Hace unos días tratamos el caso de “Romerito”, pero DIARIOJUNIO no trató el caso porque fuera novedad, o porque “fuera noticia”, sino más bien, porque el caso de este menor es similar a otros casos que en Concordia suelen hacer “furor” en la prensa roja, y en particular porque desde las mismas gacetillas policiales, se empiezan a instalar sobrenombres y más tarde nombres completos de menores a los que la policía no logra atrapar o que aún logrando aprehenderlos, el Estado no logra re-socializar, desde los distintos resortes que tiene para tal fin. Hoy es el caso de “Romerito”, pero ayer fue “monedita” y hace unos años “el hombre araña”. Son chicos que comienzan a delinquir desde muy pequeños, y a los que a menudo las tapas de los diarios relacionan directamente con la causa de los males de la sociedad, y no con su consecuencia.
Están en el ojo de la tormenta, en el debate cotidiano, porque su forma de subsistir atenta contra los derechos de otros ciudadanos. Pero también existen, y este diario ha registrado, los casos de otros menores de edad, que a corta edad se encuentran solos, en la calle, y subsisten trabajando, pidiendo monedas, cuidando coches y hasta prostituyéndose: Son los invisibles, que no llaman la atención, porque no se meten con los bienes de nadie y procuran su día a día renunciando a sus derechos, sin que nadie se escandalice por ello. Estos casos, hablan más de la sociedad en la que vivimos, que todos los carteles, chapas y pancartas que podamos poner en la puerta de entrada de nuestra casa.
Cuando abordamos el caso de “Romerito” me pareció determinante el dato ofrecido por el Copnaf, acerca de que según los últimos informes, el chico tenía problemas de adicción. Eso explicaba, quizá desde un punto de vista bastante facilista, que tuviera tal incontinencia por delinquir, que ello se debía a su necesidad de consumir. Quizá, buscando explicaciones a esta conducta caí en uno de los tantos lugares comunes que nos envuelven, nos rodean, nos mina prácticamente el terreno del análisis. El sentido común, según Gramsci, es la filosofía de los no filósofos, y quien moldea el sentido común, moldea el criterio social.
Pero en aras de comprender ese fenómeno, que no va a desaparecer con la simple detención de un menor (porque la organización social que tiene al dinero como elemento central de la vida y donde incluso éste vale más que la vida, va a seguir generando cientos de “romeritos” todos los días) consultamos al psicólogo de la Unidad Penal de Concordia, para conocer más acerca de las causas; lo que hace que estos chicos se vuelquen al delito:
Leer entrevista a Sergio Brodsky en este link
En la entrevista, Brodsky se encargó poner las cosas e su lugar; “la adicción puede ser contribuyente” dijo; “pero no es la causa principal”. ¿Cuál es entonces la causa principal?
Pues bien; según el psicólogo, la privación afectiva, la falta de amor, de contención y de inclusión.
Pues claro, ¿Cómo no verlo antes? ¿Cómo no ver lo que es tan evidente?
Quien les da un poco de amor? si sólo pasan a ser tenidos en cuenta cuando se vuelven un problema para el otro, si mientras no atenten contra nuestro estilo de vida, no nos percatamos de su existencia: y sino ¿Porqué un menor que es acusado de robar tiene mucha más atención y asistencia que los que trabajan a destajo en los montes, los que venden diarios a la madrugada, o los que trabajan por la noche en las puertas de los boliches cuidando coches, o pidiendo monedas, para después dormir acurrucados en la puerta de los bares.
Me van a decir que no son chicos de la calle, que tienen casa y familia, pero lo real, es que por alguna razón, no quiere o no pueden regresar a casa a dormir todas las noches. Los he visto, los veo todo el tiempo, y no creo ser el único que tenga ojos para estos peques… Simplemente ocurre, que no nos importa.
Pues bien, a no quejarse después, a no patalear, si un día ese peque cagado de frío y de hambre, se cansa de ser usado, o se aviva, de que hay otras formas más redituables de hacer la diaria, en un mundo donde el derecho se conquista con dinero, y el que no tiene dinero cada vez tiene menos derechos, así como el que lo tiene en cantidad, está exento de respetarlos.
MIKY VAINILLA PRESIDENTE
Mientras en los 90 la represión era la única propuesta tanto desde el gobierno como de los sectores de poder, que eran socios; hoy hay una confrontación de ideas, que se dirime entre los que ofrecen represión como única salida, y los que siguen apostando a los efectos positivos de la inclusión social que solo lleva en nuestro país 10 años de política sostenida, para revertir los daños causados en el tejido social desde hace varias décadas atrás.
Vale la pena preguntarse a estas alturas, si da para permanecer estupefactos ante la fenomenal campaña de un “Miky Vainilla Presidente”, cuyo proyecto es por decantación, asesinar pobres…
Esto es: sin inclusión social, sin empleo, sin programas sociales, el lugar que queda al excluido es dejarse explotar por dos mangos, o sumarse a las organizaciones delictivas que sí ofrecen un marco de “bienestar” y hasta estatus, y contención. El futuro de estos pibes se dirimiría entonces entre el sueño de convertirse en un Pablo Escobar, morir en un enfrentamiento de bandas, o bajo la represión policial, haciendo de chivo expiatorio de los verdaderos capos, que no viven en los barrios bajos sino en los Countries.
