“Mientras marcha hacia el horizonte, cada hombre desea, y a veces lo consigue, coincidir con la realidad y las ilusiones de su tiempo”. José Pasquini Duran. “Ilusiones Argentinas”.
La emoción es el “traje a medida” que utilizará Cambiemos durante la campaña.
La clave de esta posición es que la realidad de las mayorías se identifique con el mensaje. ¿Qué indicadores socios-económicos-político se podrá mostrar para que la gente se reconozca con ellos?, si el relato del gobierno ya no tiene como prioridad producir verosimilitud, sino miedo.
Todos los intentos para crear colectivos de identificación, para que aumente la dimensión emocional de la gente hasta ahora, como: “juntos podemos”, “este es el camino para encontrar la felicidad”. “Unidos somos más”, o “el gobierno anterior fue el populismo más corrupto de la historia. Se robaron todo” o “estamos a un paso de Venezuela” o “volver al pasado”, no generaron los resultados estratégicos para anestesiar a la mayoría de los argentinos y desplazar las demandas contra la grave situación en la que nos vienen sumergiendo las políticas del gobierno.
La estrategia del miedo ya se observa con mayor intensidad. Un discurso político saturado de términos que producen crispación, odio, brecha. Consignas como “cómo puede ser que una chorra sea candidata”, expresado por periodistas, funcionarios, trollcenters y en casi la totalidad de los “debates” guionados en canales de Tv. Susana Giménez, Mirtha Legrand tienen sus guiones también, realizado por comunicación del ministro Peña. Las presiones del ex periodista Lanatta (al servicio del poder económico ahora) al presidente, a jueces y fiscales para que encarcelen a la “chorra”. La represión brutal a trabajadores, desocupados e indigentes mostrados por todos los canales de Tv como imperativo del orden en las calles.
Esto no es otra cosa que movilizaciones emocionales que a partir de la figura de CFK y su gestión buscan instalar, para que el desastre económico no pase por el filtro de lo racional, sino por lo emocional.
Macri “neo populista de la felicidad”, como lo definió la filósofa Beatriz Sarlo, dijo en esa parodia que fue la Expo empleo joven, donde las empresas ofrecían trabajo precario a los jóvenes: “estamos en este mundo para ser felices y para recibir amor” con un cinismo e impudor inusitado. En un año y medio de gestión más que “felicidad”, lo que le dio al pueblo es recesión, destrucción de miles de puestos de trabajo, destrucción de industrias, pymes, miseria, represión, política deliberada de achicamiento de las coberturas sociales que equivale al millonario regalo a los exportadores que representó un punto del PBI en 2016, acá muestra este gobierno claramente el odio de clase.
Persecución política, ataque a organismos de derechos humanos, disparada de precios de alimentos y servicios básicos, retrotrajo la situación distributiva a niveles que se ubican por debajo del 2011, cuando alcanzaba el 34,9 por ciento del PIB, pérdida de la soberanía política y económica, timba financiera indetenible, y la toma de deuda en dólares más grande que asumió en el mundo y otras calamidades más. Pobre Aristóteles que a través de dos mil quinientos años nos enseñó que la felicidad estaba relacionada con el equilibrio y la armonía, y se conseguía mediante acciones encaminadas a la autorrealización.
Con este presente, no hay futuro. La dirigencia política y económica lo sabge. La razón, este gobierno y sus asesores la deben buscar en la teoría de Abraham Maslow, con su pirámide o jerarquía de las necesidades humanas. Se trata de las necesidades que se deben satisfacerse a las personas. La parte inferior de la pirámide está ocupada por las necesidades humanas básicas, que a medida que son satisfechas, aparecen otras que son necesidades y deseos más elevados, relacionadas con la seguridad, luego con la afiliación, el reconocimiento y finalmente la autorrealización, que es “motivación de crecimiento”, o “necesidad de ser”. Nada de eso ocurre.
Las mejores campañas políticas no son sobre los candidatos, sino sobre las historias y luchas de ciudadanos decididos a cambiar su realidad. Los ciudadanos deben ser incorporados al mensaje. Hay que comunicar sus dolores, sus preocupaciones y miedos. Hay que incorporar el “nosotros”. La movilización emocional se trata de darle un alma, solo así la gente se siente representada y valorada