La noche registró una larga vigilia, tanto de quienes esperaban con ansias su sanción, como de quienes veían caer uno de los bastiones del patriarcado, y resistían creyéndose con el derecho a decidir sobre los cuerpos, los deseos, el amor y la vida de otras personas.
Esa fue una noche de alegría, para la gente que necesitaba, nada más y nada menos, poder vincularse afectivamente, como tantas otras personas, en forma libre, sin el sufrimiento que les había significado hasta entonces.
Estigmatizadas, perseguidas, agredidas y despreciadas…así habían vivido por años, solo porque el “incuestionable” patriarcado había decidido que la única posibilidad del amor era heterosexual, siendo que la historia de la humanidad, antes y después del patriarcado, tuvo vínculos entre diferentes e iguales sexos de forma indistinta. Pero cuando el patriarcado, instituye el matrimonio como base de la organización familiar, lo hace no solo poniendo a la mujer en inferioridad y bajo el poder del varón, sino también impidiendo toda otra forma sexo-genérica de relación.
La religión fue indudablemente el soldado de mayor eficiencia en el ejército que desató la guerra contra la homosexualidad, poco a poco, la vinculación entre personas de un mismo sexo paso de ser un pecado a ser una enfermedad y hasta ser un delito.
A diez años de aquella emblemática Ley, más de 20 mil personas en todo el país pudieron contraer matrimonio, y demostrado está que nadie se volvió homosexual, ni que los niños o jóvenes se transformaron en pervertidos, porque una ley permitió el matrimonio igualitario.
Lo que sí demostró esta ley es que muchas personas pudieron formar la familia amorosa que necesitaban, que otras pudieron expresarse libremente en sus espacios laborales o sociales sin peligros ni prejuicios.
Falta mucho aún para que la igualdad de derechos se transforme también en equidad de oportunidades, pero en lugares impensados hasta no hace mucho, hoy alguien puede expresar su género auto percibido y su inclinación sexual, su deseo de ser padre o madre, sin miedos.
Uno de los primeros matrimonios realizados fue el del actor Alejandro Vanelli y el representante Ernesto Larresse, quienes hacia 34 años estaban en pareja, ocultando a la sociedad su vínculo porque podían poner en peligro sus fuentes laborales.
Cosas tan simples como pasear por un parque, abrazarse o dirigirse palabras amorosas en público, que tan feliz hacen a cualquier persona que siente amor , era prohibido para los y las homosexuales, y también para aquel o aquella que no respondiera a la heterónorma, porque el amor parecía ser solo un atributo de la heterosexualidad.
Después de esta ley vinieron otras que otorgaron derechos al colectivo LGTTTBQ+, todas con la sola consigna de hacer más igualitaria la vida de las personas.
Cuando la ley 26618 fue promulgada, la entonces presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, expreso “hoy somos un poco más igualitarios”. A diez años de aquella ley mucho nos falta aún para que este y otros derechos sean asumidos por la sociedad, sin estigmatización, sin prejuicios sin discriminación y una de las herramientas es la Educación Sexual Integral como espacio en la educación. Una deuda que aún no hemos saldado.
Lic. Verónica López
Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación