La Secretaría General estará a cargo de un hombre de confianza y colaborador del presidente saliente: monseñor Enrique Eguía Seguí. El sector más conservador, representado por el arzobispo de La Plata Héctor Aguer y el enviado del Vaticano en la Argentina (el nuncio Adriano Bernardini) se volvió a quedar sin lugar en la mesa ejecutiva. Aunque Cargnello está lejos de formar parte de los religiosos más flexibles. Al arzobispo de Salta se lo cuestiona por no reconocer a la Virgen del Cerro. Se trata de una figura de devoción popular en todo el país a partir de la movilización que genera María Livia, una mujer que asegura tener poderes de sanación transmitidos por la Virgen y convoca a miles de personas cada fin de semana en un cerro salteño.
Arancedo, de 71 años, es visto como un hombre muy mesurado y dialoguista. Es primo hermano del ex presidente Raúl Alfonsín y él mismo tiene raíz radical. Un hombre definido como “un buen conversador” con “muy buena relación con los medios de comunicación”. Fue elegido en la cumbre de la que participaron un centenar de obispos (84 de ellos con derecho a voto) para elegir a quien tomará las riendas de la Iglesia. Jorge Bergoglio, que la comandó durante dos períodos, no tenía derecho a un nuevo mandato. Además, a los 75 años, el cardenal, que se enfrentó con el gobierno nacional en numerosas ocasiones, deberá presentarle su renuncia al Papa Benedicto XVI, aunque se descuenta que recibirá el beneficio de una prórroga.
La elección de Arancedo refleja a su modo que ninguno de los dos sectores antagónicos de la Iglesia consiguió los votos suficientes como para designar a su candidato. Unos, se dijo en estos días, preferían como presidente a Agustín Radrizzani, el arzobispo de Mercedes-Luján, el sucesor de Jaime de Nevares en Neuquén, de excelente relación con la Casa Rosada. O al arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik. Del otro lado, el ala derecha, pretendía ubicar a Héctor Aguer en la presidencia. El religioso de La Plata es famoso por sus intervenciones públicas explosivas y arcaicas. Pero ni siquiera consiguió su objetivo de mínima que era ubicarse en alguna de las vicepresidencias.
En la segunda jornada de la Asamblea Plenaria de la CEA, el órgano más importante de la Iglesia ya que reúne a más de un centenar de obispos de toda la Argentina, se usó el voto electrónico. La jerarquía eclesiástica usó un moderno sistema que combina la tecnología láser con los códigos de barras. Arancedo ganó por al menos dos tercios de las voluntades de los 84 obispos habilitados a sufragar.
Según informó el vocero de la CEA, Jorge Oesterheld, Bergoglio será una fuente de consulta permanente para el cuerpo, ya que permanecerá como arzobispo de Buenos Aires, la diócesis más importante del país. Se pronostica que seguirá al frente del Arzobispado de Buenos Aires por uno o dos años. Y en la Secretaría General estará su actual colaborador Enrique Eguía Seguí.
El electo vicepresidente primero de la CEA, Virginio Bressanelli, tuvo la particularidad de que este martes 8 fue confirmado además como nuevo obispo de Neuquén, al aceptarle el papa Benedicto XVI la renuncia a su antecesor, monseñor Marcelo Melani. Bressanelli es un hombre respetado por sus pares. Había llegado a Neuquén como “el hombre de Roma” que debía contener a Melani, de muy mala relación con el nuncio Bernardini. Pero eligió para esa tarea los “buenos modos y la fineza”, según confiaron fuentes de la Iglesia.
Arancedo, dicen todos, va por el diálogo. Para Jorge Bergoglio fue el sucesor posible, el que consiguió el consenso. “Pero no va a buscar los puntos de disidencia sino las coincidencias. Cuando tenga que decir no, dirá no, pero sin una voz tan alta, sin taconear al mismo tiempo”, conjeturó otra fuente.