LA PROPUESTA
Hay que repensar la Escuela Secundaria con una visión crítica, recuperando – en un contexto de profundización de las desigualdades sociales- su función social, si de verdad queremos una escuela que de respuestas a nuestros jóvenes, que mejore la calidad de los aprendizajes, que retenga a los adolescentes y que incluya a los que no estudian ni trabajan.
Es necesario replantear la organización curricular del Ciclo Superior de la educación secundaria para resguardar la unidad del nivel, ofrecer diferentes alternativas pedagógicas y asegurar también una sólida formación general de orientación humanística y científica-tecnológica, base de una preparación para las continuas readaptaciones que impone la realidad socio-productiva actual.
Deben establecerse reales canales de participación para que los cambios curriculares e institucionales surjan del consenso de todos los actores sociales involucrados. Ello supone una consulta permanente para no repetir errores históricos cuando se dió prioridad a las decisiones políticas y no al proceso educativo de producción, elaboración y debate colectivo.
Respetamos la decisión institucional de las escuelas donde se aplicará como experiencia piloto el Ciclo Superior Orientado en el 2010, si la misma fue generada a partir del consenso y participación del colectivo docente y con garantías de un debido proceso de evaluación y seguimiento.
Como la experiencia abortada de la Transformación Curricular de los 80 lo ha demostrado, ninguna reforma educativa sustantiva es posible sin mejorar las condiciones salariales y laborales del profesor: concentración horaria, tiempo remunerado para la planificación y coordinación de actividades y el perfeccionamiento docente.
Exijamos entonces a las autoridades educativas que el año 2010 sea realmente un tiempo para el debate curricular y la búsqueda de consensos institucionales, sin premuras ni imposiciones. Un año para la capacitación en servicio de los docentes, la recuperación del Régimen de Profesor por Cargo, la implementación de las credenciales necesarias para concursar los nuevos espacios y para el equipamiento de todas las escuelas con un sustancial incremento de la inversión educativa.
Pero aboguemos también por una escuela secundaria que le de respuesta a nuestros jóvenes, que les de opciones de permanencia en la institución, que rescate la actividad deportiva, las expresiones artísticas, que los forme como personas críticas y reflexivas. Trabajemos entonces el año próximo en diseños curriculares que contengan esas posibilidades.
MARCO DE ANALISIS DE ESA PROPUESTA
En ese marco, desde “Integración por un AGMER de todos” pensamos que para orientar este debate es indispensable recuperar los grandes ejes del Proyecto educativo del sindicato con el que se resistió, durante los años 1999-2002, la implementación de la EGB3 y del Polimodal en Entre Ríos.
Se planteaba allí, en cuanto al sistema educativo provincial:
Un sistema educativo común, único y democrático con una obligatoriedad escolar de 14 años, organizado en niveles, modalidades y orientaciones.
Una Educación Media de 5 a 6 años, con un Ciclo Básico Común de 3 años y un Ciclo Orientado de 2 o 3 años.
La extensión de jornada o doble escolaridad, tanto en el Nivel Primario como en el Ciclo Básico Común, particularmente en los ámbitos urbano-marginales y rurales para atacar los problemas de fracaso escolar, repitencia y deserción.
La recuperación de una rica historia de innovaciones pedagógicas que, en el marco del Proyecto 13, primero, y de la Transformación Curricular provincial después, se concretaron en las escuelas medias estatales, experiencias truncadas en los 90 por las políticas educativas neoliberales.
De estos puntos – que formaban parte también de la Propuesta Alternativa de CTERA a la Ley Federal de Educación, aprobada en el II Congreso Educativo Nacional de 1999- sólo los dos primeros fueron contemplados posteriormente en la Ley de Educación Nacional N° 26.206 y en la Ley Provincial Nº 9890, es decir, la extensión de la obligatoriedad escolar y la reestructuración del sistema educativo.
Pero en ese mismo proyecto educativo de AGMER se señalaba también, al analizar la situación de la Escuela Media imperante en el 2000-2001, que “no se podía continuar con la política de imponer reformas improvisadas que denunciamos en la anterior gestión de gobierno, ya que estos cambios sólo profundizan la fragmentación existente en el sistema y agravan el deterioro de la calidad educativa.”
– Aprender de la historia reciente para no repetir los mismos errores
La decisión de implementar el Polimodal en el 2001 durante la gestión del gobernador Montiel, con la imposición de definir urgentemente la elección de la modalidad y elaborar los prototipos curriculares correspondientes, desató en las escuelas medias un proceso traumático.
La elección de la modalidad se hizo generalmente en función de la orientación que la escuela ya tenía instalada en el Ciclo Superior y de la situación laboral de los docentes. Se elaboraron diseños curriculares sumamente heterogéneos aún el caso de una misma modalidad, lo cual generó –entre otros problemas- dificultades a los alumnos que querían cambiar de modalidad o continuar los estudios en otras provincias.
Todo esto provocó incertidumbre y conflictos entre los docentes ante el temor a la pérdida de horas. Y aunque se aseguró la estabilidad laboral, la reubicación en los EDI (Espacios de Definición Institucional) no fue siempre la solución más satisfactoria para el docente ni para la institución escolar.
Y así se llegó a la situación actual donde la fragmentación de la educación secundaria llegó al extremo tal de que se expidan más de 194 títulos debido a la coexistencia de distintos planes de estudio, incluso para una misma modalidad.
Pero más preocupante aún es que esta escuela secundaria, desarticulada y fragmentada, no contiene a los adolescentes y jóvenes, ni a sus docentes, ni responde tampoco a las demandas de la sociedad. Nadie puede desconocer entonces la imperiosa necesidad de cambios en esta escuela en crisis.
Frente a esta situación, creemos que no podemos circunscribir la discusión sólo a las cajas curriculares y a la carga horaria propuestas para cada orientación o a la competencia de títulos, sin pensar en los grandes problemas de la educación secundaria. Aceptar esta lógica sólo promueve respuestas de pseudo-cambio: cambiar algo para que nada cambie en realidad.