La escuela que nos espera

La pandemia puso en jaque a las instituciones, cada una se adaptó como pudo, siempre desde lo organizacional y respondiendo más a las demandas administrativas que a las del efectivo y real proceso de enseñanza aprendizaje. Pero la postpandemia no ha recuperado, hasta ahora, una experiencia positiva para todo el sistema. En un intento casi obsesivo por volver al pasado, que por cierto ya venía altamente cuestionado, pero que la ausencia de la presencialidad puso en un estado de valoración, pareció que el retorno de esta traería todas las respuestas requeridas.

Uno de los primeros elementos que rompe con este ideal, es que ya nadie era igual después de la pandemia. La niñez, la adolescencia, y la adultez habían experimentado grandes cambios durante la pandemia. Cambios de hábitos, de formas de relacionarse, y sobre todo de concepciones simbólicas sobre la vida y la muerte. ¡La sociedad ya no es la misma! Por lo tanto, el anhelo de volver al pasado en las instituciones escolares se desvaneció rápidamente.

Un reciente “relevamiento del estado psicológico de la población argentina”, realizado por el Observatorio de Psicología Social Aplicada, Facultad de Psicología, de la UBA[1], deja variables interesantes para el análisis, a la hora de proyectar el ciclo educativo.

Algunos de los aspectos a tener en cuenta:

  • El riesgo de trastorno mental de la población general se ha incrementado en relación a los estudios previos
  • Los niveles de sintomatología ansiosa, depresiva y riesgo suicida son mayores en personas más jóvenes y con un estatus socioeconómico percibido menor.
  • El consumo de drogas ilegales y tabaco, así como el incremento severo en el consumo de alcohol, se asocian a mayor sintomatología psicológica y riesgo suicida.
  • Las personas perciben la necesidad de tratamientos psicológicos e informan no tener acceso a los mismos por carecer de medios económicos.

Observando este informe deberíamos pensar que nos vamos a encontrar con instituciones escolares donde 1 de, entre 8 y 10 personas, que transitan las mismas están en riesgo de sufrir trastornos mentales. Que el 75,9 % presenta alguna alteración del sueño: el 38,6% sufre insomnio o sueño interrumpido, el 21,3% duerme menos de lo habitual y el 15,9% duerme más. Que del 53 % que considera necesitar tratamiento psicológico, pero no accede a él, entre otras razones, porque no lo puede pagar o es muy baja la cobertura de las obras sociales. Y que solo un 22%   recurre al tratamiento psicológico, siendo que vivimos en el país con mayor cantidad de profesionales en psicología del mundo.

Sabemos que las escuelas con población en riesgo socioeconómico, superan ampliamente a las que tienen estudiantados de clase media o clase media alta. Sumado a esto, no podemos considerar al plantel docente muy por arriba de la línea de pobreza. Muchos de estos son jefas o jefes de familia o único sostén económico regular del grupo familiar.

El informe revela que en los sectores socioeconómicos auto percibidos más bajos hay mayores indicadores de sintomatología de depresión global y del riesgo suicida. El contar con menores recursos incrementa la sensación de mayor vulnerabilidad y dependencia. Particularmente, los niveles de sintomatología depresiva reportados duplican los hallados en población argentina previamente a la pandemia.

El dato más significativo es que las personas más jóvenes presentaron mayor severidad de sintomatología ansiosa, depresiva y riesgo suicida, este dato muestra que los jóvenes han sido más afectados por la situación actual, y que, a la hora de planificar el proceso de enseñanza y aprendizaje, es un aspecto no menor a ser tenido en cuenta.

Ahora bien, ¿cómo enfrenta la población los problemas psicológicos? Según el informe citado las respuestas fueron: el 41,74% dialoga con amigos/as, el 25,72% toma medicación, sin especificar cuál, el 22,97% recurren a un profesional psicólogo/a, el 21,28% practica el rezo, el 16,18% practica un deporte, el 7,18% consume alcohol.

Si hacemos un análisis rápido de estos datos, podemos observar que nos encontraremos en las aulas con discursos y herramientas disimiles a la hora de afrontar las problemáticas personales de cada quien.

El informe también muestra que más de la mitad, entre un 54% a 88 %,, no realiza alguna de las siguientes actividades: actividad física, meditación, práctica religiosa o yoga para afrontar su malestar emocional o psicológico. Sabido es que quienes realizan este tipo de actividades tienen menores niveles de sintomatología ansiosa, depresiva y riesgo suicida.

Si las instituciones educativas no toman en serio la necesidad de tener herramientas específicas para afrontar los riesgos de trastornos mentales, al que se ven expuestos tanto docentes como estudiantes (aunque según los estudios es mayor en los niveles de menor edad) cualquier planificación, proyecto u organización estará destinada al fracaso.

El estado de salud mental requiere políticas de monitoreo, detección precoz e intervención. Y solo en un contexto de sanidad mental es posible el aprendizaje de nuevos conocimientos, el desarrollo de la creatividad y la expansión de las potencialidades de las personas. El informe cierra recomendando políticas de promoción de la salud, alentando conductas saludables, desalentando conductas problemáticas, e incrementando el acceso de la población a tratamientos psicológicos. ¿Cuántas horas de la organización estarán destinadas al cuidado mental del profesorado y del estudiantado? ¿Qué actividades escolares tendrán en cuenta lo lúdico, lo colectivo, el contacto con la naturaleza, el autoconocimiento, la resolución pacífica de conflictos? ¿Cómo la escuela planifica desarrollar la inteligencia emocional tanto en docentes como en estudiantes?

Finalmente, a modo de interpelación final ¿estamos en épocas de darle mayor importancia a las matemáticas y la lecto-escritura o en un periodo de despejar las mentes para que puedan acceder a mayores niveles de conocimiento?

 

Lic. Verónica López

Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación Lda.

 

[1] Informe recuperado de: http://www.psi.uba.ar/opsa/#informes

 

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