Femicidio de una niña de 15 años: El contexto detrás del hecho

“¿Y si era violento porqué no se iba?”
“¿y ella qué hacía con un tipo tan grande?”
“si no tenía plata que salga trabajar”
De esos comentarios y peores aun ya hemos leído y oído mucho en los últimos días, comentarios desinteresados y desproporcionados, descontextualizados y profundamente discriminatorios, y vacíos de argumentaciones. Pero sabemos que eso no suma. No resuelve nada echarle culpas a la víctima, más que descansar nuestra conciencia en que, en fin, “es problema de cada uno lo que le pase o deje de pasarle”.
Sin embargo, que distinto sería, que productivo; si en lugar de opinar a la marchanta nos detuviéramos a reflexionar unos minutos, e intercambiáramos ideas respecto del porqué. ¿Porqué una chica, una menor de 15 años termina en esta situación? ¿Cómo un hombre mayor, evidentemente violento, puede convivir con una menor de 15 años, con quien tuvo un hijo (conviven desde q ella tenía 12)? ¿Cómo es que este hombre mayor no está acusado de abusador, por ejemplo? Según las leyes que nos rigen, un mayor que tiene relaciones con una menor de 12 años comete violación aún si el acto es consentido.
Proponemos aquí algunos disparadores, para un debate evidentemente pendiente, que permita planificar políticas de prevención y reducir este tipo de casos.

En un informe especial de DIARIOJUNIO, sobre embarazos adolescentes (http://www.diariojunio.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=47482) en noviembre de 2011, podemos hallar paralelismos entre algunos de los casos allí mencionados, y el que tratamos hoy.
Me es inevitable, transcribir aquí algunas líneas del mismo, por la coincidencia en las experiencias recogidas en un periodo de 47 días, entre octubre y mediados de noviembre de 2011, en el hospital Masvernat, que permiten detectar un patrón de comportamiento cultural:

(Fragmento textual)
“En este periodo de 47 días, se asistieron 11 partos de niñas-madres de 14 años, 25 partos de madres-adolescentes de 16 años, y 5 partos de madres quinceañeras.
Y si calculamos el promedio de 9 meses de embarazo antes del parto, el resultado es que la mayoría de las pacientes se quedó embarazada a los 13, y a los 15 años.

Tampoco es un dato menor que cerca del 45% de las pacientes que llegan a parir al Hospital Masvernat no tienen DNI, y que muchas ya a esa edad se fueron del hogar paterno, para convivir con un hombre mayor de edad.

Muchas de las historias son tan similares que es imposible obviar que son el resultado de una misma problemática. Niñas que sufren abusos en su hogar paterno, que son abusadas y maltratadas por sus propios padres, o muchas veces que simplemente están cansadas de sufrir hambre y pobreza; y terminan escapando, yéndose a vivir con hombres mayores que les permita salir de esa situación, aunque no necesariamente la nueva realidad sea un gran cambio.

Muy precozmente se dedican a ser amas de casa y abandonan la escuela, perdiendo así la única posibilidad de salir del círculo vicioso de la dependencia permanente.
Pero volviendo al disparador: Estos casos, que son legalmente abusos sexuales, ya que la ley así los califica toda vez que la pareja sea mayor de edad, aunque fuera fruto de una relación consentida, no continúan en la Justicia, muy pocos llegan a ser denunciados” la causa, entre otras, es que “al ser desconocido el padre de la criatura, no se puede determinar si es mayor de edad o no, y por consiguiente si hay o no abuso” (Como dijo Rajoy… “Fin de la cita”)

Entonces, habiendo comparado estos casos, claramente podemos encontrar coincidencias con el caso de Mariana, quien desde los 12 convivía con el sargento Casas, su victimario, en un barrio periférico de la ciudad.
Si hubiéramos hecho este relevamiento el año pasado, hace exactamente un año, Mariana sería una de esas niñas madres de 14 años, si tan solo se tomara por política identificar al padre y constatar su edad, con esa simple tarea administrativa, se podrían advertir casos de abuso.
La gran muralla que protege al agresor, es la ignorancia, la falta de conciencia de derecho, y de hecho la falta de Estado de Derecho, en determinados aglomerados periféricos, donde no hay ciudadanos sino gente, y esto es llevado a tal grado de naturalización que estos vecinos no tienen ni siquiera documentos de identidad. Por supuesto, si no tienen identidad, mucho menos educación, salud, justicia y seguridad.

