Hay muchas obras literarias referidas a la peste, la que lleva ese nombre de Camus, “La peste escarlata” de Jack London, etc. Pero el cuento de Poe tiene elementos esenciales de identificación de la pandemia inédita que estamos transitando los humanos. Poderosos que creen poder escapar a la peste. Sentimientos de omnipotencia que se anudan con actitudes de negación del peligro. Egoísmo, desigualdad, falta de solidaridad. Falta de empatía con aquellos que padecen sus efectos. Y la fiesta, el Príncipe construye su fortificación para, no solo negar y ser indiferente a la peste y para salvarse junto a sus amigos, sino para darse todos los goces y placeres posibles. Imposible que este cuento no nos remita a un fenómeno psicosocial emergente de la traumática e inédita crisis que vivimos a propósito de la pandemia del coronavirus, las denominadas “fiestas clandestinas”. Su denominación requeriría un análisis y un artículo por sí misma, por lo que la soslayamos. Sin embargo nos surge con mucha perplejidad, una serie de interrogantes de sus motivaciones, dado que nos es difícil comprender o representarnos claramente sus causas. Las fiestas clandestinas son espacios de goce, diversión, encuentro, recreación etc. prohibidas por su potencial generador de contagio del virus. Sin embargo las fiestas clandestinas se han multiplicado en todo el mundo. Nuestra ciudad no ha sido ajena, como tampoco estas manifestaciones sociales lo son para comprender el grave momento que estamos viviendo. Por eso nos preguntamos:
1- Dado que sus participantes suelen ser adolescentes y jóvenes, son expresión del deseo que naturalmente encausa el empuje pulsional propio de esta franja etérea hacia la búsqueda del goce exogámico en el encuentro con pares?. Ha sido esta búsqueda exacerbada por las privaciones vividas por los jóvenes por las restricciones de la cuarentena y los distanciamientos? El mundo de los adolescentes es el afuera familiar, el encuentro con el otro, con sus pares en espacios y tiempos donde las relaciones vinculares en la construcción psicológica de la identidad, la sexualidad, la amistad y el amor ocupan un lugar fundamental. Puede que este empuje de la vida en la adolescencia- juventud sea tan potente que haya roto todas las barreras inhibitorias de las conductas de riesgo y de cuidado de sí, y sobre todo, del otro?Puede que este empuje natural de la adolescencia y la juventud haya sido reforzado por el plus de la transgresión que lo prohibido y clandestino –que significa burlar la legalidad- ejerce como atractivo en esta etapa de la vida? Que a las frustraciones de sus necesidades de socialización implicadas en los confinamientos de la cuarentena inicial, se haya sumado la necesidad de vivir y disfrutar aún un hoy, un presente en este momento donde la posibilidad de elaborar proyectos futuros, promesas, está tan oscuras, sin horizontes y se lanzan entonces a vivir las fiestas como si fuera el último día?
2- Que además el sentimiento de inmortalidad que suele caracterizar a los jóvenes contribuya, además reforzado por la aparente inocuidad del virus (hoy puesto en cuestión por variantes más agresivas) que no los afecta, a hacerlos sentir, con más fuerza, que “la muerte es del Otro, de los viejos, de los enfermos” etc. y que, por lo tanto, debilita esta condición la consciencia del cuidado?
3- Que tal vez en estas preguntas estemos cargando demasiado las tintas sobre los adolescentes, que suelen constituirse en chivos expiatorios de los adultos, pues, no son en todo caso adultos quienes las organizan y promueven?, o en todo caso, no son padres los que autorizan a su concurrencia o incluso no consideran que sean peligrosas a los efectos de la salud de los chicos, de la sociedad ni de ellos mismos?.
4- Cómo habrá impactado en los chicos y sus padres los mensajes contradictorios, confusos, arbitrarios, interesados, formulados desde diversos referentes políticos que incluso han utilizado para sus fines partidarios y electorales un grave problema sanitario cuya respuesta sea la de una falta de confianza en el mensaje, es decir que una parte de la población haya caído en el descreimiento del problema y de la veracidad de las medidas para su solución?. Discursos que no por su carácter demencial han calado menos en las consciencias de incautos ciudadanos, fortalecidos esos discursos, extraordinariamente por los medios de (in)comunicación sintéticamente llamados:” anti viurs, anti vacunas, teorías conspirativas de envenenamiento etc.”
5- ¿Será que un irresponsable, y hasta esta altura criminal discurso ideologizado ha planteado que las medidas de protección, léase confinamiento, restricciones, distanciamientos físicos, barbijo, etc. sean leídas como un cercenamiento de la libertad? Sin dudas el neoliberalismo reconoce un concepto de libertad egoísta, individualista, aboliendo en ella la dimensión de la responsabilidad en tanto somos sujetos sociales que convivimos en comunidad y es ella, precisamente, el límite de la libertad individual. De esta postura es emblemática la temprana muerte de aquel pobre jubilado que marchó reivindicando su derecho a “no ser encerrado” por la cuarentena, contagiándose, en esa manifestación, de coronavirus. Muy probablemente haya sido víctima de la doble manipulación mediática y política que intentó traducir, con bastante éxito para ciertos sectores de la sociedad, que el confinamiento, la cuarentena implicaba un encierro y una pérdida de las libertades individuales. Esta misma deformación está vigente con la disputa por la presencialidad en las escuelas, como si se tratara de mostrar una preocupación por la escolaridad de los niños que nunca demostraron, los exponen criminalmente, junto a sus docentes, aún sabiendo- porque en todo el mundo ha sido probado- que la presencialidad en la segunda ola ha sido fuente de incremento de contagios y de muertes. El mensaje ha sido tan potente desde los medios de (in) comunicación, cuyo poder de penetración en la consciencia es inusitado, tanto que algo tan simple de comprender como que el confinamiento ha sido el único instrumento de protección no significa que “te encierran”, o que la modalidad virtual de la educación no es el “cierre de las escuelas, ni que los chicos no tengan clases (¿qué hacemos con los chicos? Se escuchaba a padres exaltados, en manifestaciones entre bocinazos), sino que existe una pandemia que en esta segunda ola trae más contagio y muerte que la primera.
6- ¿Será que todas estas condiciones conduzcan a los adolescentes y jóvenes a refugiarse en mecanismos de negación y renegación como modalidad de (des) adaptación a las situaciones de angustia y ansiedad que genera esta inédita exposición a la enfermedad y la muerte a escala planetaria? El mecanismo de negación lleva a una persona precisamente a conducirse como si el peligro no existiera. La renegación es una actitud que aceptando la existencia de riesgos para la vida, aún así se disocia y los niega, actuando como si no existieran. Es un mecanismo perverso que hemos visto en las fiestas autorizadas a 500 jubilados en Crespo o las organizadas por el mismo intendente de Santa Elena.
7- O, finalmente, entre los infinitos e inagotables interrogantes a los que este fenómeno nos interpela, ¿será que traduce o refleja muchas de las conductas y disvalores que atraviesan y ponen en riesgo los lazos sociales de nuestro mundo actual, como la insolidaridad, la falta de empatía, la indiferencia por la suerte y la vida del otro, el egoísmo y el individualismo al extremo? Esas formas destructivas del lazo social solo se combaten con políticas basadas en el amor, la empatía, la solidaridad y la ternura, por eso termino estas reflexiones con una frase de Fernando Ulloa, que hace demasiado tiempo ya oponía la ternura a la crueldad como formas del lazo comunitario: “Hablar de ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos”.
SERGIO BRODSKY
PSICÓLOGO
MP 243