Simultáneamente, esta ocupación por parte de Kichner del espacio de centro-izquierda, desplazó cada vez mas hacia la derecha a sectores que hasta entonces se ubicaban allí, como es el caso de Carrió, cuyas propuestas ya no se distinguen de las de Macri o López Murphy, y a otros lo fue sumando a su propuesta como en el caso del Frente Grande, el Partido Intransigente y el Movimiento Libres del Sur.
En este mapa que se fue dibujando en el escenario político, Kichner se fue adueñando del espacio progresista y todo lo demás fue quedando a su derecha. Los partidos de izquierda tradicionales con un discurso puramente estrategista carecían de representación ante la sociedad, mas allá de su presencia en las luchas y reclamos populares.
Mientras la situación política, y sobre todo la cuestión económica, se desenvolvían sin problemas, esto funcionó para el gobierno que, prácticamente, se encontró sin oposición, pudiendo elegir sus adversarios, para lograr un efecto catalizador de la sociedad, que no tenía mas opción que continuar apoyando al gobierno frente a los embates de los sectores mas conservadores y reaccionarios del establishment.
Sin embargo, el conflicto desatado con los sectores agropecuarios ha puesto al desnudo todas las carencias de la política desarrollada por el gobierno, y sobre todo, la debilidad de su armado político, que comienza a hacer agua, sobre todo en las provincias.
A diferencia de lo que vienen llevando adelante gobiernos como los de Evo Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela y Correa en Ecuador, que avanzan en la nacionalización de sus recursos naturales y de sectores fundamentales de la economía como la telefonía y la siderurgia, el gobierno Kichner no toca ninguno de los resortes fundamentales de la economía. Mantiene y renueva las concesiones petroleras y mineras, no toca la Ley de Entidades Financieras de la dictadura, deja intacta las fabulosas ganancias de las cerealeras exportadoras como Cargill, y hace alianzas con otra de las grandes exportadoras como la Aceitera General Deheza, premiando a su dueño –Urquia- con una senaduría nacional por Córdoba. No ataca a las grandes cadenas formadoras de precios permitiendo una escalada inflacionaria con un alto contenido especulativo y de un carácter sumamente perjudicial para los sectores más desprotegidos. Y por último resuelve pagar la deuda con el Club de París y reabrir el canje con los bonistas con el bjetivo declarado de poder acceder nuevamente al crédito internacional, el mismo crédito internacional que nos llevó al tremendo endeudamiento y al default del 2002.
Por otra parte, abandona su política de transversalidad y vuelve a recostarse nuevamente en el decrepito aparato del Partido Justicialista, buscando acuerdos con Reutemann en Santa Fe, Schiaretti en Córdoba, manteniendo sus alianzas con los “barones” del conurbano bonaerense y pretendiendo elevar a la categoría de progresistas a gobernadores como Urribarri en Entre Ríos o Capitanich en el Chaco.
En este marco, los sectores de centroizquierda que se habían sumado a la transversalidad, se encuentran en una situación de absoluto desamparo ante el nuevo escenario. Frente a la ofensiva que desatan la Sociedad Rural, los oligopolios de los medios de comunicación y sectores nostálgicos de las dictaduras militares, acompañados por el coro de los Duhalde, Carrio, Macri,etc., no tiene otra opción que cerrar filas junto al oficialismo, pero sin ofrecer ninguna alternativa ni poder introducir ningún cambio positivo en la política del gobierno. Su discurso no pasa de ser: “ante lo que esta enfrente del gobierno, nos quedamos con el gobierno” en una actitud francamente defensiva y sin propuestas.
Toda esta franja social y política que pretende cambios más profundos, de fuerte contenido popular, en consonancia con lo que ocurre en otros países de América Latina, no encuentra una alternativa política que se ubique a la izquierda del gobierno.
América latina vive un momento excepcional donde el marco regional permite avanzar en la búsqueda de situaciones más justas e igualitarias para la sociedad. No estamos frente a un cuadro de defensiva política que nos obligue a aceptar el mal menor. Esto requiere decisión política y audacia para generar propuestas novedosas que comiencen a alumbrar lo nuevo.
El escenario político actual es sumamente complejo. A diferencias de la etapa menemista, donde el conjunto del campo popular se encolumnaba en la oposición, hoy existen sectores populares alineados con el gobierno y también en la oposición.
Y la oposición es un verdadero rompecabezas donde coexisten sectores cuyo único argumento es el antiperonismo, otros que pretenden volver a la etapa noventista y muchos que creemos necesario avanzar decididamente hacia posiciones verdaderamente transformadoras al calor de la situación sumamente favorable que vive Latinoamérica.
En el marco político que surge a partir de la asunción de Cristina Kichner, empieza a hacerse cada vez más evidente la ausencia de una fuerza realmente progresista que tensiones este escenario político hacia posiciones mas favorables para los sectores populares y que ponga freno a las presiones de los sectores que pretenden retrotraernos a las políticas neoliberales.
En política no hay posiciones estáticas. Se avanza o se retrocede. Luchar por la recuperación de nuestros recursos naturales: el petróleo, el gas y la minería; impedir la concreción del proyecto del tren bala y demandar la reconstrucción del ferrocarril para todos los argentinos; reclamar la apropiación de las rentas extraordinarias para volcarlas en un proceso de reindustrialización del país y exigir con fuerza una auténtica y profunda redistribución de la riqueza; exigir un plan agropecuario nacional que privilegie la soberanía alimentaria por sobre el monocultivo sojero; eliminar los superpoderes que permiten un uso discrecional de los recursos públicos; avanzar en un nuevo proyecto de coparticipación con las provincias; consolidar y extender una política de derechos humanos que termine definitivamente con la impunidad y la injusticia, entre otros objetivos, es lo que nos va a permitir construir una fuerza popular capaz de derrotar las ambiciones de los sectores mas concentrados de la economía y abortar sus proyectos de volver a las políticas neoliberales que llevaron a la destrucción social y económica de la Argentina.
Este es el verdadero desafío que debe afrontar nuestra sociedad y en particular PROYECTO SUR. O avanzamos hacia situaciones de mayor justicia y equidad social o retrocedemos hacia la nefasta década de los 90.