Cuando hoy hablamos de René Favaloro se nos eriza la piel y nos preguntamos si hizo bien, si hizo mal, cuáles fueron en verdad sus motivaciones.
No hablaremos de las insondables razones y sinrazones de un suicida, pero sí señalaremos que la desidia de los políticos argentinos y de muchos ciudadanos por los grandes asuntos del país es ya un clásico. Por eso no son pocos los que debieron y deben llamar la atención sobre distintos problemas acudiendo a medidas extremas.
Presentar un expediente con mil fojas de razones a favor de una medida suele valer menos que una mañana con media docena de cubiertas encendidas en la calle. Así estamos.
La dirigencia de ayer y de hoy suele esperar el corte de la ruta, el humo, el escándalo, para actuar. ¿Y qué tan lejos estamos los periodistas?
De esta manera, los esperables caminos de la república son suplantados por las medidas de facto. Y las personas y las instituciones más o menos la tienen clara: para ser escuchados tenemos que gritar. El que no llora, no mama y el que no afana…
Ahora, ¿qué debe esperar el que habla pausado, el que se da su tiempo, el que cree en la razonabilidad de un proyecto y supone que lo están escuchando?
Nos resistimos a hablar aquí de lo aceitadas que salen las normas a favor de grandes empresas, y de la ristra de peros y más peros conque dinamitamos los caminos a los asuntos hondos de la cultura, la salud, la educación. Los gobiernos argentinos y nosotros mismos.
Y bien, los uruguayenses están (estamos) hoy en una tremenda encrucijada. O la sala para las maquinitas tragamonedas, o el museo Yuchán. De eso se trata. La disputa huele al clásico Braden o Perón.
(“La Unesco entiende que para salvaguardar el patrimonio cultural por supuesto no hay que desalojar los museos etnográficos para instalar máquinas tragamonedas”, escribió el periodista Fortunato Calderón Correa).
Por ahora, las autoridades locales tienen las puertas abiertas a grandes empresarios muy habituados a hacer negocios con el estado, y aquí nos reservaremos sus nombres, y no tanto para los ciudadanos ilustres como el fundador del museo Yuchán que debió embalar sus colecciones y llevárselas a casa, de la noche a la mañana.
Claro, como el profesor Juan José Rossi no se va a pegar un tiro, entonces quizá nos estemos comportando como aquel presidente con olor a naftalina que llevó el colectivo de los argentinos al choque, en el aciago diciembre de 2001. El verbo cajonear es, en definitiva, bien conjugado y por muchos en nuestro bendito país.
Promesas, promesas y promesas. Como la promesa del subterráneo que hubiera salvado la vida a tantos en Flores esta semana. Promesas.
Enfermos
La clausura del museo Yuchán es consecuencia de una terrible enfermedad que nos aqueja. Una enfermedad que si no tratamos va a llevarnos a la ruina.
Lo que ganamos en otros menesteres lo perdemos en el alma. Y no logramos tomar conciencia de la gravedad del cáncer. Mil millones de pesos para ver fútbol por televisión. ¿Es eso una prioridad? Casinos, salas de tragamonedas, ¿son una prioridad?
El fundador del museo Yuchán, Juan José Rossi, merece un desagravio. Lo agraviamos al exigirle una salida urgente, y al no ofrecerle alternativas razonables y respuestas en tiempo y forma. Se impone un desagravio.
Pero el ataque al museo es un ataque a la cultura regional que también merece un desagravio.
No se trata ya de un problema personal ni local. Tenemos derecho a nuestras casas culturales, y es un derecho que no distingue entre uruguayenses, sanduceros, paranaenses, concordienses, montevideanos, porteños, rosarinos. Si un día arrasaran con el monumento a la Bandera de Rosario, ¿sería un problema sólo de los rosarinos?
