El programa es sustentado por el municipio y el INTA ponen en práctica, y reparte semillas a alrededor de 1.500 huertas familiares de la ciudad. Dirigido a una población con necesidades básicas insatisfechas, el esquema promueve la autoproducción de alimentos en pequeña escala.
Se estima que cerca de 5.000 vecinos consumen hortalizas y verduras salidas de estas huertas promocionadas. Para el ingeniero agrónomo Hugo Benavídez, un técnico del INTA, el programa está muy lejos de ser asimilado a una dádiva oficial. “Yo defiendo al Pro-Huerta como método de asistencia, no de asistencialismo”, le dijo a EL DIA.
“El Estado le dice al beneficiario: te regalo la bolsita de semillas, pero sos vos el que cultiva, el que agarra la pala y la azada, hace el riego y demás”, graficó.
La colección de semillas que reparte el Pro-Huerta está basada en las necesidades nutricionales de una familia tipo, y cubre huertas de 10×10 metros. Sin embargo, no todas las familias siembran en ese espacio, explicó Benavídez. “Esto no es matemático. De hecho no todas las familias plantan la colección completa ni consumen todo lo que cosechan”, señaló.
El programa, instrumentado por Desarrollo Social de la municipalidad, incluye capacitaciones periódicas a los beneficiarios. Según Benavides, la modalidad se privilegia por encima de otras prácticas de asistencia. “La tendencia es que el que no hace huerta no recibe los vales alimentarios”, indicó.
Remedio en época de crisis
El Pro-Huerta se puso en marcha en los ‘90 a nivel nacional. Por entonces el país tenía 9 millones de pobres. En grandes centros urbanos y la periferia, había déficit alimentario.
En Gualeguaychú, arrancó en 1992. “En principio hay que decir que siempre existió gente dedicada a la huerta. Y esto por razones distintas: algunos por hobby, otros porque son hijos de chacareros y otros por tradición familiar”, refirió.
Pero la última crisis, que hundió a más gente por debajo de la línea de pobreza, potenció el Pro-Huerta, tratándose de una alternativa válida para enfrentar la emergencia alimentaria de los sectores populares. “Aparecieron nuevos actores, gente que no tenía hábitos de cultivo de la tierra, para la autoproducción de alimentos. Incluso hubo predios municipales que se utilizaron con este propósito. También fueron cedidos terrenos particulares”, recordó. Y añadió que en la época del trueque empezaron a circular hortalizas de las huertas recientemente creadas.
El funcionario destacó los progresos del grupo de 16 horticultores que, con apoyo de la comuna, vende su producción en la vieja terminal, todos los sábados. “Todo este tiempo han ganado mercado y mejorado sus ingresos. Y por cierto su condición social es otra”, fue el balance positivo que realizó Benavídez.
“Es gente que hace tres años vivía con los 150 pesos del plan jefes de hogar. Y hoy no se vuelven a sus chacras con mercadería después de la feria municipal”, precisó.