La inevitable vejez

Desde el momento que nacemos empezamos a envejecer. Envejecer es el devenir de la vida, el proceso más natural de las personas y, a la vez, el más resistido. Se invierten muchos recursos en vivir más años y, aun así, es una etapa a la que no se quiere llegar. Nadie quiere ser viejo… pero es, inexorablemente, el futuro humano.  Hacia allá se va soportando el miedo a la decrepitud y el miedo a vivir en una sociedad donde lo más importante es ser o parecer joven. El miedo a la vejez tiene que ver con la idea instalada en el imaginario social: declinación de todas las funciones, deterioro físico y psíquico, y la temible falta de autonomía que lleva implícita la dependencia.  

La discriminación por edad es la más extendida del mundo.  Los estereotipos vinculados a la edad siguen estando socialmente aceptados. Las publicidades, las búsquedas laborales, las bromas, la etiqueta de clase pasiva, encasillan a la vejez y generalizan: la idea común es que los mayores están enfermos o dependen de otros, que están tristes o deprimidos y, sin embargo, muchos dicen ser felices. A veces más de lo que manifiestan los jóvenes. Los medios de comunicación tampoco ayudan porque reproducen y magnifican los estereotipos: Adultos mayores, tercera edad, viejos, gerontes, ancianos, abuelo o abuelita.

Los mayores tienen un nombre como todos. Los estereotipos lastiman, excluyen y vuelven invisibles a muchos.

El último censo devela y así lo expresa un medio de comunicación: “Donde sí hay un problema es en el envejecimiento de la población: tenemos cada vez más personas mayores de 60 o 65 años[1]

Hoy, en la Argentina, hay alrededor de 6 millones de personas que superan los 60 años y se prevé que en el 2050 habrá más mayores que niños y adolescentes. Es el grupo social con mayor crecimiento y también, es un fenómeno poblacional que se replica en el resto del mundo. Somos ya una sociedad envejecida y no queremos verlo ni asumirlo. Tal vez, si se asumiera, se descubriría un mundo de oportunidades, para innovar, para crear empleo, para diseñar nuevos productos y servicios. Esta nueva longevidad podría abrir puertas inéditas para repensar los próximos años en lo económico, social y cultural.

Los mayores son un grupo muy diverso que ya no responden a los patrones tradicionales que persisten. Quizás se pueda escuchar y aprender para entender cuáles son sus nuevas necesidades, posibilidades, deseos y gustos.

El transitar de la vida es por etapas o, técnicamente, por franjas etarias[2] y cada una de ellas tiene su potencial. Para conocer la que se recorre a partir de los 60 hay que revisar los encasillamientos y contrastarlos con la nueva realidad. Porque viejos no son los otros, viejos es lo que somos algunos o, van a ser los que hoy son jóvenes, que pocas veces, piensan en los cumpleaños del futuro. Quizás, debería ser un aprendizaje temprano para andar hacia el acontecer inevitable de la existencia.     

Hablar de la longevidad no es algo nuevo.  50 años  a. C., Marco Tulio Cicerón escribió De Senectud[3], obra que nos ha legado la Antigüedad clásica. El De senectute es un claro ejemplo del tratamiento de modernos conceptos como el de adaptación o las pérdidas fisiológicas ligadas a la edad, hace ya más de dos mil años, de forma tal que la obra constituye el primer manual de gerontología.

Lo que hoy estamos viviendo es diferente: una nueva longevidad con una visión optimista y amable de todos esos años que el desarrollo regaló. No solo hay más personas mayores, sino que hoy vivimos más años y, además, nuevos roles y desafíos.  

Vivir mucho también hace que nos preocupemos por el cuidado. Uno de los grandes retos es el de los adultos jóvenes hacia las personas cercanas con deterioro físico y cognitivo.  Pero, al mismo tiempo, se está viviendo con más intensidad, cada vez hay más personas mayores que deciden empezar nuevos emprendimientos y esto es la nueva longevidad que transforma, modifica, la realidad en que vivimos.

La obsesión por la vejez en clave de rechazo, debería activar sensibilidades, porque es hacia dónde vamos, sin otra alternativa.  

Aprendamos a envejecer como las flores, que resignan sus pétalos para dar paso a la nueva vida en las semillas.

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación. Ltda.

 

[1] https://www.lanacion.com.ar/sociedad/censo-2022-tras-12-anos-sin-estadisticas-cual-es-la-proyeccion-estimada-de-habitantes-en-la-nid14052022/

[2] ¿Cómo se dividen las franjas etarias según la OMS? Adolescencia (12 – 18 años) Juventud (14 – 26 años) Adultez (27- 59 años) Persona Mayor (60 años o más) envejecimiento y vejez.

[3]Esta obra, este clásico de la literatura universal, que es un auténtico manual de gerontología, es también la única latina dedicada en su integridad a los ancianos y representa un hito esencial en la historia de la edad provecta, sobre todo por su argumentación, por la calidad de su estilo y por el lugar que ocupa en la literatura. En cierto modo, causa perplejidad que el mundo romano, tan severo con los ancianos, haya generado esta sublime apología de la vejez, única en muchas de sus aportaciones. https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1134-928X2013000200002

 

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