HISTORIAS MUNDIALES

Francia 1938: La Italia de Mussolini se consagra bicampeona al son de los tambores de la II Guerra Mundial.

Comenzará a inscribirse una nueva página de inolvidables historias que marcan la vida de generaciones desde 1930. Un hechizo colectivo inventado por ingleses y escoceses, y propagado por todo el mundo aprovechando los enormes tentáculos del imperio británico. Ellos entendieron antes que nadie que la hipnosis que suscitaba podía ser otro buen opio para entretener y distraer de la explotación y las injusticias a la clase trabajadora. que surgía de la naciente revolución industrial. Sin embargo fue un francés, Jules Rimet, dirigente de la FIFA, creada en 1904, quien comenzó en 1920 la campaña para organizar el primer mundial de fútbol.

Uruguay reinaba en los juegos Olímpicos desde la inclusión del fútbol en 1908. Por eso, tras su nuevo triunfo en 1928 más la promesa de una buena organización y la construcción de un enorme estadio, Rimet decidió aceptar la propuesta de realizar en el “Paisito” la primera gran fiesta mundialista en 1930. Que no fue plena, porque los europeos protestaron por esa designación, justificándose además en el temor de que los barcos se hundirían como el Titanic porque había inmensos témpanos en los mares sudamericanos, que la inseguridad infestaba Montevideo, que todo estaría mal organizado. En fin, finalmente solo cuatro países europeos participaron: Francia, Bélgica, Rumania y Yugoslavia. Como quien ve pasar el colectivo a media cuadra, los egipcios no participaron porque perdieron el barco que debía llevarlos al Río de la plata. Primera de las infinitas anécdotas que se fueron escribiendo, entre mitos y leyendas, en esta alucinante historia.

En el primer mundial llegaron argentinos y uruguayos a la final. Los “nuestros” insomnes porque las murgas candomberas activaban toda la noche frente al hotel en el que los jugadores argentinos intentaban descansar. Otros acordes maravillosos fueron, en cambio, un aliento estimulante en el vestuario albiceleste. Los trajo volando, con su sonrisa inmortal, un zorzal que había predicho una final rioplatense, que lo apresaba en una encrucijada afectiva por el amor que tenía por ambos pueblos. Salomónico, Carlitos dejó esa voz inolvidable que inventó el tango, en los oídos encantados de los dos equipos.

La final del primer Mundial de Futbol entre el anfitrión y campeón, Uruguay, frente a la Argentina. Año 1930

La final se jugó en el primer tiempo con pelota argentina y en el segundo con el balón de uso frecuente de los orientales. Terminado el primer tiempo, Argentina ganaba dos a uno. Cuentan que en el entretiempo, el delantero Luis Monti rogó a sus compañeros no salir a jugar el segundo. Las lágrimas corrían como ríos caudalosos por sus mejillas. No quería exponerse a las amenazas recibidas en caso de triunfo. Finalmente Uruguay levantó la copa porque dio vuelta el partido en el segundo tiempo, coronando un inmortal 4 a 2, primera vez, en esta historia, que el cielo fue más celeste que nunca, un celeste teñido de gloria.

Más allá de la inconmensurable alegría, los charrúas decidieron no participar del próximo  mundial, ofendidos por el boicot europeo. El siguiente fue el de 1934. Allí comienza la asociación más estrecha, el corrupto maridaje, sin disimulos, de la utilización del fútbol con fines políticos. Este uso al que echaron mano todos los fascistas. Mussolini primero. No trepidó en amenazar árbitros y jugadores, los ajenos y los propios. Lo único que importaba era demostrar la “superioridad” del fascismo. Consiguió que cuatro argentinos jugaran para la Escuadra Italiana (Monti, Scopelli, Guaita y Demaría). Luis Monti, el que abandonó lagrimeando la final del 30, sintetizó el paradójico drama en el que un sujeto puede quedar enredado en esos destinos que nadie talla: “En Uruguay me mataban si salía campeón con Argentina, en Italia me mataban si no podía ganar la final” declaró azorado.

Así salió campeón Italia en el 34, anticipando otras dictaduras que aprovecharían este extraordinario evento con fines políticos. Aparece, claro, como un fantasma cómplice, en nuestros recuerdos, ese maldito Mundial 78, que pretendió ocultar un genocidio y limpiar su cruenta imagen en el Mundo. Un acontecimiento vivido entre la algarabía hipócrita y la negación enferma de la tragedia de secuestros, torturas y desapariciones. La ESMA a poca distancia del estadio fue un símbolo siniestro del horror.

Argentina 1978. El horror y la alegría en una misma postal.