EL ESTEREOTIPO, EL HUEVO Y LA GALLINA
Todo esto no puede hacerse solo con un discurso de un candidato inescrupuloso, hacerlo requiere de consenso social, algo bastante fácil de conseguir cuando se maneja una maquinaria mediática que incluye desde medios de comunicación, hasta productoras y discográficas.
Fue en los 90, Cuando las radios, los programas de TV, y por supuesto las compañías discográficas, decidieron poner de moda la “Cumbia Villera”: Nótese, que con la clasificación del género, el Poder (corporaciones nacionales y multinacionales), determina qué significa ser villero, ser villero es, para las grandes empresas que arman el circo; ser delincuente: Y así construyen un estereotipo, porque es a la banda que hace apología del delito, a la que elijen posicionar en el ranking, hacer famosos y darle pista, pero en las villas había muchas bandas de cumbia, y no todas estaban compuestas por pibes chorros.
Mientras este fenómeno comenzaba a ponerse de moda (o comenzaban a ponerlo de moda), la gran mayoría de los vecinos de una villa de emergencia no eran delincuentes, y aún la relación sigue siendo de este modo; en una villa son más los vecinos damnificados por el delito, que los que se dedican a producirlo, pero eso no importa, son estadísticas, que no se tienen, ni existen. En Concordia por ejemplo, no hay estadística de la cantidad de robos que se cometen contra la propiedad en los barrios marginales, desde la fiscalía no dudan en señalar que son muchos más que en los barrios del centro y residenciales, pero no hay estadísticas. ¿Porqué no es importante que le roben a un pobre?
La respuesta que no se dice pero se piensa es que “Son todos chorros”, tienen “cara de expediente”
Es el imaginario social, que no nace de la experiencia personal de cada quien sino de ese estereotipo, porque claro, una vez de moda, todos los chicos del barrio quieren vestirse como el pibe que fue famoso; como en su momento era Maradona, y todos los pibes de Villa Fiorito querían ser como el 10, si él pudo todos podemos llegar, solo hay que ser bueno jugando a la pelota…
Ese ascenso social automático y sin escalas que el capitalismo ofrece a los iluminados, ayer de la pelota, en los 90 se lo orientó a los grupos musicales que promovían y encarnaban ese estereotipo, que luego se vuelve moda, se vuelve identidad, ya después se confunde todo y al fin y al cabo qué le importa al ciudadano de clase media si es por esto o por aquello, “el pibe que canta que es chorro y cuenta como se droga y delinque se viste igual y se llama cumbia villera, osea que eso es lo que hacen en las villas”… Suficiente, con esto ya tenemos un culpable en cada esquina, alguien e quien cargar la responsabilidad de todos los males de los argentinos, y que nadie proteste cuando la policía se “excede un poquito”
Son los modelos que el neoliberalismo premia, así como en el caso de las mujeres, los sueldos más altos de la televisión argentina los cobran las chicas que se desnudan para Tinelli, y cuyas historias, amoríos y desventuras edulcoran las tardes de “Doña Rosa”, esa “doña rosa” a la que le hablaba Neustardt y a la que ahora le habla Santiago del Moro, y otros personajes que entremezclando historias de divas y vedettes con reportajes políticos, no tienen pruritos en decir: “yo le hablo a doña rosa” y le dicen a la señora que tiene que ser como doña rosa. Y te la pintan sentaba tomando mate con chuker en la cocina, sobre una mesa con mantel de hule cuadriculado y unas masitas.
Es lo que promueven desde el poder. A los sectores medios les regalan un estereotipo para tener un culpable, y a los sectores bajos les dan un modelo para que imiten los que quieren llegar bien alto. Entonces después hace falta reprimir, porque se ha desbordado la situación que ellos mismos generaron.
Lo que no nos dicen es que la generan, porque lo peor que les puede pasar para sus intereses, es que esos sectores, que son masivos, se desarrollen y tomen conciencia, sigan estudiando y produciendo, y con ello adquieran poder; no les sirve una universidad nacional de La Matanza. No les sirve el aumento de la matricula universitaria que registra porcentajes importantes en nuevos alumnos que son primera generación de universitarios en sus familias. Un chico que conoce la realidad de los sectores marginados y que tiene cabeza para promover cambios sociales que, obviamente, van a ir en la dirección de una mejor distribución e la renta, que está concentrada en esos sectores de poder, que promueven a Miky Vainilla.
No seamos giles, no nos dejemos cebar por los que fomentan el odio entre las clases bajas y medias, y no permitamos que los pibes vean justificativos para sentir ese resentimiento contra un sector de la sociedad que debe y necesita ser su principal aliado.