Fosforito (re) Sentido

Por Fosforito

Dicen que soy resentido. No es la primera vez. Lo han hecho repetidas veces algunos lectores en sus comentarios o me lo han dicho en acaloradas discusiones. Es el calificativo estrella cuando me encuentro preso de un debate y pretenden impugnarme.

¿Por qué sería un resentido?

Yo no odio a nadie. Sólo planteo lo que me parece lógico o justo. Pudiendo estar equivocado, o no.

Es más, fui un niño “clase media bien”. Al que siempre admitieron sin problemas en todos los clubes de moda donde se le ocurrió hacerse socio. Que estudiaba inglés en un instituto bastante oneroso. Al que jamás le prohibieron la entrada a un boliche por portación de cara, color de piel o zapatillas baratas. Que en la adolescencia tuvo del bando de los “populares” (como muestran las películas), con muchos amigos, amigas, y no tenía dificultad para tener “citas”.  Que pudo cumplir ese “mandato social” de irse a estudiar afuera cuando la mayoría se tenía que buscar un laburo de lo que sea cuando terminaba la secundaria. Todavía, a esta altura, hay ex compañeros ganándose la vida arriba de una motito haciendo mandados.

No fui descuidado, ni abusado, ni abandonado, ni excluido, ni despreciado.

Y si estuve 17 años trabajando como empleado informal o cuentapropista fue porque las políticas neoliberales -primero de un gobierno que se decía peronista y después de otro que se decía radical- me sopapearon con piojera y Federales, me llevaron a abandonar la profesión, porque los privados lo primero que cortaron fueron las pautas publicitarias y siempre fui orgulloso para andar oliendo los culos de los políticos de turno. Pero, a pesar de ese largo “exilio”, pude con vaivenes seguir despuntando el vicio por la escritura.

Cierto es que ahora estoy en la mediana edad y no soy un hombre adinerado, ni estoy cerca de serlo y quizás ya no me quede tiempo para eso, pero todavía soy uno de los afortunados que mantiene la cabeza afuera del agua.

No hice plata, pero hice otras cosas que me han llenado ese “vacío materialista”: planté árboles, tuve hijos, supe lo que es amar y ser amado, escribí un libro y centenares de artículos para este portal y otros medios. Conocí el mar y la montaña. Grabé discos, hice programas de radio, me subí a un ring, fui campeón y mi foto con el trofeo en alto salió en los diarios. Conocí personas excepcionales, creativas, inteligentes, ilustradas con las que he podido y todavía puedo hablar de cosas que muchos ni piensan, ni entienden.  

Y sí, como a todos, me han hecho daño, de distintas maneras, algunas de forma totalmente impensadas, pero también hice sufrir a otros con mi costado egoísta y esa parte loca que traje conmigo desde fábrica. Así que -creo -la balanza estaría medianamente equilibrada.

De todas maneras, ¿quién no guarda algún rencor o resentimiento?

El asunto -en fin- es que dicen que uno es resentido cada vez que discute la injustica que percibe a su alrededor, en esta ciudad en la que nos rasgamos las vestiduras por la pobreza que pica en punta, la inseguridad, el desempleo y toda la sarasa, pero que miramos desde lejos, sin meternos, y tapándonos la nariz como si estuviéramos frente a un cadáver maloliente en interminable descomposición.

Dicen que soy un resentido cuando lo que escribo o digo no coincide con lo que quisieran leer o escuchar.

Dicen que soy un resentido cuando pongo de manifiesto que todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad por lo que padecemos como sociedad. En particular, cuando señalo que son los que más recursos económicos, intelectuales e incidencia social tienen; ya sean políticos de paso o atornillados vitalicios; sean empresarios, comerciantes o profesionales que la hicieron con ingenio, perseverancia y esfuerzo o eludiendo, evadiendo, especulando y explotando (o con pizcas de todos esos ingredientes).

También los comunicadores –para no esquivar el bulto- que se callan y no opinan porque así se evitan incomodar a los auspiciantes o espantar a los posibles que -aunque compartan la moción- saben que en esta ciudad el silencio suele ser el mejor negocio para no perjudicar el negocio.

Pero no es algo que solo le pasa a uno, no: A muchos le dicen “resentidos sociales”. Quizás sea el precio a pagar por tener memoria, reclamar justicia, verdad y dignidad. Por señalar cómo se injuria a unos (los pobres, los negros, los peronchos, les putes) para que otros se mantengan “a salvo” siendo “los buenos”, “los sanos”, “los normales”, «los probos»..

Por supuesto que hay mucho resentimiento en una sociedad altamente consumista en la que lo más importante son los bienes materiales y la concentración de la riqueza está en pocas manos.

Pero bueno, si en el debate tienen que acusar de “resentidos” con el objeto de atacar esas críticas, como insulto es decadente y, como argumento, insuficiente.

Y quizás sí sea un resentido que escribe desvaríos provocadores para sentirse mejor ante tanta soberbia ignorante, tanto insufrible e hipócrita regodeándose en la frivolidad.

Para después apaciguarme pensando que -tarde o temprano- todos seremos festín de los gusanos y la mortaja con la que nos embalarán para despacharnos no tendrá bolsillos, porque no habrá nada que nos podamos llevar (ahí están las tumbas de los faraones para demostrarlo), si es que existe un lugar adonde ir después de acá.

Al final, todos seremos iguales, fatal y tristemente iguales.

Solo quedará lo que hicimos con lo que hicieron de nosotros.

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