Han pasado muchos años, pero dadas las circunstancias respecto a la ortografía de no solamente estudiantes, trae al recuerdo lo dicho por un escritor famoso y que fue discutido por lingüistas, hombres de letras, académicos, gramáticos, pedagogos y docentes.
Cuando el famoso escritor pronunció su discurso en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española de 1997, sabía que iba a desatar una verdadera tormenta. Pareció olvidarse de aquel día en el que el rey de Suecia le había entregado el Premio Nobel. Se dirigió a todos los asistentes y propuso: “jubilar la ortografía, ese terror del ser humano desde la cuna; enterrar la letra ‘h’, firmar un tratado sin límites entre la ‘g’ y la ‘j’, y poner más asunto de razón entre los acentos escritos”. Muchos académicos y escritores que se habían llegado a Zacatecas temblaron, invadidos por la furia, según los relatos de la época. Dicen que la mayoría presintió la sublevación que sobrevendría: este indígena insolente de Aracataca viene a desquiciarlo todo. Los menos, recordaron a Melquíades, aquel gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, y dieron en pensar que la muerte de la ortografía era el último invento maravilloso que el escritor estaba ofreciendo a sus contemporáneos. Uno o dos, solamente, pensaron que sus hijos soñaban con la ortografía y que la veían en las pesadillas.[1]
La propuesta, por supuesto, generó controversias. La prensa de aquellos años le dio un espacio considerable. García Márquez se paró justo donde podía irritar. Fueron académicos y periodistas los que plantearon el resto.
“El prestigio que él tiene como escritor le ayuda para propagar una idea que es un perfecto disparate. No se puede tomar en serio una idea de transformar la ortografía de modo tan radical como él lo propone… lo hizo con sentido humorístico. La prueba está en que luego se desdijo. En todos los periódicos dijeron que él había anunciado la jubilación de la ortografía. Luego, aclaró que no había pronunciado tal frase…
Si la actitud de García Márquez es un chiste, pase; pero, si es una actitud populista, demagógica, para halagar la pereza de los estudiantes, resulta inaceptable. Ya sabemos que los estudiantes quieren hacer el menor esfuerzo posible, cada vez leen menos. Si además resulta que les vamos a reformar la ortografía, se van a quedar casi analfabetos”[2]
En una entrevista que publica en 1997 el diario bogotano El Tiempo, el Premio Nobel de Literatura 1982 asegura que «es muy distinto lo que dije que lo que dicen que dije», cuando intervino en el Congreso: El escritor colombiano aclaró que “nunca propuso jubilar la ortografía, sino simplificar algunas normas”.
Respecto de las letras «b» y «v», García Márquez acepta que «no faltan los cursis de salón, o de radio y televisión», que las pronuncian de forma distinta, pero añade que para la mayoría de los hispanohablantes es «otro de los más grandes tormentos de la escuela». Sin embargo, él no ha propuesto suprimir una de las dos, sino que se busque algún remedio a ese tormento.[3]
¿Se puede decir que la ortografía es un territorio que no puede ser tocado en absoluto?
Esta polémica reemerge a veces. No se propone derogar las reglas que rigen la escritura y dejar que cada uno escriba como quiera. Se plantea simplificarlas. Algunos creen que la ortografía debe respetar la etimología (cómo se escribían las palabras en su lengua original), aunque con dificultad. Otros sostienen que sólo debe regir la pronunciación.
Para simplificar es necesario mucho tiempo y dedicación, hay palabras que, por su etimología, no admiten simplificación. Cuando se escribe ‘sicología’, por ejemplo, sin ‘p’, está escribiendo ‘tratado del higo’, porque ‘sicon’ en griego significa ‘higo’. Simplificar significa ir viendo cuál es el uso más autorizado, no las degeneraciones o desvirtuaciones.
Cualquiera sea el debate de los especialistas, para algunos, en un pasado no tan lejano, tener faltas de ortografía (excluir tildes o confundir letras, poner ‘s’ en lugar de ‘c’, como “desidir”, por ejemplo) era percibido como un problema grave y vergonzoso que se volvía en desprestigio cultural. Hoy en día, con las redes sociales es más complejo apreciar si las percepciones sobre las faltas de ortografía no se han mitigado en el plano de la virtualidad, donde la particularidad es no encontrarse con tildes y textos adecuadamente escritos, lo que es inaceptable en los ámbitos académicos.
Reflexionando desde el rol docente, recordemos que somos modelos de los estudiantes, por lo tanto, independientemente de las cuestiones presentadas, somos muchos los que creemos que debemos esmerarnos para ser buen ejemplo. Como educadores necesitamos elevar nuestro bagaje cultural a fin de lograr la mejora de la escritura, ortografía y redacción, cualquiera sea la asignatura. Lo cierto es que leer más, dentro y fuera del aula, alienta para realizar muchas cosas por los estudiantes.
Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación
[1] Las dificultades más habituales que suelen tener los estudiantes es la colocación de la “h” y las dudas entre “J” y “g”, la “v” y la “b”, la “z”, la “s” y la “c”. Además de la diéresis encima de la “u” que suele dar problemas.
[2] VV: AA
[3] García Márquez dijo que no fue bien comprendido. En La Nación 14 de abril de 1997