Ojalá nos sorprendiéramos uno de estos días con una noticia que permitiera superar este estado decadente. Ojalá consiguiéramos la mejor casa para el Yuchán. Ojalá conversáramos, ojalá esas piezas quedaran para ser exhibidas en nuestra tierra y para generar a su alrededor ese ambiente tan necesario, enraizado en el Abya Yala, en nuestra América, que nos inspire esa nueva/vieja concepción del mundo que hemos perdido en tiempos de velocidad, consumismo, penetración.
Biblioteca, museo, archivos, documentales, talleres, planes para las visitas guiadas de los estudiantes, salas abiertas, patios para la reflexión, jardines con bancos cómodos para el encuentro…
Para conocernos, y para enfrentar tanta basura enlatada que está al alcance de nuestros chicos, los hijos de los docentes, los hijos de los periodistas, los hijos de los barrenderos, de los campesinos, de los profesionales, de los funcionarios. Todos sin distinción, expuestos al mismo flagelo de la penetración cultural y la banalización.
Hechos, no palabras
Es la hora de los hechos. Estamos por la recuperación de nuestras raíces o estamos en contra, y eso debe demostrarse en los hechos. Por la reivindicación de nuestros 40 mil años de historia en el Abya Yala o por la historieta europea que nos quiere nacidos ayer, nos miente.
O los negocios o la historia. O las maquinitas tragamonedas o nuestros pueblos milenarios. Una de dos. ¿No es acaso una bella encrucijada? ¿No hemos sido puestos ante la oportunidad maravillosa de superar este problema con la visión del estadista, del que sabe mirar el futuro con las raíces en las más hondas sabidurías de su tierra, del que comprende el universo y pone los puntos sobre las íes, del que se abre a los derechos del pueblo a su identidad, del que manda obedeciendo?
Si dimos el mal paso, que lo dimos, podríamos analizar el modo de enderezar el rumbo. Estamos a tiempo.
No son sólo los funcionarios, somos nosotros, la comunidad. Todos podemos hacer algo, y la verdad, muchos caímos en el mismo error de las autoridades: la desidia, el desapego, el dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. El que esto escribe incluido, por supuesto.
Esta columna periodística no se refiere a los negocios (darían no para una columna sino para un tomo), sino exclusivamente al destino de nuestra cultura que hemos violentado con actos arbitrarios y eso se expresa bien en la clausura del Yuchán.
Pusimos en un estado de agobio y pesadumbre a un docente tan esmerado, un maestro que nos provoca y nos escucha, un escritor que nos abre nuevos horizontes. No es este el modo de pagarle, y menos a esta altura de sus servicios a la cultura.
Hay que decirlo con todas las letras: pusimos las colecciones en riesgo, y no sólo porque fueron embaladas rápidamente para el desalojo, sino porque hay muchos interesados en esas colecciones. La verdad sea dicha. En el país y en el mundo.
Y porque pusimos a Juanjo Rossi en un brete. A los 79 años muestra una energía envidiable, pero desde el cierre del museo está cansado. Cansado al extremo. Incluso sabemos que ya en la universidad le dicen que es viejo para dar clases, le apuran la magra jubilación. ¿Qué nos falta? ¿Rodearlo y apedrearlo en la plaza?
¿Qué error ha cometido este entrerriano adoptivo? ¿Dedicar demasiado tiempo a conocer y pensar el Abya Yala, a combatir las mentiras del imperialismo, a ofrecer talleres a docentes, estudiantes? ¿Dedicar mucho de su tiempo a escribir sobre América, a expresar sus conclusiones con sinceridad aunque eso provocara tremendos debates? ¿O el error de dedicar cero tiempo a los negocios que le hubieran permitido una vida placentera llena de confort?
Nosotros caímos en ese error tan nuestro de no valorar el agua hasta el día que nos falta. Y hay un asunto que no debemos obviar: muchas veces creemos que las personas dedicadas a la salud, a la educación, al arte, a la historia, tienen que vivir en la miseria, sin garantías ni siquiera de alimentación digna, sin sueldos dignos, sin beneficios sociales, mientras al lado otros fuman sus cigarros hechos de billetes, como en los viejos tiempos. ¿Por qué esa resignación?
