Dicen que un barrio no termina de ser barrio si no guarda sus secretos, con las canchitas del barrio pasa lo mismo. El hombre hacia rato que no andaba por el Club, ése que de niño lo había visto criarse, ganar miles y perder miles de picados oficiales y de los otros y meterse en mil problemas. Había también participado de la última generación de aquella cuasi-secta interna llamada Boyanga-Pachanga. Apareció un día y empezó a observar de lejos a los nuevos habitúes, gurises del barrio que más o menos conocía; al principio los subestimo pero con el correr de los días ciertas actitudes de los enanos lo fueron entusiasmando. Andaban todos los días juntos, salían de la escuela y se empezaban a olfatear, con silbidos, gritos y pelotazos, igual que antes. Había que identificar el líder. Ése que se para de frente y los bravuconea a todos los contrarios , ése que perdiendo por veinte y jugando pésimo les dice a los “cumpas” que “….el partido ya es nuestro; en el ultimo cuarto los matamos” , líder es aquel que faltando 15 segundos para que termine, perdiendo por un punto y la pelota quema, va , se pone al lado del que saca ,fintea para afuera ,viene para adentro…. la pide , la pica ,se saca un marcador , otro y otro y después la tira él , solito. Que la emboque o no , es otro cantar pero el líder la tira él. El líder es él que decide a la siesta y estando todos los gurises en la vereda del club esperando que alguien abra, dice:
-Saltamos , ahora.
Y allá va toda la tropa por arriba del portón a ingresar al club, su club . Casi como consumando un robo, un ilícito, un delito, pero si hay que entrar se entra.
El líder en cuestión, era un enano de lo más petiso que se recordaba en los anales del club para su edad y no era otro que un hijo de otro viejo líder de hace 20 años atrás. No se hacia nada importante si este guri no estaba, ayer y hoy. Sus cumpleaños eran multitudinarios y ambos jugaban al básquet como si hubieran nacido con la pelota en la cuna.
El predio había tenido sus serias transformaciones en mas de 35 años, pero la cancha en sí era casi la misma, aquella de las viejas baldosas. Ya no estaban el escenario, el limonero , ni los pinos; la pelota ya no se iba a lo del alemán, por que un paredón gigante hoy lo impide, el techo es enorme y las tribunas son las mas grandes de la región, tal es así que el imaginario popular bautizó al estadio “el gigante verde” pero el perímetro de juego es el mismo . El de baldosas.
De tal manera que nuestro hombre venido a menos ya en las artes del básquet, y luego de dudarlo infinidad de veces, y en una siesta que el sol partía el techo se enfrento con el petiso que lo había impresionado como el capo de la banda y le dijo
– Hay un secreto que te voy a contar, a eso de las 19:30 en verano, tirando para el aro que da a calle San Luis , podes hacer 20 triples seguidos……..
– Aja y yo soy Ginobili, sólo que estoy de vacaciones.- lo prepio el enano sin creerle un pepino
– Mirá, ésta tarde probá,….. te pones angulado por la derecha como si jugaras de pilar , o de tres como le dicen ahora, y miras el tablero , el sol a esa hora te va a marcar un reflejo en el vidrio y vos apuntale a ese reflejo , vas a ver que la pelota pega y entra solita……….- y lo dejó con la inquietud.
A los dos o tres días el viejo apareció por el club y el enano lo vio de lejos, como si lo estuviera esperando, por entre medio de sus amigos le hizo un gesto con la cabeza, un guiño cómplice y el pulgar levantado. Sin palabras pero con suficiente entidad para saber que había funcionado, el viejo se retiro a la sede de enfrente a tomar un vermouth, como quien vuelve del trabajo con la labor cumplida.
Hasta acá era aceptable y hasta simpática la anécdota, pero el solo hecho de pensar en la posibilidad de revelarle el secreto de la baldosa, era cosa seria. No eran mas de cinco, según cálculos optimistas las personas que lo sabían, tres ya no estaban en Concordia y con el otro ya no se hablan ni se saludan hace un tiempo, por cosas del club y de la vida. El secreto consistía en que en los partidos jodidos, en los complicadísimos, en los oficiales, ésos que son por los puntos y que hay que ganar si o si, sobre el final, y estando palo a palo, hay una baldosa que habla, ahí y atacando para el lado de lo del alemán , sobre la línea de triple , un paso a la derecha , bien de frente al aro, hay una baldosa que vos la miras y te dice que tenés que hacer, si tenés que tirar de afuera, mandarte en bandeja o pasarla a un compañero.. Obviamente que los incrédulos no creerán esta verídica historia, pero ya sabemos que si fuera por los incrédulos, las canchitas serian shopings o estacionamientos y los clubes de barrio no existirían hace rato.
Por otra parte el rumor crecía, tenia fuerza, y hasta era inevitable , estaban por cambiar el piso de la cancha de básquet, reemplazándolo por el deportivo de madera. Un adelanto festejado por todos, pero ¿que seria de la baldosa?, pensaba nuestro viejo boyangero, quedaría debajo del piso? , Iría a parar a un carrito con escombros?, esta ultima posibilidad lo aterró, y decidió que la baldosa le debía dar una alegría mas a la gurisada del barrio. Aunque hubiera que traicionar un secreto guardado bajo mil llaves.
Algunos dicen que los vieron hablando en la tribuna , otros que lo fue a buscar a la escuela , otros arriesgan que se tomaron unos mates como dos viejos amigos, la cosa es que la conversación existió . Si no hubiera existido , nadie se explica por que en el ultimo partido de la mini de Estudiantes contra un equipo de Villaguay y faltando 20 segundos, estando igualados en 41 puntos , el técnico del verde pidiera minuto y el enano demorara mas de lo normal en venir al banco de suplentes , mucho mas de lo normal y fingiendo atarse los cordones en la zona de triples , frente a lo del alemán, donde el base arma la jugada, se agachara demasiado, como raspando con la oreja el suelo.
Volvió al banco y salio a jugarse la vida en esa pelota , la pidió , dejo atrás a uno, a otro, amagó a pasarla, penetró por el lado izquierdo y definió con una bandeja pasada, tirándola de derecha y salió gritando como si fuera el ultimo partido de su vida. Por lo menos en esa cancha, la de baldosas.
FIN