En el sitio exacto donde se pintó el mural fue donde “se detuvo el auto”. Los tres secuestradores caminaron unos 20 metros hasta la esquina de Damián P. Garat y Salta. “Allá la casa de la familia donde vivía George Wilson con quien estaba conversando. Se acercaron estas tres personas que se identificaron como Policía Federal, mostraron la credencial y George tenía un susto que no la pudo leer”, recordó.
Luego de pedirle los documentos, dos de los secuestradores tomaron a Julio de los brazos mientras que el tercero se puso detrás, caminaron de nuevo hasta el Renault 12 sin patente y lo introdujeron en el auto.
George hizo la denuncia en la Policía y luego fue hasta la casa de los Solaga a avisar lo que había sucedido. Los familiares comenzaron un peregrinar en búsqueda de su paradero que fue estéril. “Oficialmente nunca tuvimos respuesta”, indicó. “Ahí empezamos con mi esposo que se comunicó con la Policía pero nunca más tuvimos conocimiento de él. Este es un ‘nunca más’ en otro sentido”, indicó.
Estela recordó que realizaron un peregrinar “larguísimo” que incluyó el Regimiento, el Obispado de Concordia y de Paraná, la Gendarmería, la Policía de Entre Ríos y de Santa Fe, etc. Se entrevistaron con a Naldo Miguel Dasso, jefe en ese entonces del Regimiento Blandengues 6. “Se mostró muy molesto porque habíamos ido a hacer la denuncia a Gendarmería pero la verdad es que no sabíamos que hacer y alguien le dijo a mi esposo que vaya a Gendarmería”, dijo. Dasso les dijo que el era “la autoridad en la ciudad” y que “nada ocurría en la ciudad sin que él lo supiera”.
En un segundo encuentro, Dasso les quiso hacer creer que Julio pertenecía a alguna organización y había querido separarse pero eso era imposible. “Por eso sus compañeros se lo habían llevado. Eso no sonaba para nada convincente porque, en primer lugar, las personas que se lo llevaron eran corpulentas, mayores. Y además si el sabía todo lo que pasaba en la ciudad como no iba a poder detectar que habían secuestrado una persona”, dijo la mujer.
Al menos Dasso fue sentenciado hace poco. En enero de 2013, el Tribunal Oral Federal de Paraná condenó a prisión perpetua a los jefes militares de Concordia y Gualeguaychú, Dasso y Juan Miguel Valentino respectivamente, en el marco de la Causa Harguindeguy. Se los encontró coautores responsables de los delitos de asociación ilícita, allanamiento ilícito de domicilio, privación ilegal de la libertad y tomentos; así como las desapariciones forzadas seguidas de homicidio agravado de Sixto Zalasar, Julio Solaga, Norma Beatriz González y Alfredo Dezorzi. Aunque cabe acotar que fue beneficiado con prisión domiciliaria.
En tanto, en el Obispado de Concordia ya no estaba Monseñor Ricardo Rösch y fueron atendidos por Monseñor Daniel Zabala. “Cuando fuimos la primera vez se mostró interesado y cuando fuimos la segunda vez no. Se mostró hostil”, recordó.
¿Julio militaba en alguna organización en ese entonces? “Mi hermano militaba en la Juventud Peronista”, respondió. Solaga estudiaba Bioquímica en la Facultad de Química en Santa Fe y en el 76 había vuelto a Concordia. “Se inscribió en la Facultad de Alimentos a instancias mías porque tenía tantas materias aprobadas que era una pena que las perdiera. Si bien tenía otro objetivo en su carrera, podía aprovechar y el tiempo diría que es lo que podía pasar”, recordó Estela.
Varias interrogantes aún rodean el caso. Pero el principal fue qué fue lo que sucedió con Julio luego de subirse al auto. “No tengo respuesta; nadie me dio respuesta”, dijo Estela.
La idea del mural surge a raíz de que las actividades que realizan los familiares se manifiestan más que nada en la palabra escrita u oral. Para Estela, la palabra medio es “como que se diluye”. En cambio, la pintura lo muestra “tal cual es” y más aún porque se pudo hacer “en el lugar donde ocurrió”.
“Eso es muy importante porque muchos fueron sacados de la calle en otras circunstancias. Es decir, transitando o en un colectivo como Jorge Koffman que iba de Tucumán a Córdoba, o les ametrallaron la casa o les bombardearon la casa. A veces son cosas difíciles de transmitir pero en este caso se podía transmitir con la fuerza que tiene”, indicó.
En la pintura se observan el cuerpo y el semblante de Solaga cuando es llevado por tres personas que portan armas y cuyos rostros se ocultan mientras que un cuarto lo señala con el dedo desde el auto. Son caras “anónimas”, remarcó la hermana. Nunca se supo quienes eran los secuestradores. “A lo mejor son los que están siendo juzgados en Paraná en la causa Área Paraná, es posible, o en Santa Fe o en Rosario. No lo sé”, indicó. Justamente, a través de la causa Área Paraná, está saliendo a la luz muchas cosas de “las que hacía la Policía Federal”.
El mural fue tallado en relieve y pintado por el artista Nicolás Pasarella acompañado por un grupo de profesores de arte: Liliana Leonardelli, Paulina Muro, Stella Collazo, Laura González, Carlos Granados y Leonardo Sarli. Será inaugurado hoy a las 20.30. En el boceto de la obra, Pasarella manifestó que “el mural es lo contrario de lo banal o meramente decorativo. En los países latinoamericanos, el arte reconstruye la historia contándola en sus muros”.
Justamente, parte de esa historia oscura del país es la que se reflejará de ahora en más en ese lugar para que no vuelva a suceder. “Hay generaciones de 30, de 20 años, adolescentes, chicos de la escuela primaria que desconocen los hechos y la magnitud de los hechos. Para los viejos que fuimos contemporáneos de los hechos sabemos y cada uno tiene su opinión formada pero para los que no lo conocen, es un motivo de conocimiento y de investigación”, recalcó Estela.