Hemos despreciado a un entrerriano que merecía de nosotros un pasar sereno, con la serenidad que puede alcanzar una persona que ha puesto en el banquillo a la historia oficial y a las estructuras de pensamiento del occidente. Lo hemos despreciado en forma directa, o a través de nuestros “representantes”, que para el caso es lo mismo: tenemos que hacernos cargo.
Bañarnos de Abya Yala
Obras plásticas de un valor espiritual extraordinario metidas en cajas fuertes porque son objetos de la especulación, ¿no es un disparate? Pero eso ocurre ante nuestras narices. Lo naturalizamos.
Bien: el museo es (era) otra cosa. Se trata de piezas de gran valor cultural que nos crean el ambiente necesario para volver a nuestras raíces. Y que en lugar de menospreciarlas (como hemos hecho) debiéramos complementarlas con otras salas, otros modos de presentación, nuevos aportes que le den más vida a esta casa, que bañen de los pueblos del Abya Yala a nuestros niños y jóvenes, que los bañen de multiculturalidad, de interacción entre culturas tan nuestras, tan complejas, tan ninguneadas.
Y que permitan a aquellas personas que ya trabajan por la cultura desde el alma, continuar con sus esfuerzos con el camino un poco allanado, sin tantos obstáculos, sin palos en la rueda.
¿Hasta dónde vamos a tirar de la cuerda? Como ciudadano de esta provincia me permitiré aquí hablar en primera persona porque siento la obligación de advertirlo: hemos llevado el caso a un extremo, y tal vez sin darnos cuenta, sin conciencia cabal. Quizá muchos no sepan el daño moral que hemos causado, el cansancio moral que generamos, y es probable que algunos crean aún que se trata de exageraciones.
Recordábamos, mientras escribíamos estos párrafos, que a algún empresario paranaense con intereses en estas nuevas obras en Concepción le podemos preguntar cómo se hicieron los trámites para la adquisición en forma directa de sus terrenos, para que su empresa construyera obras con fondos del estado. Si hubo caminos aceitados para los negocios, ¿por qué obstáculos al Yuchán?
Y pensábamos que los mismos funcionarios que facilitaban esos negocios desde un Instituto del estado, y que a la vez querían plantar en las barrancas el Cristo o el Juan Pablo más alto del planeta quizá podrían decirnos qué hacer con un museo que pone en valor la historia anterior a la invasión europea con sus lenguas, religiones, intereses, es decir, los 40 mil años y no sólo los 500.
Consultemos pues con nuestra almohada, veamos el camino, no es un tema que deba dividirnos, enfrentarnos: todo lo contrario. Ahí tenemos, en el Yuchán, un punto de encuentro. Y la serenidad, la paz interior y la franqueza son condiciones indispensables para encarar los temas hondos y encontrarles la vuelta.
Hemos desgastado inútilmente a una institución, hemos desgastado a su fundador y sus impulsores, y muchos entrerrianos somos responsables.
En esta misma columna dejamos al Yuchán para después. Nunca hicimos una nota sobre esa obra, ¿por qué habríamos de tirar la primera piedra?
Pues bien, reunámonos en una mesa, dejemos nuestras diferencias de lado, focalicemos el problema en la casa cultural, en sus impulsores, en los derechos del pueblo, en las bellas honduras del Abya Yala, tomémonos unos mates y lo demás se dará por añadidura.
En éste, como en muchos otros casos, si bajamos el copete y no levantamos el dedo acusador se hará más sencilla la superación de un momento tan pero tan ingrato.
Y lo decimos así porque, tras dos semanas de escuchar los justos reclamos de los alumnos, docentes y gente de la cultura a favor del Yuchán, y las respuestas de las autoridades, advertimos que puede haber un punto de confluencia que estamos obligados a explorar.
