Por Fosforito
Me pasa seguido. A veces leo lo que me llega al teléfono y devuelvo lo que pienso. Otras lo miro y lo dejo pasar. Lo mismo en la calle, hablando con las personas. A veces, simplemente, dejo caer la cara y levanto las cejas para poner cara de “Y sí. Es todo un tema”, para eludir la cuestión. Porque desde hace un tiempo, cuando opino, sobre todo cuando no coincido, soy acusado de ser “ideológico».
Y si insisto, es peor.
Empieza la acusación de que tengo una venda sobre los ojos que no me deja ver la realidad que ellos me quieren mostrar; pero no es que no entienda lo que me quieren contar, sólo que mi forma de ver el mundo no coincide. Es tan simple como eso.
Y seguramente sí, puede ser por mi “ideología”.
El lugar donde nacimos, lo que nos han transmitido en nuestra familia, lo que nos enseñaron los maestros, las experiencias vividas, todo eso que absorbemos día a día a través de las pantallas, el arte, los sentidos, nuestro dios o la inexistencia de él… Todo hace a nuestra “ideología».
Es nuestra forma de pensar. Todos tenemos una forma de pensar. Y todos hacen “ideología” todo el tiempo, pero muchos no lo saben.
Nadie escapa, seamos conscientes o no de ello, todos tenemos una ideología, incluso los que se jactan y vanaglorian de no tenerla.
Son quienes se creen que por no “pertenecer” a una idea política definida, alguna corriente de pensamiento catalogada y clasificada, son como mentes vírgenes no contaminadas.
Por lo general, la ideología que reprochan, que bastardean y niegan es la ideología que incomoda. La que tiene rumbo y dirección. La que cuestiona el mundo y busca transformarlo. La que nos posibilita pararnos sobre terreno firme para caminar.
Toda la realidad es una construcción humana que se puede deconstruir y la ideología es la brújula; para después solo queda el instinto.
¿Qué sería de uno sin la “ideología” en estos tiempos locos y frenéticos en los que la mentira se bate con la verdad. En esta sociedad que sufre de amnesia inmediata, que olvida lo que pasó ayer y que parece que todo da lo mismo…
Seríamos velas sin arriar en la tempestad. Empujados siempre en la dirección donde soplan los vientos huracanados.
Sin ideología todo daría igual: El aborto legal o salvemos las dos vidas, las democracias o las dictaduras, la justica o la injusticia, vivir y matar, vivir y dejar vivir, vivir o dejar morir…
Ahora, cuando te dicen que sos “ideológico”, es para anularte en el debate, un descalificativo.
Entonces, ¿debería renunciar o esconder mi propio juicio «ideológico»? ¿Ser un cínico, un hipócrita y decirle a cada quién lo que quiere escuchar? ¿Asentir a las afirmaciones más delirantes y reirme de gracias que me dan pena y vergüenza ajena? ¿Darles a todos la razón como a los locos y usar la psicología inversa como con los niños?… Y así seguro tener más amigos, ser más querido y, sobre todo, más leído…
-“Si decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie.” (No importa cuando leas esto, ni quién lo dijo.)
Y yo pensaba que las ideas se combatían con ideas…. Qué tonto fui.