Era uno de los talleres dictados ayer, en el profesorado de ciencias sociales, donde desde este martes, se desarrollan las jornadas de cátedra abierta.
El titulo era Violencia institucional, y estaba a cargo de Edwin Bautista y un otro colega periodista residente de la villa Zabaleta, que me va a tener que disculpar, porque he olvidado su nombre, en el afán de recordar sus frases, anécdotas y experiencias.
Había ido como cualquier hijo de vecino, improvisto de las herramientas de trabajo de rigor, así que ni cámara ni grabador y ni siquiera libreta de notas. Había ido a escuchar, a los tipos que posiblemente no tomen dimensión aún, de lo trascendental que es el trabajo que realizan todos los días en las villas de emergencia donde viven. Trascendental para sus vecinos, pero también para el periodismo, la literatura, la cultura general en fin, de la patria, también la que hay también afuera del barrio.
Una anécdota tras otra los militantes sociales de esta organización, van tirando conceptos completos de análisis de su realidad y también de la nuestra. La forma en que algunas frases o historias del barrio se volvieron principio y criterio, sorprende y explica cómo La Poderosa, un movimiento popular Castro-Guevarista surgido en la villa Zabaleta, amalgama y empodera a una comunidad de lo más diversa, en su lucha diaria por lograr la inclusión social que se le viene negando o reconociendo de a puchitos.
Arranca la charla con una carta, esa carta fuerte y demoledora que la revista publicó cuando mataron a Kevin, un vecinito de 9 años al que una bala perdida le quitó la vida, así sin mas, según relatan los chicos, fue durante un enfrentamiento de bandas en la que la prefectura no intervino.
Aquí la transcribimos:
¡NOS MATARON A KEVIN!
Temblamos, lloramos, gritamos, no podemos más. Tenía 9 años, de luz, de risa, de paz. Aterrado y meado, estaba acurrucado, bien refugiado, como cada vez que lanzan para estos lados las batallas que digitan desde sus barrios privados. Para no ver nada, se mantuvo escondido debajo de una mesada, aun cuando todos estábamos reclamando que la Prefectura interviniera en lo que estaba pasando. Pero aparentemente no era una cuestión de guita, porque se quedaron en la garita. Y en el segundo tiroteo, totalmente anunciado, Kevin Molina resultó baleado. Un tiro en la cabeza, en el medio de la pobreza. Y no, no se fue «otro pibe». Se fue un pibe, que era único, tierno, irrepetible. Nos quitaron a un sobrino, a un hijo, a un chiquito de tercer grado, por otro enfrentamiento que perfectamente se pudo haber evitado. ¿Fue culpa de los narcos? ¡Vayan a buscarlos donde guardan sus barcos! ¿O van a proponer más uniformados? ¡Para qué mierda están por todos lados! ¿O van a decir que fue el «contexto de peligrosidad»? Le faltaban 9 años para ser mayor de edad.
¿Dónde estarán ahora los que vienen a la villa para hacer sus crónicas malditas? Vengan a ver cómo está su madre, sus amigos, sus hermanitas, pero van a tener que embarrarse los zapatos en esos pasillos inundados que la gorra sólo camina para cerrar sus negociados. Toda Zavaleta está destrozada, llorando sangre y sintiendo que nada sirve para nada, que podemos marchar a tribunales o explotar en las redes sociales, pero seguiremos siendo «los marginales». ¿O van a decir que acaso fue un caso aislado? ¡Qué quilombo armarían si hubiera pasado en otro lado!
Nos mataron a Kevin, la concha de su madre, acá, en la casilla de la tira 6 que compartía con sus hermanos, justito atrás de la «Plaza Kevin» que ayudó a construir con sus propias manos. Y que no se llamó «Kevin» por él, sino por un amiguito suyo que hace 4 años perdió la vida, por otra «bala perdida». Aquel día, este Kevin, Kevin Molina, escuchó ese disparo desde la habitación que se volvió nuestra redacción, pero creyó entonces que habían matado a un perro. Y pálido, dijo: «Mataron al pedo». Sin querer, adivinó: pronunciaba mal la erre, pero no se equivocó. Hablaba hermoso, era flaquito, vivía sonriente, le faltaba un diente. Corría rápido con sus patitas, a la hora de las «gatetitas». Y participaba del espacio de apoyo que se daba cerca de su casa, desde el día que su amigo se convirtió en esa plaza. Todo este amor, ahora es dolor.
