A mediados de 2005, los índices del Indec ubicaban a Concordia en los topes a nivel país en desocupación y pobreza. En ese momento, el ex-gobernador Jorge Busti se esperanzaba en que la obra pública y las actividades productivas iban a revertir esos números. Entre estas últimas ubicaba al arándano: “una actividad nueva en la región que está llamada a ocupar un lugar preponderante y que contribuirá sin dudas a salir de esta situación”.
Tanto Mesa como Almeida describieron el panorama de la actividad desde la óptica del cosechero. En primer lugar, resaltaron la escasez del jornal diario. “Te pintan algo como que vas a ganar buena plata y terminás sacando $ 38 por día”. Si durante una quincena llueve durante cuatro días, y se trabaja sólo seis días: “cazás $ 300, $ 350”. En consecuencia, deduce que no le alcanza porque para vivir “necesitás $ 50 por día”.
Y, a veces, había horas que se la pasaban en la quinta sin trabajar por cuestiones climáticas, pero no se las reconocían a pesar que las circunstancias eran ajenas a los trabajadores. “Tenés que cumplir 48 hs. semanales, trabajando de lunes a sábado. Si te llueve el miércoles, tenés que ir el domingo para cumplir las 48 hs.”, expresó Mesa.
El joven fue empleado por un contratista “Bentos”, quien, a su vez, trabajaba para Blueberries S.A. Al ingresar y al retirarse de la quinta de la empresa -cuya entrada se encuentra en la ruta 14- la Policía los revisaba. Además, Mesa sostuvo que circulan patrulleros por el interior de la quinta. Almeida señaló que la Policía debería estar destinada a cuidar la ciudad y no el interior de una quinta. “Queremos saber si la empresa paga al gobierno de Entre Ríos”, expresó. “Para eso está la seguridad privada” .
En la quinta: “no podés fumar, si vas al baño tenés que pedir permiso, con celular no podés entrar”, sostuvo Mesa.
El comedor en realidad era una media sombra estirada sobre caballetes, tablones y bancos. “Hay 38º de calor; dejaste comida a la mañana y cuando vas a comer, la ves y está fea: te queda todo en mal estado”, dijo Mesa. Como los pisos son de tierra, a veces el viento levantaba partículas que se depositaban sobre los alimentos. El agua, a veces, era fresca y a veces: “tomábamos agua como venía del tanque”. Cuando comían, eran vigilados por dos policías. “Te molesta eso”, dijo Almeida.
Además, la comida no es proporcionada por la empresa sino que cada jornalero debe traerla de su hogar. “Tendrían que darte un refrigerio”, dijo Mesa. “Tenías que comer lo que vos llevabas”, dijo el ex-concejal. Luego agregó que, a veces, tenían compañeros que no tenían para comer. “Nos juntábamos todos y lo ayudamos para que pueda llegar a la quincena”, sostuvo.
Por su parte, Almeida señaló que formó parte junto con Mesa de una cuadrilla que trabajó para varias empresas: Agroberries, Patagonia-Berries, Arándanos Concordia. “Hemos visto que la CGT dijo que el trabajo era bueno pero no han recorrido; no los hemos visto nunca recorrer y ver como era el ‘tratamiento’ con la gente”, expresó.
Las asperezas se producen cuando el capataz cambia de lugar en la quinta a los jornaleros. “A veces te cambian de donde hay mucha fruta y, cuando vos vas a ganar un peso, te encontrás con que no hay fruta”, señaló. O, a veces, directamente el trato se convierte en maltrato. “En Agroberries tuvimos un problema, por malos modos del encargado de la quinta, y se vinieron dos compañeros antes de empezar a trabajar por una equivocación de los pibes porque son jóvenes”, señaló.
En muchas quintas, los baños químicos son compartidos por hombres y mujeres. “A veces (las mujeres) se descomponían adentro porque era muy fuerte el químico que le echaban”, dijo Almeida. En otras ocasiones, la suciedad en los cubículos sanitarios se acumulaba durante dos o tres días. Muchas veces, los cosecheros optaban por no ir. “Te cansabas de ir tres o cuatro cuadras por lo menos”, dijo el ex-concejal.
Sabido es que a las quintas llegaron contingentes de trabajadores correntinos o santiagueños. Mesa dijo que a los jornaleros locales les pagaban $ 4 a partir de la decimocuarta bandeja. “A ellos les hacían hacer 17 bandejas y media, y, a partir de ahí, les daban $ 1,70 por bandeja. Se tenían que matar para poder hacer una diferencia”, dijo el joven. Llenar una bandeja requiere, en promedio, entre 40 y 50 minutos.
Almeida dijo que su intención es que en otras provincias se enteren de lo que pasa. Aseguró que días pasados, en un encuentro realizado en Buenos Aires, donde estaba presente el intendente de Chajarí, Javier García, en un discurso dijo que había mandado 1500 personas y ganaban $ 150 por día. “Quisimos saber que empresa pagaba eso porque ni trabajando 24 hs. por día se gana eso”, dijo Almeida.
Por último, Mesa expresó que ganó cerca de $ 500 por un mes de trabajo y que no está dispuesto a volver el año próximo. “Fui porque estaba sin trabajo, es la verdad, pero en estas condiciones no”, señaló. Almeida, por su parte, dijo que iban a tratar de hacer una reunión con los cosecheros a fines de agosto del año próximo, junto con Uatre. “Yo quiero luchar por todos los trabajadores, más allá que no esté trabajando”, señaló.