“No sentimos discriminados” dicen los alumnos de la 159. En silencio participaban de la asamblea del jueves pasado. Su afonía sólo es rota por cartas esporádicas enviadas a la dirección de la escuela donde delatan sus padecimientos. “Nuestra institución no nos ofrece la igualdad de oportunidades que las escuelas restantes de nuestra ciudad”. Con dos baños para 500 alumnos, sin puertas; almorzando con olores nauseabundos porque el comedor está pegado al baño, dando clases en el verano debajo de los árboles porque no soportan estar debajo de techos de chapa, hay un aula interna que carece de luz solar porque no tiene ventanas, en otras tienen que apretarse por sus redudidas dimensiones, etc.
En la López Jordán no se puede entrar a la escuela los días de lluvia. Los accesos, de tierra, se convierten en auténticos lodazales. En algunas aulas, los techos no pueden retener el agua y los días de lluvia, las clases se suspenden. El frío se cuela por las ventanas sin vidrios, y así.
“No sé para que nos dan a discutir un proyecto de una nueva ley de Educación si en estos momentos estamos en un aula que no tiene ventanas”, dijeron en la 159. El aula era un antiguo cobertizo para caballos reacondicionado sin piso. El techo, de telgopor, estaba agujereado por todas partes.
Pero lo más doloroso es la pérdida de $ 30.000, recibidos por una cooperadora trucha para construir un galpón al que dividieron en dos aulas y les pusieron dos puertas desvencijadas. Tachos oxidados para almacenar agua potable; cables de teléfono y de videocable utilizados para transportar corriente eléctrica.
El funcionario de turno explica que se viene de una gestión donde no se hizo absolutamente nada en materia de mantenimiento escolar. Con sus matices, probablemente la opinión tiene cierta validez. ¿Pero cuál es el mensaje? ¿Hay que votar a quienes están ahora para que eso no vuelva a suceder?”. La respuesta quizás esté en la proclama que lanzó en el medio de la asamblea una docente de la escuela N° 159. “A mí me interesa la política tres pepinos. No me importa si vos estás con Busti, con Orduna, con Cresto, con Montiel o con quien sea. La política la guardamos para ir al comité y dale que va. Acá no”. Otra madre recuerda que los políticos sólo aparecen para «donar una bandera o a traer un trofeo».
Es opinable el repudio a la política, porque predomina socialmente una visión deformada de la misma, más ligada a la satisfacción de intereses personales que a bregar por el bien común, justamente el fin último que la legitima. No obstante, el enfoque que impera es el primero y hay razones de sobra para que así sea. Pero mejorar día a día la educación debe ser una política de Estado, que trascienda al gobierno de turno.
Juan Carlos Tedesco, maestro y licenciado en Ciencias de la Educación de la UBA, escribe en el libro “Educación Popular Hoy” que: “los trabajadores no calificados y las personas sin competencias para el aprendizaje no tendrán posibilidades de obtener empleos decentes. Dicha tendencia se expresa con mayor intensidad en los países con mayor intensidad en los países con mayores niveles de desregulación de sus mercados de trabajo y de sus políticas sociales. No es casual por ello que también sea en esos contextos donde se producen los argumentos más claramente orientados a justificar la desigualdad social como un fenómeno natural y legítimo”.
“Acá yo quiero que mis alumnos salgan de la escuela y me digan el día de mañana que están estudiando en un terciario, que entraron a la facultad o que encontraron un buen trabajo, porque eso querrá decir que lo que se les enseñó acá les sirvió para algo”, dice una docente de la escuela Nº 159. La pobreza rodea esa escuela; casas de costanero se levantan al costado. Muchos chicos vienen de hogares humildes pero no piden monedas a los automovilistas, en todo caso comprensión, adhesión. Exigen al Estado que les de la oportunidad de forjarse un futuro.