Vengan si quieren discutirlo, o al menos sentirlo, que nos van a encontrar parados de manos, gritando que actualicen los Derechos Humanos, porque sus Fuerzas de Seguridad están al servicio de cualquier cosa, menos de nuestra comunidad. Ya habrá tiempo para denunciar lo que vimos y vivimos, pero hoy sentimos que también lo perdimos por todo lo que no hicimos, lo que no pudimos o lo que no supimos. Desde ahora y para siempre, lo llevaremos en la piel: si Kevin murió por nosotros, nosotros vamos a vivir por él. (La Garganta Poderosa)
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Escuchamos la carta y son las palabras que rigen las decisiones de los militantes. Decisiones que se toman a partir de un criterio y ese criterio tiene su sustento en las anécdotas que se escriben en La Poderosa. Como si la revista fuera un manual de formación y organización política, y de hecho lo es, pero también es un cañón mediático, desde donde gritar las profundas injusticias y cantar en una prosa rapera y con lunfardo villero cómo se ven las cosas desde el barro, los callejones y las casas humildes a las que no llega nunca a tiempo una ambulancia, o mejor dicho, donde aún no llegan a tiempo las ambulancias.
Entonces hay frases que son toda una definición. «Mataron al pedo» dijo Kevin, y era que pronunciaba mal la erre, pero había dicho una gran verdad.
En ese debate, el colega, que como dijo Bautista “puso un pie en la facultad” y con ese pie entró toda la villa a la facultad, porque su presencia no será pasajera, no será anónima ni mucho menos relajada. Sino que es de alguna manera la cuña que permitirá abrir la puerta para ir a estudiar, pero para eso tuvo que saber primero crecer, tuvo que saberse bancar, la exclusión y la discriminación, la marginación y esteriotipación, y tuvo que saber como hacer para no abandonar el ideal, ante tanta adversidad, para después si poder abrir la puerta para ir a estudiar.
Y pudo, de la misma manera que Edwin puede entrevistar a un fiscal penal y preguntarle ¿Cuánto vamos a tener que esperar para tener un juez villero? Mientras trabaja y trata de que le quede tiempo para pasarlo con sus hijos.
Se quejan de Macri pero también del Gobierno nacional: “reconocemos muchos avances pero la prefectura nos sigue pegando por ser negritos” Entran “con tanto miedo que nadie se salva”
La frase recuerda una canción de intoxicados, y entonces pensamos que Pity debe tener bastante calle.
LAS CINCO P
Mientras relataba cómo había surgido la revista el colega recuerda que se lo deben a Facundo Pastor. El periodista de Canal América que con videos que ellos mismos mandaron para mostrar los talleres y actividades que hacían en la villa, se armó un informe sobre “la inseguridad”
“nos fuimos a manifestar frente al canal y ningún medio cubrió eso, solo salieron cinco líneas en Tiempo Argentino. Porque Clarín marca la agenda pero los otros se la siguen” opinaron.
Entonces el colega cuenta, que cuando estaba haciendo los primeros talleres de comunicación, un pibe que tenía 9 años quedó regulando con eso de las “cinco W” ¿Qué es eso de las cinco W? preguntó. Los talleristas le explicaron que eran las cinco preguntas fundamentales del periodismo: ¿Quien?, ¿Cómo?, ¿Donde?, ¿Cuando? y ¿Porque?, y que se decía así porque eso venía de la escuela norteamericana de periodismo donde esas palabras empiezan todas con W. El gurí no quedó muy convencido ¿y no era que nosotros estamos con cuba y contra el imperialismo? Preguntó y se fue disconforme con la respuesta que le habían dado.
Al otro día, el pibe (me encantaría saber su nombre) apareció con una mejor propuesta:
-“yo tengo algo mejor que las cinco W, tengo las cinco P”
– ¿A ver como es eso de las cinco P? le preguntan los chicos que por entonces estaban empezando a pergeñar lo que sería La Garganta Poderosa
-“Las Cinco P –dijo el gurí- ¿Porqué?, ¿Porqué?, ¿Porqué?, ¿Porqué? y ¿Porqué?”
Cinco “P”: Increíble genialidad, que sale de la simpleza de quienes por desconocer los retorcidos entreveros del sistema dominante hablan con tanta claridad acerca de lo concreto, lo tangible, lo real, y nos deja boquiabiertos. Seguramente no es lo mismo leerlo que escucharlo, pero será cuestión de reproducir las buenas ideas.
Se hacía tarde, y había que irse, ¿se quedan mañana, no quieren ir al barrio?
El colega del Zabaleta se salía de la vaina, quería ir ya mismo, a hacer lo mismo que estaba haciendo ahí en el profe, pero en un asentamiento de Concordia.
Lamentablemente los tiempos no cerraban, pero dejaron una semilla. A ellos gracias, y fuerza.
Nota: Las jornadas de ciencias sociales, continúan hoy y mañana de 18.30 a 22.00Hs. en el ex colegio nacional Alejandro Carbó