Sobre los contextos y la naturalización de la violencia

En diálogo con DIARIOJUNIO, la militante de género Candela Cavallaro, apuntó centralmente a la política educacional, como base necesaria para paliar esta problemática, pero destacó que en las condiciones actuales, con un desgarramiento tan profundo del tejido social, no hay prevención ni abordaje posible sin trabajo de territorio. Es decir, que las instituciones del estado vayan al barrio y no esperar que la gente del barrio acuda a las oficinas administrativas de las mismas.
“Muchas veces se escucha decir que ella había elegido estar con ese hombre –señala Cavallaro-, pero no se piensa si tenía alternativa”

“No se piensa si estamos hablando de una chica que conoció la violencia con esta persona o si toda su vida vivió en un contexto de violencia. Entonces por ahí le es difícil entender que lo que está viviendo también es violencia, muchas veces se opina desde un lugar privilegiado, alguien que tal vez nunca vivió la violencia es difícil que se ponga en el lugar de la persona que sufre violencia”
“Tal vez ella por huir de su casa busca resguardo en este hombre, pero tal vez esta no fue la mejor opción”

“¿Cómo se supone que tenemos que trabajar la violencia en esos contextos o en los barrios?, ¿cómo nos acercamos para poder ayudar a una chica que sufre esta problemática?”

La pregunta que se hace y nos hace Candela es un nuevo disparador que el Estado al menos por ahora no ha terminado de resolver. Y muchas veces no es solo una cuestión de diseño de políticas. Muchas veces las leyes y los programas están, pero lo que falla es el factor humano, el compromiso del operador social.

“Porque estamos hablando de un femicidio, pero también estamos hablando de un noviazgo que empezó en la violencia, siempre tenemos que pensar en los contextos antes de tirar opiniones, hay que pensar en qué contexto esta niña de 15 años se fue de su casa, tuvo un hijo con este hombre, construyó una pareja. Buscar un porqué; Tal vez no tenía otro lugar donde estar, tal vez no tuvo contención en su familia, tal vez no tuvo contención desde otros lugares, incluso si la tubo, que fuera capaz de recibirla”.

“Es difícil por ahí hacerle entender a una persona que está sufriendo violencia si para esa persona es natural vivir en la violencia, más cuando en los barrios también a códigos de barrio y la justicia está aislada de eso, por eso por ahí la mejor manera de ayudar es meterse en esos barrios, conocer la realidad del barrio y ver como se puede transformar esa realidad, porque por ahí detrás de las oficinas se desconocen esas cosas y así es muy difícil trabajar”
“Tenemos leyes hermosas, como la ley de violencia y demás, pero falta ver como ponemos en práctica eso, porque con leyes solas evidentemente no alcanza, los hechos de violencia persisten inclusive después de sancionada la ley” señaló la activista.

A colación de lo señalado, de esa brecha entre el diseño de políticas, el marco jurídico, y la realidad palpable, es decir, traducir en hechos esas normas para que no sean letra muerta.
La cuestión de la educación sexual integral es otro de los grandes tabúes en la sociedad entrerriana, y que se mantiene como una de las materias en las que la brecha entre la ley y la práctica de la misma, trae aparejados mayor cantidad de problemáticas, que tienen por hilo más delgado a las mujeres, niñas y niños. Ver informe especial: (http://www.diariojunio.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=48525)
La educación integral incluye temas como la violencia en el noviazgo, derechos civiles y de género, y otros que pueden ser en una relación de violencia de género, las únicas herramientas de la victima

Una vez más, me permito transcribir una conclusión del informe sobre embarazo adolescente, que encaja perfectamente en este debate ampliado a la cuestión de la violencia de género, o a lo que podríamos llamar este patrón de comportamiento en niñas y adolescentes, que podría a estas alturas identificarse como un síndrome, de la violencia familiar. Es decir, el fenómeno es en la mayoría de los casos resultado, respuesta, de un problema de violencia preexistente. Lo que debe hacerse es atacar el problema de raíz, y no solo sus causas, ni mucho menos endilgarle el mote de hecho aislado, o reducirlo a la condición psicológica del victimario.

(Textual) “Pero para poder avanzar en prevención y en políticas efectivas de contención y abordaje de situaciones de emergencia, es indispensable empezar reconociendo la realidad, y solo así poder diseñar un programa de trabajo. De lo contrario, esa simiesca actitud de tapar el sol con la mano, seguirá mal aconsejando cada paso, como el arquitecto que pretender edificar una torre sin conocer la firmeza del terreno o las dimensiones de los cimientos, lo que ocurre es que la torre se cae”.

Sobre esto hay una segunda cuestión para nada menor, y es que, eso que hoy es o que alguna vez fue un síntoma, puede volverse cultura, práctica social aceptada, y entonces, se naturaliza.

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