En el mundial de España 82 se cruzaron los sentimientos futbolísticos con el inmenso dolor de la guerra de Malvinas. Argentina perdió con Bélgica el 13 de junio y el 14 la cobarde Dictadura no tuvo más remedio que dejar de mentir sobre los resultados de una contienda que bañó de muerte a una generación por culpa de mentes desquiciadas y asesinas.

En el 38 el mundial se hizo  en Francia. Se interrumpió con la segunda guerra mundial, en la que el nazismo llevó al paroxismo la idea de que las  razas superiores debían gobernar al mundo, teorías raciales que llevaban siglos de elaboración para justificar el sometimiento, la explotación y el exterminio humano. Estas teorías, con pretensiones científicas, querían justificar la opresión y la esclavitud, la explotación, el saqueo, la apropiación y concentración  de la riqueza en aquellos que la justificaban. Los mundiales regresaron en el 50 con  la hazaña heroica de los celestes que mostraban otra vez su garra épica con el Maracanazo.

En suiza en el 54 la copa fue para Alemania Federal. En el 58 y el 62 apareció un equipo de morochos  que le pintaba la cara a quienes se le enfrentaran. Otro cachetazo para las ideas de superioridad racial. Pelé y otra leyenda del fútbol,  Mané Garrincha, el “hombre de los pies torcidos”, deslumbraron con el mejor fútbol del mundo y se alzaron con ambas copas.

Garrincha y Pelé (Brasil), tal vez la dupla más fantástica de la historia mundialista. 

En el 66, los caballeritos ingleses, que tanto se ofendieron en el mundial 86 con la mano de dios, inventaron un gol de una pelota que nunca ingresó al arco rival, es más salió no menos de medio metro de la raya luego de rebotar el travesaño. Rattin se fue expulsado en el partido con los ingleses y restregó con desprecio el banderín Británico frente a los ojos de la Reina.

Inglaterra 1966. Antonio Ratín es expulsado ante el local y retuerce el banderín con los colores del Imperio para después sentarse a mirar el partido sobre la alfombra roja de la Reina 

Los mundiales condensan en gestos y en actos simbólicos, los sentimientos más profundos de un pueblo frente al Imperio.

En el 70 volvió a triunfar el Jogo Bonito. En el 74 Alemania en su casa, por buen juego batió al campeón sin títulos, Holanda, “La Naranja Mecánica” que perdió tres finales.

En el 86 y en el 90 fue consagración absoluta con los mundiales del Diego, de quien se vengó la FIFA en el 94 en el Mundial de Estados unidos, por denunciar al Poder, sobre todo al de la corrupción del fútbol mundial. Le cortaron las piernas y pretendieron humillarlo con la vergonzosa imagen de una enfermera llevándolo de la mano al control antidoping. Algo que sucedió solo  esa vez  en la historia del fútbol, lo cual revela su carácter perverso y mafioso. Vinieron otros recordados por esa mezcla de sensaciones que dejó la eliminación en la primera fase de Bielsa, un técnico muy estimado por sus valores futbolísticos y éticos. Nuestra insoportable ambivalencia frente al mejor jugador del mundo, Messi, que pareció conciliarse con el tiempo y el triunfo en la última Copa América. Injusticia a todas luces hacia quien tuvo que soportar la sombra del más grande y aceptó el desafío.

Messi y Maradona. Dos de los jugadores más grandes de todos los tiempos, los dos argentinos.

Hasta el último mundial en 2018 en el que la desorganización y la improvisación dejaron afuera a uno de los mejores seleccionados argentinos.

Hoy comienza a inscribirse un capítulo más de esta novela mundial. En un mundo en guerra, injusto, desigual, en un mundo en el que el hombre sigue siendo el lobo del hombre llenando de dolor a todos. Miles de millones de miradas de los pequeños seres que habitamos esta precaria casa estarán dirigidas con pasión, con expectativa y esperanza a ese acontecimiento que nos emociona, que a veces nos brinda pequeñas dosis de alegría frente a un mar de sufrimientos, esa contienda que nos hace sentir uno, identificados con nuestros vecinos y nuestros hermanos, que nos abraza en el ardor, en el calor y el entusiasmo, que nos distrae y emociona cada cuatro años.

Hay quienes dicen que es pan y circo, que es opio y narcótico, distracción política. Algo de razón hay en eso, pero también en que es alegría del pueblo. Para muchos tal vez  la única y eso solo vale para celebrar que al menos por un rato, hasta que podamos cambiar muchas cosas, podamos ser felices. ¡Vamos Argentina!

 

(*) Psicólogo. MP243

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