Hay funcionarios municipales que sostienen que hubo consenso, y Rossi afirma que no. Y bueno, para coincidir en la apreciación sólo falta buscar ese consenso.
El vicegobernador estudia una salida
El vicegobernador José Eduardo Lauritto, oriundo de Concepción del Uruguay, hizo propio el problema generado con la clausura del museo Yuchán (o mejor, el problema que desembocó en la clausura). Y admitió, ante un grupo de militantes de la cultura, que él mismo no era ajeno al grupo de dirigentes que debió encarar una solución a largo plazo.
Lauritto fue intendente de la Histórica, y en su tiempo tuvo diálogo frecuente con Rossi.
Le dijo eso al presidente de la Junta Americana por los Pueblos Libres, Pedro Aguer, que lo visitó con otro paranaenses (estuvimos presentes) para exponer un reclamo y escuchar las respuestas posibles a la situación planteada. Y se comprometió allí a buscar una salida inmediata y otra a mediano plazo.
Ocurre que Lauritto concluye su mandato en diciembre, las probabilidades de un proyecto de ley que estatice el museo en tan corto tiempo son escasas. Y las demoras en respuestas anteriores generaron cierto deterioro de la confianza en las gestiones oficiales.
Lauritto reconoció que tener el museo cerrado mientras se adecúa una sede no es la solución porque pone en riesgo las piezas y porque ya hay antecedentes de que con el paso del tiempo la burocracia termina aplastando las iniciativas y el museo pasará al olvido.
Las cosas quedaron como están. Esta semana que viene podría haber novedades.
Historia remota del Abya Yala
Juan José Rossi dictará el próximo viernes 23 de setiembre un seminario sobre “Nuestra Historia Remota” en María Grande, desde las 8 hasta las 15.
El profesor titular de Historia Americana en la UADER dará un curso de capacitación destinado a docentes y estudiantes, de todas las áreas y niveles, de 60 horas cátedra y con reconocimiento del Consejo General de Educación. Allí se abordarán las “Etapas y contenidos del proceso histórico-cultural del Continente Americano, desde el ingreso del hombre hasta 2.500 años antes del presente”.
El curso está organizado por AGMER María Grande y cuenta con el apoyo de la Seccional Paraná del principal gremio docente de la provincia. Serán tres encuentros a desarrollarse en la Biblioteca Pública, ubicada en la Avenida Argentina de María Grande, con la consigna de “afirmar la soberanía pedagógica entrerriana y la necesidad de descolonizar el conocimiento”.
Las otras dos fechas del mismo serán el miércoles 28 de Setiembre y el jueves 6 de octubre, en un horario que irá de 8hs a 15hs, con almuerzo a cargo de AGMER. El Curso es gratuito para afiliados a AGMER y a CTA y para estudiantes de magisterio y profesorados. Los no afiliados deberán abonar una cuota de $50 por clase. Para más información, inscripciones y consultas entrar a agmermariagrande.blogspot.com.
Obras de un entrerriano
Casi todas las grandes obras de Juan José Rossi sobre los pueblos del Abya Yala, las artes, los argumentos de la invasión europea, fueron escritas en Concepción del Uruguay.
La colección es ya un orgullo entrerriano.
En la Serie “Indígenas de la Argentina” de editorial Galerna, Rossi escribió en agosto de 2003, Los Wichi. En julio de 2004, Los Chane Chiriguano. En julio de 2006, Los Charrúas. En agosto de 2006, Los Yámana. En octubre de 2007, Los Alakaluf. En junio de 2010, Los Guaraníes…
En abril de 2005 se terminó de imprimir “América, el gran error de la historia oficial”. En abril de 2007, “La máscara de América”, un libro de 440 páginas sobre la invasión europea a nuestro continente. En abril de 2008, “Historia, identidad y culturas originarias de la Argentina”, de Rossi y Daniel Carbone. En este lustro editó también la obra “Diseños nativos de la Argentina”.