndose en segundo plano, algo así como hizo Cavallo con Menem. El hombre clave de esa generación de los 80 fue Carlos Pellegrini Bevans Bright. Hijo de madre inglesa y sobrino nieto de Lord Provost, no se educó en el Colegio Entrerriano de Concepción del Uruguay, como quieren hacernos creer algunos historiadores, sino en Harrow, Inglaterra, bajo la tutoría de su tío, el Ministro de Comercio inglés John Brigth un firme propulsor de la derogación de la Ley de Granos que impedía su libre importación. Argentina tenía su Aduana de Ultramar cuya renta podía hipotecar a favor de los acreedores externos y que estos podían literalmente bombardear y ocupar en el caso de que no se pudiera cumplir con los compromisos de deuda, como sucedió años después en México y Venezuela.
Pellegrini fue el único argentino que llegó como ministro plenipotenciario de Roca, y luego como presidente en reemplazo de Juárez Celman, hipotecó a favor del Banco Morgan los ingresos de la Aduana. Y ese acto implicó una maniobra extranjerizante porque ese Banco, fusionado hoy con el Chase Manhattan Bank de los Rockefeller, era de capitales anglo-americanos.
A principios del siglo XX Pellegrini intentó como Senador extender esa peligrosa garantía a favor de todos los acreedores externos mediante un megacanje o conversión de deuda parecido a los de Cavallo con Menem -De la Rúa (Todo un adelantado este señor)
Apelando a sus antecesores europeos, el Presidente Juárez Celman y su ministro Wenceslao Pacheco anunciaron un gran plan de privatizaciones que comenzó con la venta del Ferrocarril Andino y siguió con las Obras de «Salubridad» y los Ferrocarriles Provinciales. Esta nueva ola de endeudamiento fraudulento llegó a su cumbre entre 1887 y 1890 al reproducirse ampliada las maniobras de 1824. A la sombra de los Bancos libres garantidos, autorizados a emitir billetes, respaldados con fondos públicos de empréstitos externos, pulularon súbitamente más de 200 sociedades anónimas. Estas tenían nombres de fantasía, como por ejemplo: Ferrocarriles a la Luna y sus nombres aparecen en los nomencladores de pueblos y calles del país.
El nuevo Banco Nacional, al cual las sociedades anónimas le compraron el oro y el dinero circulante, ya que esta entidad estaba facultada a emitir dinero. Este nuevo Banco Nacional había sido fundado (y luego «fundido), por Juan Anchorena, Vicente Casares, Ezequiel Ramos Mejías, Narciso Martínez de Hoz, y otros propietarios de las legendarias estancias como Chapadmalal, Las Tunas. Burzaco, etc, evidenciando esos orígenes financieros que estas fortunas no provinieron del trabajo del campo, sino de ilícitos financieros en perjuicio del país.
El senador que, entre gallos y medianoche, impulsó la Ley de creación del Banco Nacional, fue Manuel Quintana, abogado del Banco de Londres (sic) que poco después fue despedido airadamente por el ministro de Relaciones Exteriores, Bernardo de Irigoyen, cuando junto con el Embajador Británico Saint-John fueron a anunciarle la marcha de la cañonera inglesa «Bacon» hacia Rosario por las deudas de ese Banco con la Banca inglesa. Finalmente las sociedades de fantasía cayeron en bancarrota con un pasivo similar al endeudamiento externo.
En marzo de 1891 se produjo el crack de todo el sistema financiero, antes los banqueros argentinos trasladaron sus deudas al Estado, aumentando el volumen de la deuda externa. Carlos Pellegrini fue el responsable del «corralito» bancario de esa época. Este se precipitó como consecuencia del arreglo Pellegrini-Plaza de la deuda externa que impuso el Comité Rothschild (una especie de FMI actual) por lo cual para salvar a la Banca Baring, la Argentina debió destinar el circulante que acababa de emitir para comprar todo el oro que había en el medio y girarlo a Inglaterra, para el pago puntual del vencimiento de deuda (Hoy Argentina no puede hacer algo así, porque Macri depositó nuestro oro en el Banco Central de Londres). Pellegrini por un Decreto de Necesidad y Urgencia dispuso el cierre de los bancos Nacional y Provincia garantizando el pago de sus depósitos hasta nueva resolución. Eso precipitó el «Marzo Negro» de 1891 que produjo una corrida bancaria contra los bancos mixtos y oficiales. La terrible crisis de 1890 es un ejemplo relevante de cómo Inglaterra condujo su política de endeudamiento y absorción de los capitales nativos para reducir al país en su continuidad como colonia. Con su proverbial muñeca política hizo que nunca emitiera dictámenes una Comisión Investigadora de Bancos Oficiales y Mixtos creada por la Cámara de Diputados en 1891. Pero el Congreso, al igual que en 1918, con la deuda con el FMI, ya era cómplice en esa sideral estafa, a través de la aprobación de una reforma al Código de Comercio, y que se aseguró una absoluta impunidad, aprobándola a libro cerrado y en pocas horas de sesión. (Cualquier similitud de operación similar en la actualidad, es pura coincidencia).
Como no se podía sostener esa acción depredadora contra los intereses del pueblo, el Régimen tuvo que buscar algo para que todo siguiera igual. En consecuencia, en 1892 llegó a la Presidencia Luis Saenz Peña, pero con «revólver en la sien», al tener como Vicepresidente al consuegro de Roca, José Evaristo Uriburu, tío a su vez de quien diera el golpe de Estado contra Yrigoyen. De esta manera se hizo cargo del Ministerio de Hacienda, Juan José Romero, quien sin penetrar en la profunda malicia de ese endeudamiento fraudulento, destinado a generar una deuda deliberadamente impagable a efecto de establecer «relaciones carnales» (Cavallo dixit») en el sentido de posibilitar una «libra de carne», (gracias Shakespeare) trató de negociar la deuda sin generar deuda nueva.
Nota: Tanto en la Argentina como en nuestra ciudad hay nombres de calles y monumentos que no corresponden al mérito verdadero.