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“Gurisitos de 8 o 9 años juegan carrera para ver quién aspira más poxirán. Los más grandes les tenemos miedo”

La expansión de las adicciones es una realidad en nuestra sociedad que no puede ocultarse. Ezequiel, Luis y Santiago sintetizan los testimonios recabados a chicos de distintos barrios de nuestra ciudad atravesados por el consumos de sustancias que provocan consecuencias difícil de revertir.

Ser un chico en el barrio Constitución
“Acá en el barrio ves de todo, cocaína, porros, poxirán, pastillas, lo que quieras. Te la venden en caja, en lata, sueltas,como quieras”, nos dice Ezequiel de 16 años, que abandonó la escuela hace cuatro años y trabaja de vez en cuando en el monte, porque “si querés otro laburo y les decís que vivís en el barrio Constitución te sacan a patadas”. Ezequiel cuenta : “ hace cuatro años que tomo “pasta” a veces tomo Artane y otras veces Rivotril, que son antidepresivos, las tomo con un poco de vino. El Artane la tomas si tenes un problema en tu casa y te olvidás, pensas en otras boludeces y quedas tranquilo. El Rivotril ya es distinto, la tomas y al rato le querés pegar a esa señora que va ahí y quitarle la cartera, estas pastillas son para hacer cagadas o mandarte un moco”. El chico subraya bién que “las pastillas nos hace violentos, pero no entre nosotros, sino con los de afuera del grupo, ahí sí hay bronca”. Para Luis de 17 años, las sustancias adictivas lo acompaña desde hace tres años, “porque todo está mal, no hay un mango y uno tiene que vivir, empecé a fumar porro, después con el pegamento y hace dos años a tomar pastillas para tener coraje para ir a rescatar una moneda para vestirme”. Luis cuenta su experiencia con el poxirán “ponele vos, te ponés a mirar la puerta y aspirás nomás y al ratito ves como la puerta te habla, que se te viene y esas cosas, o te llama y muchas cosas más. También me ha pasado que miro las estrellas y creo que voy volando y llego y no llegas, la dejé porque me estaba volviendo loco”. Nos remarca que “son muchísimos los gurises que aspiran poxirán, pero ahora ves que es impresionante la cantidad de pendejitos de ocho o nueve años, son chiquititos y bién flaquitos y andan todo el día con la bolsita, viste que los milicos no sospechan tanto de los gurisitos y éstos roban cualquier cosa para comprar una lata de poxirán. Estos gurisitos juegan carrera para ver quién aspira más y eso los vuelven cada vez más violentos, acá hay chicos de doce años que se dan un saque y andan a los cuetazos (tiros), los más grandes les tienen miedo porque te la dan nomás”. Al consultarle como se adquiere el pegamento y las pastillas , Luis nos dice que “lo compras en cualquier ferretería cerca del centro, esos se hacen los buenos pero te venden para que te mueras, para que te mates”, respecto a las pastillas “las compras a los vendedores del mismo barrio, son muchos los que venden, son aquellos que no tienen huevo para salir a robar y también para ir a trabajar y se ponen a vender, también podes comprar en las farmacias y sin recetas”.
Santiago es un chico de catorce años que nos dice, “yo me crié solo, cuando rescato unos mangos buenos, tomo “merca buena”, sino le mando pastilla y doble V. Ahora estoy más tranqui, por lo que le pasó a un amigo que lo mataron y tenemos tres que están preso”. Sin mediar pregunta alguna detalló cuáles son las sustancias que más se consumen y sus costos, “el porro es lo más común que cuesta un pesos o uno cincuenta cada uno; las pastillas salen dos pesos; poxirán que lo podés comprar suelto; la “blanca” está $ 10 el gramo, también hay unos pocos que se dan con la garrafa de gas o con nafta, pero son pocos, estos están muy locos porque no les hace efecto nada” remató. Santiago pese a que está en edad escolar, no va a la escuela, varias veces lo detuvo la policia por estar alcoholizado y robar, reflexionó que “ los más grandes ya están más vivos, toman las más buenas, porros o cocaína , porque saben que lo otro es porquería, ya la pasaron son más conscientes estan más rescatados” sentenció.
Respecto a como actúa la policia frente a esta problemática, Ezequiel nos dice que “ cómo se puede cambiar este sistema de que los milicos se toman un trago y fuman un porro y te vienen a reventar a patadas por nada. Estamos sentados ellos vienen y si no te paraste bién, te dan un piñazo, y si te paras bién te gastan diciendo: mirá que lindo estás y te llevan y te cagan a garrotazos, sabes como te dan, te pegan en las plantas de los pies con un bate. Todos saben que los gorras están metidos con los que venden drogas, si ellos te la sacan a vos y se la dan a los que las venden y después hay bronca en la calle, y terminan a los tiros, algunas balas van a las piernas y otras al pecho” graficó.

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